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-Cuéntame, ¿por qué estás aquí?-Le dijo Ruth, la vieja psicóloga a Lucas.
-Porque me han convencido mis amigos.-Le respondió él fijamente.
- ¿Y por qué creen en tus amigos que debes estar aquí?
-Porque me me gusta alguien.
-Pero eso es bueno.
-No, Ruth, no es bueno.-Replicó tenso.
-¿Por qué no?
-Vamos, tú me conoces desde los diez años, tú sabes mis problemas...-Dijo Lucas evitando profundizar en ellos.
-Sí, y por eso mismo también sé que los has superado.
-¿Y si no? ¿Qué pasaría si no los he superado?
-¿A qué te refieres?-Ruth se empezó a preocupar.-¿Has vuelto a tener ese tipo de sueños? ¿Has vuelto a imaginarte todas esas situaciones? ¿Has tenido los mismos deseos que tuviste con diez años?
-No.
-¿Entonces? ¿A qué tienes miedo?
-A que me vuelvan a pasar todas esas porquerías que me pasaban de pequeño.
-¿Temes lastimarla?
-Sí, y no sólo a ella.
-¿A qué te refieres? Lucas, ábrete, tenemos confianza de sobra para ello.
-Verás, yo sé que nunca podremos estar juntos, es un hecho, por eso tengo miedo de hacerle daño a ella y a quien se interponga.
-¿Por qué dices eso? ¿Tiene novio?
-No.
-Lucas, si no te explicas no te puedo ayudar. Desahógate.
-Es una menor. Una chica del instituto donde trabajo. Pero tiene algo que desde el primer día en que la vi se quedó impregnado en mí. Y cada vez que paso a su lado una avalancha de sensaciones me revuelve por dentro y me dan ganas de agarrarla por la cintura, cargarla al hombro y partirle la cara a hostias a quien lo intente impedir.
-Lucas, ¿cómo que una menor?
-Sí, no estoy seguro, tendrá unos diecisiete o así.
-¿Le das clase?
-No, la veo por los pasillos, o mejor dicho la busco por los pasillos. Se ha convertido en mi droga, no puedo pasar un día sin verla.
-¿En fin de semana la buscas por la calle?
-No. Me refugio en la guitarra y compongo para ella. Llevo ya diez canciones, aunque no creo que estén a su altura.
-Lucas, ¿por qué quieres que te ayude?
-Porque no puedo seguir así, siento que en cualquier momento hago lo que te he dicho antes. He estado a punto de hacerlo más de una vez, pero siempre me he contenido.
-Me alegra mucho saber que eres capaz de contenerte.
-Sí, pero ya no quiero hacerlo más. No puedo.

Lucas se levantó del sillón y empezó a dar vueltas por la sala blanca a causa de la frustración que sentía.

-A ver, Lucas, intenta calmarte. Antes me has dicho que te dedicas a buscarla por los pasillos. Mal. Evítala, así evitarás también la contención.
-¿Y si arraso con todo?
-¿Cómo?
-¿Qué pasaría si el lunes llego al instituto y le digo lo que me pasa? A la mierda con todo.
-Lucas no puedes hacer eso, lo perderías todo.
-Pero es que no puedo no verla.
-Sí que puedes, si no ¿qué vas a hacer durante las navidades?
-Tienes razón. Pero estoy seguro de que habrá algún día en el que explote.
-Por tu bien, espero que aguantes hasta su mayoría de edad, y a que no siga en el instituto. Ah, y Lucas,-Dijo una vez que se iba a ir.-si sientes que te vuelve a ocurrir lo que te pasaba de pequeño, no dudes en avisarme. No nos podemos arriesgar.-A lo que Lucas asintió y se fue.

Y eso hizo, evitarla en todo momento, pero su conexión era imposible de evitar y por más que  no quería se la encontraba casi siempre.

Aria pensaba que se había cansado de aquellos encontronazos "accidentales", que se había dado cuenta de todo, así que decidió no seguir con aquello antes de que le llamara la atención.

A ambos les dolía en lo más profundo de su ser que la mañana se acabase y no se vieran, pero para Lucas era lo mejor, tenía que alejarse de ella o acabaría... Fatal.

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