Cometa.

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Cuarenta minutos después de haberse dormido Jungkook abrió sus ojos, tardó un poco en recordar dónde estaba. Se llevó una sorpresa al sentir un cálido aliento en su nuca, haciendo que su piel se erizara. Volvió a cerrar sus ojos, dando paso a sus otros sentidos; especialmente al tacto. Sentía sobre su espalda el marcado pecho de su niñero, oía su tranquila respiración. Podía oler su aroma tan varonil.

Jungkook no sabía por qué, pero desde que Jimin había llegado a su vida todo había mejorado. Incluso su sueño, se sentía protegido, querido... No es como si su padre (excluyendo sus arranques de locura y sus "Jeongguk tienes que estudiar o no serás nadie en la vida") y su madrastra no lo quisieran; pero este era un cariño distinto. Algo que no podía expresar con palabras, a pesar de haber conocido a Jimin hace poco sentía que lo conocía de toda la vida. Pero eso era casi imposible. ¿O tal vez no?

El chico se había perdido tanto en sus propios pensamientos hasta que el sonido de una puerta metálica y próximamente el de puerta principal lo sacó del espiral mental en el que estaba. La señora Park había llegado, y tanto él como Jimin seguían tumbados en la cama, sumando que ambos se encontraban sólo en bóxers. ¿Qué pensaría la mujer de Jungkook?

No quería dar una primera mala impresión, así que tomando aire ─y reuniendo fuerzas─ comenzó a darse vuelta para quedar cara a cara con un Jimin totalmente dormido. Se tomó su tiempo observando cada facción del rostro del mayor. Sus pestañas oscuras y de un largo perfecto haciendo juego con sus cejas perfectamente formadas, su nariz respingada, sus labios carnosos y color rosado pálido que soltaban suaves suspiros ─los mismos que habían hecho que la piel del menor se erizara─.

─Jimin...─Comenzó con un hilo de voz, no quería despertarlo, quería seguir viendo su rostro. Recordando su sonrisa.─ Jimin... Despierta.─Ésta vez habló un poco más alto, como pudo, safó uno de sus brazo del apretado abrazo en el que Jimin lo había envuelto antes de dormirse y acarició su mejilla, permitiéndose sentir la suavidad de su piel morena.

El mayor abrió los ojos ante el contacto y sonrió, Jungkook se sintió como un hielo en el desierto.

─Tu mamá ha llegado, pude oír como cerraba la puerta de su auto, pero no entiendo por qué no ha subido.─Debía hablar de algo antes que sus impulsos lo llevaran a besar los labios que antes había estado observando con admiración.

─De seguro fue a darse una ducha antes de hacer la cena... Aunque─La voz del mayor era ronca y ¿sensual?

Definitivamente sí.

─¿Aunque...?─Trató de seguir con la conversación puesto que sintió su cuerpo vibrar ante la voz de Jimin.

─Creo que cenaremos pizza, puesto que ya anocheció y el kimchi tarde en hacerse.

Jungkook se sintió algo desilusionado, antes de salir de casa Jimin le había contado que el kimchi que preparaba su madre era excelente y no entendía por qué no era la octava maravilla del mundo.

Sin darse cuenta Jungkook había pensado que Jimin era la octava maravilla del mundo.

─¿Jimin? ─Se oyó una voz femenina del otro lado de la puerta─¿Se puede?

Jungkook miró con los ojos abiertos como platos a su niñero.─Estamos en... Boxers, no dejes que entre hasta que me haya vestido...

─Tonterías...─Murmuró Jimin al mismo tiempo que apretaba su agarre al menor.─Pasa mamá.

─¡Hola!─Llevaba una toalla sobre el cabello, Jimin había acertado, estaba tomando un baño.─Los extrañé mucho.

¡Aquella mujer era igual a Jimin!

Babysitter perverted.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora