Capítulo 7

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Después del suceso de la lavandería, siguieron callados un buen rato, hasta llegar a la casa de Helen. Mat se sorprendió de que viviera en un piso y no en una casa, ya que el instituto le pillaba muy lejos de su barrio. Helen se paró delante de la puerta y se giró hacia Mathew.

-¿Qué? –preguntó Mat intimidado por la mirada tan directa de Helen. – ¿Por qué me miras así? –volvió a preguntar el chico.  

-Nada, es que… ¿te apetecería entrar a mi casa? –preguntó Helen algo nerviosa.

-Huh… sí… supongo. Por qué no… –contestó Mathew no muy seguro. Tenía vergüenza por si estaba su madre.

Helen introdujo las llaves en la cerradura de su puerta, tras haber subido tres pisos corriendo por las escaleras. Entraron y una suave brisa los envolvió de inmediato. Se notaba que su madre no estaba en casa, ya que siempre que se iba aireaba la casa dejando todas las ventanas de la casa abiertas. Al cerrar la puerta, la brisa cesó, y Helen dejó las llaves sobre la mesilla. Mat miraba hacia todos lados inspeccionando la casa. No se oía ningún ruido, por lo que pensó que no habría nadie a parte de ellos dos. Eso era bueno, pero por otra parte lo incomodaba bastante.

Helen le enseñó la casa, y los dos se quedaron hablando sentados con las piernas encogidas en la cama de ella. Había pasado ya un buen rato, y los dos se habían acostado uno al lado del otro, aunque continuaban hablando sobre todo lo que se les ocurría, y al parecer, tenían cosas que hablar.

Mathew le contó a Helen cosas sobre su pasado, y sobre su padre, en especial, así que Helen no tuvo más remedio que contarle también que vivía sola con su madre, y que sus padres estaban separados desde hace unos cuantos meses. Dudó en si contarle el asunto de la universidad o no, pero al final creyó que no era necesario que él lo supiera, y no le dijo ni una sola palabra sobre eso.

-Helen. –dijo Mathew levantándose de la cama y quedándose sentado de espaldas a la chica.

-¿Qué pasa? –preguntó extrañada. Mathew calló, haciendo una larga e intensa pausa.

-Quiero que seas mi novia. –dijo a la vez que se giraba bruscamente hacia ella.

Helen se quedó alucinada en el sitio. Ya era demasiado por un día. Su corazón no podría soportar tanto. Primero me dice que me quiere y se va sin decir nada más, y ahora me dice esto. ¿Qué demonios debería de decirle ahora? Qué incómodo… pensaba ella y se mordía el labio preocupada mirando a Mathew. El chico la miraba a ella con una media sonrisa coqueta que podría enamorar a cualquiera, pero ella ya lo estaba…

-¿Cómo? –preguntó Helen varios segundos después.

-Te quiero, Helen. –dijo sonriente y el frágil corazón de Helen volvió a palpitar con fuerza.

-Yo… esto… –murmuraba la chica, no sabiendo que contestarle. Tenía tanto miedo de expresar sus sentimientos, tenía tantísimo miedo de decir que ella también lo quería, que le era simplemente imposible soltar esas dos diminutas pero muy importantes palabras. Ya le había dicho que estaba enamorada de él, y le costó lo suyo, ¿por qué me hace esto? Si ya sabe que yo también…

Y Mathew lo notaba, lo sabía y sabía también que no podía haber caso más difícil que aquella infinitamente preciosa chica, al menos para él lo era, y que enamorarse de ella fue algo que no se podía evitar en su situación. Ella tenía algo que le hacía olvidarse de quién era y de dónde venía, le hacía olvidarse de sus principios. Ella lo volvía loco e insensato. Con su sonrisa, ella hacía que su corazón siguiera latiendo.

Miraba los labios de Helen y ansiaba poder rozarlos ya de una vez. Le parecía tan sumamente atractiva y guapa. Su voz le parecía tan suave, y a la vez tan fuerte, que hacía que con cada palabra sus entrañas se llenaran de felicidad infinita, cual niño al recibir los regalos de navidad. Cuánto deseaba que en ese momento ella se acercara a él y simplemente le besara.

The Bitter EndDonde viven las historias. Descúbrelo ahora