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Aria estaba pasando el verano con sus padres y su vieja perra en la playa. Mientras tanto, en el otro lado del país Lucas se divertía con sus amigos.

En este verano, Aria cumplió diecisiete años y Lucas treinta y cuatro, cumplían años el mismo día. A ella siempre le fue bien en la vida, por suerte sus padres tenían buenos trabajos, y, aunque no eran ricos, no se podían quejar.

En cambio, Lucas siempre se tuvo que ganar la vida por sí solo. Cuando tenía veinte años un suceso cambió su vida, desde entonces no volvió a ser el mismo. Se encerró en un caparazón que hacía que los demás vieran en él a una persona borde y cortante, y así se tiró toda su vida, hasta que la conoció a ella.

-¿Tienes ganas de volver a clase?
-¡Ay, mamá, no me lo recuerdes!-Bromeó Aria a su madre mientras preparaba la mochila para el día siguiente.
-Pero tendrás ganas de volver a ver s tus amigos, ¿no?
-Claro, pero no de estudiar...
-Pues aplícate el cuento, que este año estás ya en segundo de bachillerato y eso muy difícil.
-Que si...-No soportaba que le repitieran las cosas una y otra vez, y eso era justo lo que hacía la madre de Aria constantemente.

Lucas llegó a su ciudad y abrió la puerta de su casa, lo primero que hizo fue dejar las maletas a un lado e ir al calendario que colgaba de la pared de su cuarto y tachar los días  que habían pasado.

-Y mañana instituto nuevo, compañeros nuevos, alumnos nuevos... Todo nuevo.-Se dijo a sí mismo.

Esa noche Aria no durmió a causa de los nervios de reencontrarse con sus amigos porque se habían pasado todo el verano sin verse. Lucas tampoco durmió pero porque se quedó toda la noche viendo episodios de Breaking Bad. Le encantaban las series americanas. Como a Aria.

Lo que no sabía ninguno de los dos es que la alegría de Aria iba a contrastar tan bien con el infierno de Lucas, ni que a partir de la mañana siguiente nada en sus vidas volvería a ser igual.

Como cada mañana, Aria se levantó, desayunó, se vistió con una blusa blanca y unos vaqueros, se puso las Converse, se maquilló con unos pequeños rabillos y colorete, luego cogió la mochila y se fue.

Mientras tanto, Lucas, se ponía una camisa vaquera, igual que los pantalones. Esa mañana desayunó un café sólo, como siempre. Cogió su bicicleta y fue en dirección a su nuevo trabajo.

Al llegar vio a una retahíla de adolescentes abrazándose y contándose anécdotas sobre el verano. Se abrió paso entre ellos y entró al edificio.

Entre muchos de esos chicos se encontraba Aria, muy alegre de volver a estar con sus amigos.

-¿Has vuelto a ver a Jose?-Le preguntaba Gabi, su mejor amiga.
-No, creo que está detrás de otra chica.-Le respondía Aria indiferente.
-Tú ya no le quieres, ¿no?
-Claro que no... Nunca lo hice.
-Me alegro, es un cabrón.
-Dímelo a mí...

Aria conoció a Jose el año anterior. No era su tipo de chico perfecto pero algo hizo que se fijase en él. Eran compañeros de clase, pero lo que Aria no conocía de Jose era su afán por jugar con las chicas, sólo lo supo después de haber salido con él.

Los chicos entraron al edificio para más tarde dirigirse al salón de actos, donde se les daría la típica charla de principio de curso. Tras esto, tanto los alumnos como los profesores se dirigieron cada uno a su clase.

Lucas y Aria aún no se habían visto. Hasta que cuando llegó el momento de irse a casa ella se cruzó por el pasillo mientras hablaba con sus amigos. Lucas los observó por un instante, y luego centró sus ojos grises en la chica castaña que hablaba con otra rubia de pelo rizado. Al verla, Lucas tuvo la sensación de haber vuelto a la vida, por primera vez en mucho tiempo sintió algo en su intocable corazón.

En cambio, Aria estaba demasiado ocupada hablando con sus amigas sobre cómo les ha caído su tutor como para fijarse en otra cosa.

-Pues a mí me parece guapo...-Comentaba la rubia, Gabi.
-¡Joder que asco! Si es un viejo...-La picaba Aria.
-No lo es tanto, como mucho tendrá treinta y cinco.-Replicaba Gabi.
-O cuarenta y tantos... A mí me da igual, mientras me apruebe...-Todos se rieron por la broma de Aria.

Cuando Lucas llegó a su casa, soltó la bandolera en la que llevaba lo necesario para dar clase en la mesa, almorzó y luego se puso a deshacer las maletas que la noche anterior había dejado.
"Joder, ¿qué coño me pasa?" Pensó al darse cuenta de que estaba colocando la ropa en el modo incorrecto.

-¿Qué me has hecho que no puedo dejar de pensarte?

Dijo al darse cuenta de que no daba una porque desde que vio a Aria no pudo sacarla de su mente.

ProhibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora