Y tal y como había previsto, pasaron los días e intenté ignorar a Uriel en un vano esfuerzo. Porque cuanto más intentaba olvidarme de él más seguido le veía y entonces, apartaba la mirada, como si fuera un desconocido y continuaba andando. Pero sabía que él aún me miraba, y también sabía que cuando él se iba yo le seguía con la mirada.
No habíamos vuelto a hablar ni a estar en un mismo espacio pero cada vez que hacía las rondas de vigilancia de las celdas secretamente anhelaba verle. Y cuando nos veíamos sentía que mi corazón latía con más fuerza y con mayor rapidez al mismo tiempo que sentía un leve pulso febril. Imaginaba cómo sería haberle encontrado en otro momento en nuestras vidas... Quizás no me hubiera fijado en él o tal vez sí. Nadie lo sabría decir, pero yo tenía la certeza de que olvidarme de él sería imposible.
Una soleada mañana de inicios de septiembre estaba en el patio mientras veía cómo los reclusos terminaban de hacer sus tareas. Crucé por el patio y me dirigí a la cocina donde estaba Uriel trabajando y le veía sorprendentemente concentrado. A más, me fijé en que sabía cómo liderar a sus compañeros de faena. Desde el día de la pelea, no le había vuelto a dirigir la palabra y así era mejor, pero no pude evitar ver como cuando trabajaba era una persona más centrada. Parecía que le gustara tener el control de la situación y claramente veía que el mando era lo suyo. Sin quererlo, sonreí e inmediatamente volví a mi expresión habitual, antes de que alguien pudiera darse cuenta.
Aquel era un día ajetreado para los reclusos, cada cual tenía sus quehaceres. En otra parte del recinto, había un grupo de ellos que estaba haciendo la colada y otros se encargaban de tender la ropa. Haciendo los trabajos juntos, se fomentaba un poco la unión, debido a que sólo ocasionalmente se podían relacionar entre ellos. Y la mayoría de veces, cuando se veían fuera de las celdas hasta el más simple diálogo terminaba en una furtiva pelea.
Cuando terminaron de cocinar, otro grupo de presos entró en la cocina y ayudó a limpiar. Podían dirigirse al comedor o estar un rato en el patio hasta la hora de la comida. Me fui al comedor y no me di cuenta de que alguien me seguía hasta que me agarraron la mano con fuerza. Me giré sobresaltada y vi a Uriel, pero no me calmé.
-¿Qué quieres?-Musité mientras un poco bruscamente me soltaba de su agarre.
-Sólo quería verte.
-¿Porqué?-Dije intentando poner distancia, no quería que nos relacionaran y el que hablara conmigo sería sospechoso si alguien nos veía. No estaba permitido que los reclusos hablaran con los trabajadores y me sentía mal incumpliendo las reglas.
-Estoy solo y aquí todos los días son grises...-Dice y en sus ojos veo una pena indescriptible que me encuentro obligada a ignorar.-Al menos cuando estoy a tu lado estoy acompañado.
-Debes irte. Lo digo de verdad, no quiero problemas y menos aún, que me despidan.
-No tienen porqué hacerlo, si no se enteran.
ESTÁS LEYENDO
¿Qué ocultan sus miradas?
Mystery / ThrillerMaia ha terminado la universidad y ha conseguido el título de criminóloga pero a la hora de la verdad, deberá demostrar que tiene lo que debe tener para enfrentarse a un mundo complicado. La pregunta es... ¿Estará dispuesta a ver el mundo desde otro...