[ Capítulo 3 ]

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Narra Tauro:

Hace solo unos minutos estaba hablando con Géminis tranquilamente, pero ahora estoy mirando a Escorpio con la peor mirada que puedo dedicarle y aun así, él ni se inmuta.

- ¿Qué haces hablando con Géminis?- me pregunta por tercera vez en menos de 5 minutos.

Ruedo los ojos de nuevo, sin aun responderle. Esta situación me está haciendo enfadar y no tengo ganas de empezar otra guerra mundial con él.

Lo miro desafiante, con los ojos entre cerrados y con la misma intensidad con la que lo hace él. Ambos seguimos en la misma posición; él obstaculizándome la salida y yo, acorralada contra las taquillas. Sus brazos están colocados a ambos lado de mi cuerpo, haciendo una muralla para que no pueda salir por ningún lado.

Por fin que no hay nadie cerca para que pueda crear algún rumor o chisme sobre nosotros, porque entonces eso sí que me hará enfadar.

- ¿Acaso te ha comido la lengua el gato?- inquiere sin cambiar de expresión.

- No es de tu incumbencia.- le suelto intentando salir por la izquierda, pero me detiene.

Esto empieza a agobiarme mucho.

- Sí que lo es.- afirma.

- No, yo puedo hablar con quien quiera y tú,- digo posicionando una mano en su pecho para luego intentar empujarlo. Pero no consigo nada, solo que sonría por unos leves segundos.- no puedes impedírmelo.

- No quiero que hables con él.- dice acercándose más, provocando que quede una pequeña distancia entre nosotros, y que eso, me agobie mucho más.

- Déjame salir, Escorpio.- advierto mirándolo aumentando mi respiración.

El agobio empieza a sobre pasarme limites.

- No.- suelta la única palabra con lentitud, mientras que sus ojos me desafían.

- ¡Déjame salir he dicho!- le grito sintiendo como mis pulmones empiezan a necesitar más aire. Me ahogo.- ¡Apártate!- lo empujo en el pecho de nuevo, pero apenas se mueve.

Mi respiración empieza a acelerarse. Siento como si todo se estuviese encogiendo y como mi cabeza da vueltas. Maldita claustrofobia.

- ¡No!- grita él de esta vez.- No te dejaré salir hasta que me prometas no volver a hablarle.- dice en un tono un más calmado y bajo.

Lo miro con algo de miedo y desesperación. Mi respiración sigue aumentando. Necesito salir de aquí y correr, lejos de él.

- ¡No pienso hacer eso! ¡Que tú me hayas dejado de lado por Libra no significa que tengas derecho a prohibirme con quien hablar!- le grito antes de notar como mis ojos escuecen.

Las primeras lágrimas advierten de su salida, pero las retengo. Odio cuando me ve llorar, es como si me mirase con más ego, orgulloso de haberme hecho llorar.

- Tauro...-empieza a decir, pero lo callo estallando en lágrimas y gritándole por la ira y desesperación acumuladas.

- ¡No tienes ningún derecho a controlarme! ¡Déjame en paz y haz lo que quieras porque no quiero volver a verte!- grito apartándolo de golpe.

Empiezo a correr por todo el pasillo hasta cruzar la puerta del instituto, junto su voz llamándome a gritos.

...

Llego a casa con el alma en los pies y con los ojos completamente llorosos e hinchados. Abro la puerta temblorosa, entro y la cierro de un solo movimiento. Miro hacia delante encontrándome con un silencio en toda la casa. Rápidamente dejo la mochila en el sofá del salón, a mano derecha, y me dirijo hacia la cocina en busca de mi único amigo; el helado.

Camino hasta mi habitación con la tarrina de helado de chocolate y una cuchara grande en la otra mano. Al llegar cierro la puerta y me dejo caer exhausta en la cama. Al momento siento como las lágrimas vuelven a brotar de mis ojos, haciendo que me duelan.

Luego de unos minutos me incorporo en la cama y empiezo a comer helado mientras que más lágrimas bajan por mi rostro. La melancolía, el odio, la ira y la desesperación me han hecho decirle a Escorpio algo que nunca en mi vida tenía pensado formularle. Pero, esta vez era necesario soltar todo ese sentimiento acumulado. No podía seguir controlándome de esa manera, no es nadie para hacer eso.

Miro a mi alrededor en busca de pañuelos, pero no los encuentro, por lo que decido volver a bajar en busca de ellos. Al llegar al salón me doy cuenta de lo bien escondidos que están los pañuelos, ya que estaban detrás de la televisión y encima de la repisa de la chimenea.

En cuanto los tengo me giro para irme en dirección a mi habitación, pero rápidamente me fijo en mi móvil, el cual sobresale del bolsillo de la mochila. Lo cojo y me encuentro con varios mensajes de Escorpio, diciéndome que vendrá a casa para hablar, pero no tenemos nada más de que hablar.

En el momento que bloqueo el móvil el timbre suena junto con una voz grave, la cual me hace sobresaltarme.

- Tauro, sé que estas ahí. Ábreme.- dice en un tono calmado.

Me acerco a la puerta y escucho el silencio.

- Vete.- digo luego de unos segundos.

- No hasta que hablemos.- dice suspirando.

- No quiero hablar contigo.- sigo con la voz quebrada.

- Por favor.- dice suplicando.

Puede que me arrepienta de todo esto luego, pero no puedo resistirme.

Abro la puerta dejando ver a un Escorpio con la mirada preocupada y con los ojos algo rojos. Me sorprendo al verlo de tal manera. Giro mi mirada hacia un lado y veo como su mano está toda roja e hinchada. Frunzo el ceño y lo miro con seriedad.

- ¿Qué has hecho?- le pregunto.

Mira hacia otro lado antes de volver su mirada hacia mí.

- He golpeado una pared.- aclara algo avergonzado.

- Idiota.- susurro. No me mira con mala cara, en cambio esconde su mano y me mira desde lo bajo.- Entra.- le ordeno.

Entra con pasos lentos y tímidos. Cierro la puerta y camino hacia mi habitación, con él pegado a mis espaldas. Entramos y cierro la puerta en un solo movimiento.

Lo miro mientras que se sienta en la cama e intenta coger mi helado, pero en segundos me alejo de él y le aparto el helado. Me mira con el ceño fruncido, como si me estuviese pidiendo algo de helado.

- No te pienso dar helado.- ahora la que se convertía en una persona fría era yo y Escorpio era el chico indefenso.

Tauro y EscorpioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora