Capítulo XIII

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Tuvo que pasar cerca de una semana hasta que Uriel pudo volver a la cárcel

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Tuvo que pasar cerca de una semana hasta que Uriel pudo volver a la cárcel. La caída le dejó gravemente herido y hasta los propios médicos se sorprendieron de que aún siguiese con vida.

-¿Porqué he tenido que seguir vivo? Ya hacía tiempo que no quería seguir en ésta constante mentira...-Me dijo una tarde.

-No se trata de lo que quieras o lo que no, si después de todo aún estás vivo es porque debes pagar por todos tus errores, la muerte no te dará ninguna respuesta, Uriel, no te hará pagar por todo lo que has hecho. Es el camino fácil, pero no por ello es el mejor.

Cuando los médicos me anunciaron aquella noche en la fría sala de espera que había pasado el peligro me relajé considerablemente, y ya no sentí el corazón tan desbocado.
Sin embargo, las secuelas de la caída eran muy importantes. A más de fracturarse la cadera había sufrido una rotura de cráneo que aunque no era realmente grave, sumado al golpe inicial que ya tenía en la cabeza no era algo bueno, así que cuando despertara nadie sabía si le habría afectado en más aspectos, como por ejemplo la memoria. Afortunadamente, al despertar lo recordaba todo perfectamente, y fue muy egoísta desear que recordase a la perfección los acontecimientos, pero en cierto modo, era mejor así, con tal de saber la verdad.
De una manera la pérdida total o parcial de recuerdos, le liberaría de aquel sufrimiento que desde los crímenes le había atormentado, pero al mismo tiempo, aquello supondría olvidar parte de su identidad, lo cual no era deseable en su totalidad. 

Cada día que terminaba mi turno me iba hacia el hospital, nadie sabía que iba a visitar a Uriel cuando salía de trabajar, ni siquiera Diana, aunque quizás lo sospechase.
Nadie iba a visitar a Uriel, me daba lástima, verle estirado en la camilla de color blanco como la nieve, mientras alrededor de sus piernas había yesos me hacía sentir que estaba viendo a un hombre quebrado, y no sólo por fuera, sino también por dentro. Y aquello era lo que más dolía.

Uriel ya no era Uriel. Sus ojos eran los mismos, pero estaban ausentes de vida, sólo cuando me miraba aquellas cuencas más oscuras que la noche lograba adivinar un brillo, un diminuto brillo como un diamante que siempre relucía cuando me veía.

-¿Por qué haces esto por mí? ¿No ves que no le importo nada a nadie?-Aquel día estaba especialmente decaído, aquel día yo tampoco tenía ganas de hablar. Miré hacia sus incontables cicatrices, no sabía si tan sólo era cosa mía pero a cada día que pasaba veía más marcas surcando su rostro, como si fuera una máscara. Y dentro de todo aquel horror que suponía su vida, todos los errores que iba cometiendo a medida que pasaba el tiempo, sus ojos seguirían siendo los mismos, seguirían escondiendo los mismos o tal vez más misterios que deseaba averiguar con todas mis fuerzas.

-No es justo que estés solo.

-Tampoco es justo que te impliques tú, si no importo a nadie de mi familia-Dijo con un gran resentimiento que me dejó pensativa varios segundos.

No podía saber si tenía razón en lo que decía, tampoco conocía de principio a fin la historia de su familia, sólo era conocedora de pequeños retales de su vida, no sabía cuál había sido su pasado. No sabía si su infancia había sido feliz como la mía, o dónde había vivido, o qué solía hacer.
Me di cuenta, de que no sabía nada más de él que no fuesen todas las anotaciones que figuraban en su historial. Pero aquel no era él, aquellas eran unas palabras vacías que tan sólo describían los crímenes que habían cometido, y sobretodo, me aportaban una información que dadas las circunstancias no dejaba de serme superficial.
Sólo conocía su nombre, y nada más lejos de ello, no sabía nada.

¿Qué ocultan sus miradas?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora