Capítulo XII

373 21 0
                                    

"Una nueva oleada de crímenes ha vuelto a invadir Toledo

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

"Una nueva oleada de crímenes ha vuelto a invadir Toledo. Tras la muerte del director de la fábrica de automóviles, Hernán Caballero, y algunos de sus empleados, el caso ha sido reabierto, ésta vez aún con más víctimas que la pasada. A fin de pensar que el supuesto asesino ya estaba encarcelado, ahora la pregunta que los servicios policiales deben formularse es la siguiente: ¿Quién fue el verdadero asesino y qué es lo que pretende asesinando a los integrantes de la empresa?"

El locutor hablaba a toda prisa, estaba enfrente de la fábrica de coches que ahora yacía acordonada de un extremo a otro.

"...Éste nuevo incidente, a más de plantear nuevas preguntas más, llevará al cierre temporal de la fábrica, con el fin de prevenir posibles atentados"
Dio paso al resto de las noticias y yo, durante unos instantes me quedé mirando hacia la pantalla del televisor. Poncho estaba a mi lado, cabizbajo porque quería ir a pasear, pero aquel no era un buen momento. Debía irme a trabajar aunque prefería quedarme investigando los nuevos acontecimientos que sin duda, aún me planteaban más dudas con respecto a Uriel.
Con él en la cárcel, aquello indicaba dos posibilidades. La primera que era un nuevo asesino, y la segunda que él no fue el asesino, si más no, no lo pudo haber sido del último ataque.

Me fui a trabajar realmente pensativa. Aquel día cuando fui a revisar las celdas de los reclusos no encontré a Uriel, me alarmé ligeramente y cuando le pregunté a Diana si sabía dónde estaba me dijo que había pedido salir al patio. Así pues me dirigí hacia donde estaba y le encontré sentado, con el bloc de notas en el regazo, mirando hacia la nada, parecía pensativo pero al mismo tiempo atormentado.
Con precaución me acerqué a su lado. Al principio no advirtió mi presencia, carraspeé y al fin levantó los ojos y me miró.

-Ah, eres tú...-Dijo más calmado. Como si de repente tuviera miedo de quien se le había acercado. -¿Qué quieres?-Preguntó firmemente en un tono un poco déspota.

-¿Sabes algo de los nuevos asesinatos en la fábrica de automóviles?-Pregunté y desvió su mirada, percibí que estaba nervioso.

-¿Qué asesinato?-Cuestionó en el papel de espectador, como si fuera ajeno a las novedades algo que no era posible ya que en aquel caso, era imposible que en pocas horas no se hubiera sabido el nuevo incidente.

-El que han provocado y me parece que ésta vez el asesino no eres tú, así que por favor, di de una vez la verdad. ¿Por qué encubres a otro asesino? Son suposiciones mías, pero si llegara el punto en el que dijeras que estás encubriendo a alguien cercano, es decir, a un amigo, un familiar... No te servirá de nada encubrirle. ¿Sabes porqué? Porque mientras el otro asesino ataca, tú estás pudriéndote en la cárcel, por salvarle la espalda a quien no lo merece por los crímenes que ha cometido. Así que dime, ¿a qué esperas? Tus días pasan aquí, y si eres suficientemente fuerte, serás capaz de confesar quién fue. A no ser, que verdaderamente, tú hayas sido el autor de una gran parte de los crímenes, o si más no, el impulsor de la idea de matar a todas esas inocentes personas.-Esperé a que dijera algo, pero conforme pasaban los minutos y no escuchaba respuesta alguna me alejé y fue entonces cuando escuché su voz, monótona y apagada.

¿Qué ocultan sus miradas?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora