[ Capítulo 12 ]

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Narra Tauro

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Narra Tauro

Despierto con el sonido de mi móvil, lo que me parece extraño, ya que no es muy frecuente que suene a estas horas.

Abro los ojos ante el molesto sonido que emite este. Me encuentro con que a mis ojos les cuesta despertar. Para este tipo de casos siempre hago algo, que no espero que nadie lo patente.

Alargo mi mano hasta mi cara y me golpeo en la mejilla derecha, despertando de repente, mientras que mi mejilla arde por el golpe.

- Joder, esto es peor que el despertador.- susurro acariciando la mejilla con el ceño fruncido.

Como ya he dicho, espero que nadie patente esto, ya que entonces parecerá que nos golpeamos por gusto. Y en realidad, es todo lo contrario. Esto lo hago solo para despertar.

Me levanto y me siento en la cama. Ayer hemos vuelto de ese fin de semana al aire libre, aun que hemos echo pocas cosas al aire libre. Sobretodo por que ayer llovió a cantaros y tuvimos que estar encerrados en la cabaña donde comimos, para luego volver a casa.

Toda una experiencia enriquecedora. Creo que el año repetiré y todo.

Alargo la mano hasta toparme con el móvil, lo agarro y lo atraigo hasta mi. Enciendo la pantalla y me encuentro con un mensaje nuevo. Una cosa extraña en mi móvil, ya que el único que me mandaba mensajes era Escorpio.

Entro en el mensaje y me encuentro con Géminis. Suspiro sin darme de cuenta.

"Tengo que decirte algo importante, así que llega pronto a clase." enviado a las 7:50

Suelto un bufido ante su mensaje. Odio que me ordenen hacer cosas y más cuando es por la mañana. Por eso siempre llevo la contraria a todo lo que me dicen. Es mucho más divertido.

Me incorporo para luego estirar mi cuerpo. Segundos después camino hacia el armario y escojo entre mi ropa, un jersey rosa claro y unos pantalones negros. Me lo pongo y sigo con los zapatos.

Puede que no sea lo habitual ver a alguien empezar el día vistiéndose. Es decir, lo normal sería levantarse, ir al baño y luego, vestirse. Pero, si todos hiciésemos lo mismo sería demasiado aburrido.

Abro la ventana, la única ventana que me aporta algo de luz a mi habitación. Al hacerlo, el frío viento me paraliza los músculos del cuerpo, por lo que me aparto rápidamente.

- ¿Tauro?- me llama una voz desde lo que parece el umbral de mi puerta.

Me giro hacia esa voz y en efecto, hay alguien en el umbral de la puerta. Una mirada cansada, junto con una voz aguda, me hace sonreír.

- ¿Qué pasa, abuela?- le pregunto acercándome a ella.

Me mira sonriente.

- No es muy normal verte despierta a estas horas.- me comenta.

- Tengo clase, abuela.- le contesto.

Supongo que cualquiera que se imaginase esta escena, habrá pensando que era mi hermana pequeña o mi hermano mayor. Pero no, mi abuela suele venir a mi habitación a comprobar si me he despertado y empezar a hacer el desayuno.

No considero a mi abuela como una abuela normal. Ella solo ha tenido un niño, mientras que lo normal por aquel entonces era tener una camada entera de niños. La abuela cuidó de papá siempre, fue el único hombre de su vida, ya que mi abuelo se fue a Alemania unos meses después de que mi padre naciese. Nunca volvió.

Lo triste del asunto es que mi abuela aun cree que él volverá, pero nosotros sabemos que él ha muerto hace unos años allí. Ha sido una noticia muy triste para mi padre, y por ello, él no quiere disgustar a mi abuela.

Antes de que viniese a vivir con nosotros, la abuela vivía en su casa en donde crió a papá. Él decidió que viniese a vivir con nosotros porque teníamos espacio de sombra y a Piscis le encanta estar con la abuela. Ninguna de las dos estaría solas nunca.

- Entonces te haré el desayuno.- dice ella empezando a caminar.

La sigo hasta colocarme a su lado.

- Gracias abuela, pero no tienes por que hacerlo.- le digo.

Ella sonríe ante mi gesto.

- No digas tonterías, me gusta hacerte el desayuno, ya que es lo único que me deja hacer tu padre.- contesta ella.

Eso es verdad.

Mi padre no quiere que la abuela haya muchos esfuerzos, por culpa de que los años pesan. Pero aun sabiendo eso, me parece injusto por su parte. Puede que suene cruel, pero prefiero que ella haga algo, como mi desayuno. La vida que ella lleva es cómoda, pero le entiendo cuando me dice que se siente inútil.

Yo también me sentiría inútil si no pudiese hacer nada.

Al llegar a la cocina, ella se va a preparar el desayuno, mientras que yo me dirijo hacia una habitación secundaria, donde está el segundo baño de la casa.

Aun no sé quien ha construido esta casa, pero debo decir, que está mal distribuida. Para llegar al comedor tenemos que pasar por el salón y el vestíbulo, ya que está en la otra punta de la casa. A parte de ello, un baño en la cocina. ¿A quién se le ha ocurre poner un baño en la cocina? No tiene sentido.

- ¿A quién se le ocurre poner un baño en la cocina?- digo saliendo del baño.

Mi abuela gira la mirada para dedicarme una sonrisa, acompañada de una negación de cabeza. Me acerco a la mesa y me siento, dejando caer mi cuerpo aun sin fuerzas, en una silla.

- Siempre preguntándote cosas, Tauro.- me dice sentándose delante mía.

Al momento que diviso la comida, me dispongo a coger todo lo que mi estomago pueda aguantar.

Escucho como Piscis entra también en la cocina con sus dos coletas perfectamente echas y con un pantalón de flores bien vistoso. Su risa se escucha por toda la casa, inundándola.

- Buenos días abuela.- dice ella antes de darle un beso y sentarse en la mesa a comer.

Le sonrío mientras que sigo comiendo.

Hay algo que siempre me ha puesto de los nervios, referido a la comida, y es el hecho de que te digan que por ser del signo Tauro, comemos y nunca engordamos. Aun no he encontrado a alguien que tenga esa suerte y sea del signo Tauro.

Por ejemplo, yo si me paso de lista acabo engordando. Por eso, aun que sea del signo Tauro también me controlo.

- Bueno, siempre me ha gustado preguntarme cosas, abuela. Soy un culo inquieto.- digo terminando con la segunda tostada. Ella me sonríe, contagiándome el mismo gesto. Cuando me dispongo a coger una tercera tostada, mi móvil suena con fuerza en mi bolsillo derecho. Con el ceño fruncido, lo cojo y observo como la alarma me avisa, de que me quedan menos de 20 minutos para llegar a clases.- Mierda.- exclamo levantándome de la mesa aun con la tostada en la mano.

Corro de vuelta a la habitación, cojo la mochila y vuelvo a bajar para despedirme de la abuela y de Piscis con un gesto de mano y con un gruñido por culpa de la tostada.

Cierro la puerta de casa escuchando un "siempre con prisas" de la abuela.






Tauro y EscorpioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora