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Dos semanas habían pasado ya desde aquel día en que se encontraron.
Lucas estaba en la sala de profesores bebiendo café de su termo y contemplando el horario tratando de averiguar si hoy se la podría encontrar por los pasillos, cuando Ismael entró en la sala.

-Buenas.-Le dijo el tutor de Aria con una sonrisa.
-Hola, Ismael.-Respondió Lucas tras dar un sorbo a su café.

Mientras bebía se fijó en los papeles que Ismael estaba ordenando, uno de ellos era la lista de clase. Rebuscó entre las caras de todos esos adolescentes y por fin la vio. "Aria Miranda" leyó debajo de su foto, pensó que era un nombre precioso.

-Aria.-Dijo en un suspiro pensando que Ismael no le oiría. Se equivocaba.
-¿La conoces?
-No. Bueno sí. Me la he cruzado un par de veces por los pasillos.
-Es buena niña.-Comentó sin más.
-¿Y tú de qué clase eras tutor?
-De segundo de bachillerato de humanidades. Yo doy griego y latín.
-O sea que esos chicos ya son casi todos mayores de edad, ¿no?-Preguntó con la esperanza de que Aria lo fuese.
-No te creas, eh. Hay chicos que apenas han cumplido aún los diecisiete, lo que pasa es que tienen cuerpo de adultos.
-Suele pasar.-Comentó como si lo que Ismael había dicho no le hubiese llegado hasta las entrañas.

Aria estaba en clase de literatura, aburrida como una ostra. Intentaba matar en tiempo dibujando, pero aún así le parecía que las agujas del reloj no pasaban.

-Aria, ¿haces algo esta noche?-Le preguntó Jose susurrando.
-No, pero no tengo ganas de salir.-Quería quitárselo de encima.
-Venga, vente a dar una vuelta conmigo.
-Que no, además sabes que entre semana no me dejan salir.
-¿Lo dejamos para el sábado?
-No sé. Déjame que atienda.

El timbre por fin tocó y Aria se puso a guardar las cosas en su mochila, mientras que en el piso de abajo, Lucas salió por la puerta pensando que ahora le tocaba dar clase al lado del aula de Aria.

-Aria, ¿sabes quién da clase aquí al lado?-Le preguntó su amiga Ana.-El profesor ese tan guapo que nos gusta.
-¿En serio?-Contesto Aria emocionada.-Vente, vamos a salirnos al pasillo a ver si lo vemos llegar.

Aria y Ana se apoyaron en la pared, justo en frente de la puerta donde se supone que Lucas entraría un tiempo después.

-Ana, Ana, ya viene.-Dijo Aria nerviosa y empezaron a fingir que llevaban mucho tiempo hablando.

Cuando Lucas apareció por el pasillo, a Aria le pareció que el mundo iba muy lento, al igual que a él. Ambos intentaban evitarse las miradas para que no notaran que estaban locos el uno por el otro, pero era imposible, entre ellos había una especie de atracción magnética que hacía que no pudieran dejar de mirarse.

-Qué bueno está...-Comentó Ana una vez que se fue Lucas.
-Es precioso...-Dijo Aria tras un suspiro.-¿Te imaginas que está casado? Me moriría...
-No creo. No tiene pinta, ¿no?
-Eso espero.

Lucas daba clase pensando en que en el cambio de clase tal vez la vería, mientras tanto, Aria, intentaba centrarse sin éxito en las explicaciones del profesor... No podía dejar de pensar en lo que le estaba pasando; era de esperar porque a ella le gustaban los chicos más grandes que ella, pero sabía que nunca podrían estar juntos porque seguramente Lucas no sabría ni que Aria existía. Aria se equivocaba.

Al sonar el timbre, Aria, Ana y Gabi salieron por la puerta y volvieron a hacer lo mismo que el anterior cambio de clase, causando en ambos el mismo efecto.

-Pues yo no sé qué le veis... Dicen que es súper borde.-Dijo Gabi.
-Pues a mi no me parece súper borde...-Le replicó Aria.-Será tímido...
-Gabi, tu tampoco hables mucho que a ti te gusta el tutor...-Saltó Ana.
-No me gusta, pero para su edad está muy bien.
-¿Sabes ya cuantos años tiene?-Le preguntó Aria.
-Cuarenta...-Dijo Gabi con vergüenza.
-¡Qué asco! Y encima feo...

Como Aria vivía lejos del instituto, sus padres habían ido a recogerla en coche, pero al montarse recibió la peor noticia de su vida.

-¿Cómo te ha ido cariño?-Le preguntó su madre nada más entrar. Llevaba gafas de sol y tenía la nariz roja.
-Bien.-Aria se había percatado, pero decidió hacer caso omiso.
-Aria...-Empezó su padre.-Esta mañana Mina se ha puesto muy malita y la hemos tenido que llevar al veterinario.

Una punzada de dolor atacó al pecho de Aria, pero se negaba a pensar en negativo, tenía esperanzas de que ahora le dijesen que ya estaba mejor... Pero no.

-¿Ya está mejor?-Dijo lo más calmada que pudo.
-Se ha muerto.-Le dijo su madre que ya no podía contener las lágrimas.

Aria ahogó un grito tapándose la boca con sus manos. En seguida su cara se convirtió en un manantial de lágrimas. Por su mente pasaban miles de momentos vividos con Mina... No podía creer que no la volvería a ver.

-Estaba fatal... Esta mañana empezó a respirar muy raro y no se podía poner de pie... Cuando la llevamos nos dijeron que se estaba ahogando, que lo único que podían hacer por ella era ponerle la inyección o dejarla que sufriera... Le dijimos que la inyección, ¿estás de acuerdo?-Le explicó su padre, a lo que ella simplemente asintió.
-Nos han dicho que se quedó dormidita y que no se enteró de nada. No sufrió.-Le dijo su madre más recompuesta.

El único consuelo que le quedaba a Aria era ese: que Mina murió sin sufrir. Cuando llegaron a casa le pareció demasiado extraño no escuchar sus ladridos, pero el mazazo vino cuando su madre abrió la puerta y Mina no vino a recibirla dando saltitos, ni que tampoco estaba echada en su lado del sofá... No estaba, nunca más volvería a estar... A Aria le comenzaron a temblar las piernas tanto que se cayó de bruces al suelo.
Ahora once años de confidencias, de amistad y sobre todo de amor hacia Mina de resumían en espacios vacíos y en recuerdos grises.

ProhibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora