Capítulo 2

1.1K 77 8
                                    

Killian no era un hombre al que le gustaran los boliches o las multitudes, pero desde que se mudó a Nueva York y empezó a formar parte de una banda de música no le quedo otra que acostumbrarse.

Por más que su banda "Neverland" no tocaba esa noche, decidió ir al boliche a tomar unos tragos con su amigo Robin. Como solía ser costumbre a Robin se le hizo tarde. Seguramente estaba con su novia Regina. Killian fue a la barra a pedirse un trago mientras esperaba. Mientras tomaba su ron sus ojos quedaron cautivados por una mujer de cabello brillante como el sol. Él no era de las personas que les gustaba conocer personas en los boliches, pero por esa rubia estaba seguro que podría hacer una excepción. Lo que más le llamó la atención de esa mujer era que parecía fuera de lugar, como si no quisiera estar allí. Se preguntó que haría sola y se le pasaron miles de motivos por la cabeza, pero todos se desvanecieron cuando otro hombre apareció a su lado y comenzó a hablarle. Killian observo como ella se sentía incómoda con la presencia de ese hombre, y se sintió aliviado cuando ella lo rechazo y se fue. A Killian le gustaba las mujeres con carácter que podían defenderse solas. Pero a Killian no le gusto ver que el hombre la siga y continúe insistiendo. Killian se rió al ver como ella escupió la cara de ese hombre y se enojo muchísimo al ver que él se atrevió a pegarle una cachetada. Si hay algo que Killian no soportaba era la violencia, así que finalmente decidió intervenir.

¿Quién diría que la mujer que defendió iba a ser Emma? Ellos habían tenido muchas oportunidades para conocerse, pero por alguna razón siempre faltaba alguno de los dos. Cuando Killian estaba, Emma no. Y cuando Emma estaba, Killian no.

Killian se sorprendió mucho al enterarse que la chica de cabello como el sol era Emma y no pudo dejar de mirarla ni por un segundo. Él tenía tanta curiosidad en ella. Él quería saber porque a ella no le gustaba festejar su cumpleaños. ¿A quién no le gusta festejarlo? Él quería saber porque ella se fue tan rápido como llegó. Él quería saber porque ella tenía una mirada tan perdida y cargada de dolor. Él quería saber porque ella se asustó cuando él agarro su brazo. Mirando sus ojos Killian estaba seguro de que a ella la habían lastimado antes, y probablemente mucho.

Y así Killian se pasó toda la noche pensando en Emma.

Al otro día, Killian fue a ensayar con su banda, y como siempre tuvo un gran rato. La música era una de las pocas cosas que lo hacían sentir bien. Pero a pesar de todo, su cabeza no pudo dejar de preguntarse por Emma.

- Buen ensayo, ¿No? - Le comentó Robin y le convido una cerveza fría.

- Si, muy bueno. - Dijo Killian con una pequeña sonrisa.

- ¿En dónde anda tu cabeza hoy? - Preguntó Robin. Claro que Robin iba a darse cuenta que la cabeza de Killian estaba en cualquier lado. Ellos eran muy amigos y se conocían demasiado.

- ¿Qué sabes de Emma? - Se animó a preguntar Killian.

- ¿Por qué me preguntas por ella? ¿Qué quieres con Emma? - Cuestionó Robin poniéndose serio y Killian se rió para sus adentros al notar lo protector que era su amigo.

- Yo solo quiero saber cómo está después de lo que pasó ayer. Ella se quedo realmente mal luego del encuentro con ese borracho. - Explicó Killian.

- Si, cierto. Ella dice que está bien. Ella es fuerte, ya va a superar lo que pasó. - Dijo Robin algo preocupado y dando un par de suspiros.

- ¿Por qué no le gusta festejar su cumpleaños? - Preguntó Killian.

- Ella tuvo una vida muy difícil, y no es mi lugar estar contándote cosas sobre ella. Y para que sepas ella no es de la clase de mujeres que tiene relaciones con hombres. - Contestó Robin luego de tomar un gran sorbo de cerveza.

- ¿Quieres decir que ella es gay? Que desperdicio. - Comentó Killian intentando de ponerle humor a la situación.

- Killian sabes que eso no es a lo que me refiero, lo que quiero decir es que ella no confía en casi nadie. La han lastimado mucho. Conociendo tu historia y la de ella, te recomendaría que no intentes nada. - Dijo sinceramente Robin.

- Yo no tenía pensado intentar nada. - Se defendió Killian.

- Te conozco y sé que más de uno la querría a ella para una noche porque es hermosa, pero eso no va a pasar. - Insistió Robin.

- Yo no la querría solo para una noche. Igual tema cerrado, no se habla más de Emma. - Dijo Killian y se fue a afinar su guitarra.

Después de la charla con su amigo Killian decidió que no iba a pensar más en Emma. Ella podría ser hermosa, y él podría estar intrigado en su vida, pero la realidad era que no se conocían. ¿Para qué pasarse el tiempo pensando en alguien que ni siquiera conocía? Aparte Killian no tenía buenas experiencias en cuanto al amor. La única mujer que él alguna vez amó, Millah, lo había dejado para casarse con otro hombre. Desde ese momento Killian había prometido no volver a enamorarse, así que era mejor seguir así.

Un Lunes a la mañana Killian decidió ir a Starbucks por un café. Antes de entrar al local chocó con una mujer haciendo que ella y toda su bebida caiga al piso.

- Lo siento mucho, no estaba prestando atención y perdón. ¿Te lastimaste? – Se disculpó Killian y le ofreció su mano para ayudarla a pararse.

- Estoy bien. – Dijo ella y se paro sin aceptar su mano. - ¿Killian? – Preguntó sorprendida cuando finalmente sus miradas se encontraron.

- Hola Emma. – La saludó estando tan sorprendido como ella. – Lamento haberte chocado y haber tirado tu café. – Se disculpó de nuevo sintiéndose muy torpe con la situación.

- Está bien, yo tampoco iba prestando atención. – Comentó ella, quitándole importancia al asunto y haciendo que él se sienta algo aliviado.

- Déjame comprarte otro. – Ofreció él.

Ambos entraron a la cafetería e hicieron la cola para hacer el pedido. Killian seguía sorprendido por el encuentro de ambos. Hace dos años que él vivía en la ciudad y nunca se había cruzado con ella. O tal vez si se la había cruzado, pero como no la conocía no había prestado atención. No, eso era imposible, ella era una de esas personas a las que cualquiera presta atención. Aprovecho de tenerla cerca para empezar a notar cosas más detalladas de ella; como el verde brillante de sus ojos, las pequeñas pecas en sus mejillas, los bucles que se formaban en las puntas de su largo cabello.

- ¿Y cómo estás con lo que pasó la otra noche? – Preguntó él tratando de iniciar una conversación.

- Mejor, pero preferiría no hablar de eso. – Contestó ella frunciendo los hombros ya que se sentía muy incómoda y expuesta.

- Lo siento. – Se disculpo él.

- ¿Qué haces por acá? Pensé que trabajas en el puerto. – Dijo ella cambiando el tema.

- Si, trabajo en el puerto, pero vivo acá en el centro. – Explicó él.

- Que lastima, la zona del puerto es muy linda para vivir. – Comentó ella.

Killian tenía una casa frente al puerto que su padre adoptivo le había dejado, pero hasta ahora no se había animado a vivir en ella porque le traía muchos recuerdos. Emma tenía razón, el puerto era mucho más lindo que el centro de la ciudad. Tal vez era hora de seguir con su vida y afrontar sus miedos.

El celular de ella sonó y se disculpó con él, ya que debía atender la llamada. Killian vio como sus expresiones iban cambiando a lo largo de la conversación. A Killian le gustaba ver sus expresiones e intentar adivinar sobre que era la conversación.

- Lo siento, pero hay un problema en mi trabajo, debo irme. – Dijo ella luego de terminar la llamada.

- Pero ni siquiera llegamos a pedir el café. – Se quejo él, viendo que todavía quedaban tres personas delante de ellos para tomar el pedido.

- Será en otra ocasión. – Propuso ella.

Emma dejo un beso en su mejilla y se fue lo más rápido que pudo. Killian la observo hasta que desapareció de su vista. Cuando llego su turno, pidió dos cafés y uno lo envío a la oficina de Emma.

Estaba jodido, si que iba a ser difícil no pensar en ella.


New York City SerenadeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora