Capítulo 10

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Killian se fue del trabajo lo más rápido que pudo. No podía creer la mala suerte que tenía, acababa de cruzarse a su ex novia Milah, quien había llegado en un barco turista con su marido y su hijo. Killian pensaba que ya había superado el dolor que ella le había provocado, pero por alguna razón todo volvió a explotar cuando la vio. Él se sentía tan destruido que pidió a su jefe si lo dejaba irse a su casa, y por suerte le dijo que si.

Camino a su casa Killian agradeció haber llevado su paraguas con él, ya que la lluvia que había comenzado a la mañana cada vez se volvía más fuerte. Se detuvo en el semáforo e intento salir de su estado de shock, le estaba resultando imposible hasta que vio a una mujer con cabello radiante como el sol en la parada de colectivos. Esa mujer tiene el cabello como Emma fue lo primero que pensó. Se dedicó unos segundos a mirarla detenidamente y cuando hizo camino hacia ella lo confirmó, esa mujer era Emma.

- ¿Qué haces acá? – Preguntó él cubriéndola a ella también con su paraguas.

- Hola Killian. – Saludo ella. – Espero al colectivo. – Respondió señalando la parada. - ¿Vos que estás haciendo? – Preguntó.

- Recién salgo del trabajo. – Contestó él intentando evitar que Milah vuelva a aparecer en sus pensamientos. – Estás empapada. – Dijo observándola de pies a cabeza.

- Si, mi paraguas se rompió. – Explicó ella.

- ¿Queres venir a casa a secarte? – Ofreció el.

- No, gracias. Es solo lluvia, puedo sobrevivir. – Rechazó ella quitándole importancia al asunto.

- ¡Esto no es solo lluvia, es una tormenta! – Exclamó él viendo como la lluvia se hacía cada vez más potente. – Si te quedas a esperar al colectivo te vas a enfermar, porque es obvio que va a demorar un gran rato. – Intentó hacerla entrar en razón.

- ¿Vas a insistir hasta que te diga que si? – Pregunto ella irritada, aunque la pequeña sonrisa en sus labios indicaba que la actitud que él estaba teniendo la conmovía. Ella nunca había tenido nadie que la cuide y por eso le resultaba difícil dejarse cuidar cuando alguien quería hacerlo.

- Probablemente. – Dijo él con una sonrisa. – Y sino me quedo acá con vos, compartiéndote mi paraguas hasta que llegue el colectivo. – Decidió él con confianza.

- De acuerdo, vamos a tu casa. – Se dio por vencida, ya que su insistencia la afectaba mucho. – Pero vas a tener que dejarme dar una ducha. – Demando ella.

- Trato hecho. – Festejó él y la agarró de la mano.

Killian no soltó la mano de Emma hasta que llegaron a su casa. Él se sorprendió de que ella no haya encontrado una excusa para liberarse, pero cuando la miro un par de veces y vio como sus mejillas estaban coloradas comprendió que a ella le había gustado el gesto. Hacer estas pequeñas cosas juntos cada vez se sentía más sencillo y cómodo. Killian podría estar apreciando más este pequeño avance si su cabeza no estaría inundada con lo que vivió esa mañana.

- Que linda casa. – Apreció ella mientras el la guiaba hacia el baño.

- Gracias. – Agradeció él su comentario.

- ¿No sería yo la que tendría que agradecerte por repararme de la lluvia? – Preguntó ella en un tono muy gracioso.

- No, no es necesario. – Dijo él sacudiendo la cabeza y haciéndola pasar al baño. – Para dar agua caliente tenes que abrir la llave de la izquierda. Iré a buscarte un toallón y ropa seca. Una vez que termines podes poner a secar la ropa en el lavadero. – Indicó él seriamente.

- Gracias. – Agradeció ella. - ¿Estás bien Killian? – Preguntó dando un paso hacia él y mirándolo a los ojos como tratando de leer sus expresiones.

New York City SerenadeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora