Mi nueva cabaña (y Tarf) [NO CORREGIDO]

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-Ya me la imagino, va a ser una carpa. Una simple carpa de acampada ¡Esto va a ser muy divertido! Solo prométeme que no te enojarás si me parto de risa al ver tu cabaña ¿Lo prometes? Muy bien, chica buena. Dioses... Ahora me siento algo culpable, aunque sea mi cabaña tiene piso. Supongo que podría recompensarte dejándote dormir en mi cabaña, ¿no te parece?... ¡Ya lo sé! Mientras tú te vas en esa misión, yo voy a buscar en EBay unas carpas grandes, de esas en las que entran veinte personas... ¡Mira! Esta es perfecta. Y  barata. ¡No! ¡Aquí hay otra!...- Lara caminaba mientras consultaba en su celular los precios de las carpas. No sé como hacía para no tropezar y caer.

-Lara, sabes que todavía no la vimos, ¿cierto?- Pregunté, aguantando la risa.

-Pero es obvio que va a ser horrible, se llama karma. No, perdón, se llama Némesis... Mira esta, tiene capacidad para quince personas.No, es muy cara. Esta...- Dejé a Lara hablando sola. Y no por una razón absurda, habíamos llegado a mi cabaña. Mi amiga no se dio cuenta de que había parado hasta después de unos segundos.

-No, esta no...-Se dio la vuelta y me miró.-¡Kira! ¿Qué sucede?-Cuando se percató de que habíamos llegado a mi cabaña, comenzó a decir-Oye, lo siento. Siempre puedes pedir que la remodelen, con suerte no es tan mala como parece desde...- Paró inmediatamente la vio.

-Es perfecta...-Dije, en voz baja.

-WOW...-Dijo Lara, en el mismo tono. Luego, sacudió la cabeza y comenzó a gritar- ¡No es justo! ¡Némesis, te invoco! ¡No, no, no  y no!-Respiró hondo- Ok. -Me miró, ya más calmada.- Lo siento, en realidad, me alegro por ti, pero es que... ¡Solo mira esa cabaña!- No pude más y me eché a reir, era de esos momentos en los que te ríes tanto que te comienza a faltar el aire. Lara me observó unos segundos e inmediatamente ella también comenzó a reir. Cuando nos habíamos calmado (cuando por fin podíamos respirar con relativa tranquilidad), empezamos a inspeccionarla desde fuera.

Era hermosa, los cíclopes se habían pasado. Las cuatro esquinas de la cabaña eran olmos, que extendían sus ramas hasta el techo, en las que se unían para formar una sola copa, que cubría toda la superficie de la cabaña. Por uno de los troncos, subía una escalera de mano que llevaba a una mini casa del árbol, del tamaño de una habitación. Encima de la misma, una plataforma de madera (que parecía crecer directamente de los árboles) hacía las veces de mirador, en el que había un telescopio y unos binoculares, junto con un libro que detallaba cada una de las especies, animales y plantas, que habitaban el cielo y los árboles (también incluía monstruos). En la casa del árbol, que quedaba protegida del exterior por un techo de hojas, había una alfombra con unos almohadones y una mesa baja. En ella había una fuente, ubicada de tal manera que un rayo de luz le llegara siempre, formando un arcoiris. En el fondo de la misma, había dracmas. De vuelta en la superficie, las paredes de la cabaña eran de una madera clara, con unas cuantas hendiduras de distintos tamaños, en las que había desde nidos (con sus respectivas aves, que salían y entraban, formando una nube de pájaros alrededor de la cabaña) hasta pequeños mamíferos y reptiles (había una camada de zorros, al lado de su madre, y en otra había un lagarto, disfrutando del sol) Había olvidado mencionar, que los animales se acercaban a la cabaña, que estaba impregnada de la magia de Pan, la magia de lo salvaje. Incluso las plantas crecían más fuertes y hermosas a su alrededor. Las ventanas eran grandes, para que la luz entrara. La puerta era más oscura, con una cornucopia en ella. Además, debajo tenía una de esas puertas para perros, solo que más grande. De la casa entraban y salían por ella zorros, mapaches, lagartos, serpientes y todo tipo de animales.  Lara y yo nos miramos y abrí la puerta. Lo primero que noté fue el olor, un fuerte olor a pinos impregnaba el aire. Me sentía como en un bosque. El techo era transparente, por lo que veía las ramas de los olmos y, a un costado, la casa del árbol. El piso era de madera marrón clara. Estábamos en un vestíbulo, que llevaba a un gran salón en el fondo de la cabaña. Allí había una gran mesa de madera oscura, sobre una alfombre peluda verde. Alrededor de ella había cuatro sillas. Y, a un costado, un pequeño living, con un sillón y una televisión. A los costados del vestíbulo había tres puertas. Una llevaba al baño, que no voy a describir, era un baño. La otra llevaba a la habitación de las mujeres (lo supe por la M en su puerta) Allí había tres camas, con su correspondiente mesa de luz. En un costado, había un gran armario, y en el otro un sillón pequeño. La otra puerta tenía una hoja de papel pegada, que decía: Este era, originalmente, el cuarto de hombres, pero como ahora no hay ninguno, es el estudio. Despegué la hoja y abrí la puerta. La pared más grande estaba ocupada, en su totalidad, por una biblioteca. Había cientos de libros. A un costado, había un escritorio, con una computadora portátil y una fija. En el otro un sillón con una pequeña mesada en frente,  y una lampara al costado, encima de una alfombra blanca. Un rincón de lectura, supuse. Toda la cabaña estaba iluminada con pequeñas esferas flotantes de luz solar, magia de los de Apolo (¡Gracias cabaña 7!) lo que le daba un aspecto acogedor. 

La hija de la naturalezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora