**XXI. Gato con guantes no caza, pero amenaza.

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...

Tenía frío. Debía de haberme quedado dormido.

Parpadeé un par de veces, pero mi vista no enfocaba. Lo veía todo blanco. Entonces me di cuenta de que tenía algo en mis narices. Un papel, pegado en mi frente con celo. Lo arranqué desconcertado y lo leí.

Me voy del país. Tú eras lo único que merecía la pena para quedarme en Londres y ya tenía el billete comprado. El plan era avivarte un poco para que te vinieras conmigo, pero no has respondido como esperaba. Así que te abandono, pero solo a medias. Supongo que una parte de ti siempre estará conmigo, aunque no lo quieras. Eso lo decido yo.

Siento ser tan egoísta,

Roja / Amy

Respiré hondo. Lo leí varias veces antes de guardármelo cuidadosamente en el bolsillo. Luego tardé un poco en reaccionar. Tenía el cuerpo entumecido por haberme quedado dormido en el suelo, aunque Roja había tenido el detalle de arroparme con una sudadera suya antes de irse.

Salí de la habitación y bajé las escaleras. Eran las siete de la tarde y tenía un hambre voraz. No había comido nada en todo el día. En la planta principal los underdogs habían vuelto al ambiente habitual de comunidad. Algunos fumaban repantingados en los sillones, otros habían empezado a beber en la barra y el resto hablaba en pequeños grupos.

Kaiser se acercó a mí felizmente en cuanto me vio. Yo caminé hacia Camaleón algo nervioso.

—¿Qué ha pasado? —pregunté.

—¿Qué ha pasado de qué?

—Joder tío. Me he quedado dormido arriba. Con Leona, la poli y eso —resoplé.

—Ah. La ambulancia se llevó a Leona al hospital y la poli se ha pirado a por una orden de registro. La prensa está ahí fuera olisqueando lo de la explosión y se han acercado un montón de mirones al pub. Todo se ha calmado bastante. Esos mirones podrían transformarse en clientes, aunque sea para Aaron —señaló al underdog que atendía la barra—. Aunque ojalá fueran para nosotros. Ya sabes... Ahora que Leona no está, podríamos quedarnos toda la pasta.

—¿Y cuál es el problema?

Camaleón me miró con obviedad.

—¿Cómo que cuál es el problema? Que esos pavos de ahí fuera están jodiéndonos todos los planes. Nos han precintado el Leviathan hasta que vuelvan con la orden de registro —señaló a los dos policías que hacían guardia a la puerta del pub. A través de los cristales se les veía dar largas a los preguntones.

—¿Precintar? ¿Con vosotros dentro? —pregunté sin entenderlo muy bien.

—Yo qué sé, como se llame esta mierda. Y todo para que no os escapéis; a Roja le han pedido identificación hace un rato, cuando ha salido. No sé a dónde iría —respondió, encendiéndose un cigarro.

—¿Entonces Dean, Eileen y As de Picas siguen aquí dentro?

—No. Parece que esas sanguijuelas con uniforme han olvidado que están jugando en nuestro terreno. Eileen me ha dicho que te reúnas con ellos junto a la Torre de Londres. —El underdog sonrió—. Venga, Gallo de Pelea puede sacarte de aquí.

Asentí con la cabeza y le agradecí el recado. Luego miré con recelo a los policías que esperaban fuera y me encaminé al garaje donde trabajaba la tatuadora. No me hizo falta pedir a Kaiser que me siguiera.

La última vez que entré en esa cámara fue acompañado de Sascha. La morena con la coleta de rastas se giró de la misma forma, me miró de la misma forma y sonrió de la misma forma.

Los gatos negros de Londres © (también EN PAPEL)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora