Capítulo XVI

378 16 4
                                    

Donde mucha gente veía a alguien violento, yo sólo era capaz de ver tras aquellos ojos a un niño acobardado por la gente, por la presión social siempre tan exigente en la que la mayoría de las veces jamás serás suficientemente bueno

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Donde mucha gente veía a alguien violento, yo sólo era capaz de ver tras aquellos ojos a un niño acobardado por la gente, por la presión social siempre tan exigente en la que la mayoría de las veces jamás serás suficientemente bueno. 

Uriel tan sólo era alguien dañado que había tomado un mal camino.
Que a la hora de la verdad estaba encerrado en una celda intentando luchar contra todos los demonios que le atormentaban.
Con el paso de los días, también supe ver su parte más violenta.

Con los meses fui viendo algunos cambios que para la mayoría de personas podían parecer imperceptibles pero yo los notaba.
Desde que había entrado a trabajar en la carpintería estaba más tranquilo, durante unas pocas horas lograba dejar a un lado aquel tormento, pero también fue a los meses de trabajar que me di cuenta de que una vez volvía a la cárcel la rabia le atormentaba profundamente y la violencia era lo único que nublaba su vista.
Así, un día en el que estaba a punto de terminar mi turno encontré que estaba dándole puñetazos a un preso que por lo visto le había insultado. Al día siguiente Marcos ya me había llamado a su despacho.

-¿Cuántas peleas lleva ya?-Marcos preguntó para sí mismo de forma retórica. Ladeé la cabeza, me quedé pensativa. No lo recordaba.–Aunque no es lo que cabía esperar en alguien que a veces parece ser modélico, es un recluso peligroso y por ello, teniendo en cuenta que ha atacado algunos de sus compañeros en reiteradas veces, lo más sensato y seguro será pasarle al módulo uno.

El módulo uno aún empeoraba más la situación. Ahora sí que ya estaría aislado por completo de todos los demás y en cierto modo, puede que fuera lo que él quería, pero aquello no le hacía ningún grato favor.
Para empezar, al estar en aquel módulo se le habían impuesto la sanción correspondiente teniendo en cuenta que había herido a personas. Aquello aún subía la condena que le había sido impuesta en un inicio, no sabía con exactitud cuántos años en prisión estaría pero si antes habían considerado tenerle sobre unos diez años, ahora la condena podía llegar hasta los veinte o los treinta.

-En cinco minutos debe abandonar su celda-Me informó Marcos haciéndome abandonar mis pensamientos. Cabizbaja salí de su despacho, aún pensando en cómo darle la noticia a Uriel.
Finalmente decidí que lo más coherente por mi parte era decirle la noticia en un tono neutral, ese tono que emplean los doctores o altos ejecutivos, aquella forma de hablar exenta de emociones que expresan tan poco que es una conversación fría como el hielo.

Recorrí los pasillos, aquel día me parecieron más fríos que de costumbre, la estancia aún se me asemejaba de un modo más lúgubre. Seguí andando por los pasillos mientras que los fluorescentes que pendían del techo parpadeaban con insistencia. Pensé qué podría decirle, cómo suavizar el impacto, pero no encontré ninguna forma en la que hacer que lo que dijera doliese menos, a fin de cuentas las malas noticias, por mucho que se quiera adornar, no dejan de ser malas noticias.

El pulso me temblaba cuando abrí su celda, intenté no pensar en nada, pero cerré los ojos para evitar llorar. No era lo que se esperaba de mí.

¿Qué ocultan sus miradas?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora