Capítulo 16

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La noche prometía... 

Helen estaba sentada en el borde de la cama, pensando sobre la llamada de Mathew a última hora, y la mala suerte que tuvo por haberla pillado volviendo a casa de comprarse un vestido negro especial para la ocasión. Le hacía ilusión la cena, pero más porque quería decirles a todos que se iba, ya que pensaba que tal vez así Mat no se lo iba a tomar tan a pecho. Pero ahora ya no podría, y tendría que esperar a otro día, mientras que sus nervios aumentaban minuto por minuto. 

Cuanto más lo pensaba, más segura estaba de que quería irse. Se imaginaba llevando orgullosa por las calles de Manhattan la sudadera de la universidad, a la gente mirándola con envidia y recelo, y es que, el simple hecho de saber que iba a estudiar lo que más había querido desde pequeña, eso ya la hacía dar saltitos de emoción. 

El vestido negro estaba estirado a lo ancho de la cama, ella yacía a su lado, el móvil más a la derecha. Quería llamar a Tamara y organizar una noche de chicas, pero ella no era de esas que hacen planes con amigas, es más, ni siquiera sabía si Tamara la consideraba a ella como una amiga. Tanta era la incertidumbre que prefería quedarse en su casa, además, ya podrían quedar todos juntos otro día, y sería casi que mejor, debido a su problema de quedarse muy fácilmente sin temas sobre los que hablar. 

Qué desperdicio de dinero... pensaba y seguía mirando de reojo el vestido. Le daba mucha pena. 

  –¡Ya estoy en casa! –gritó su madre dejando las llaves en la encimera, mientras comenzaba a quitarse los zapatos vio a su hija parada apoyando el hombro en el marco de la puerta. No parecía muy animada. –¿Aún sin vestir? ¿No decías que ibas a ir con unos amigos a una fiesta sobre esta hora? –preguntó echando una ojeada al reloj colgado de la pared. 

  –Sí, pero... me ha llamado Mat diciendo que se cancelaba, un amigo suyo lo está pasando muy mal y va a quedarse con él para hacerle compañía. 

  –Hm... Pues como no tienes planes para hoy... ¿Te apetecería venirte a cenar conmigo? Hace tiempo que no salimos por allí solas, tú y yo. –propuso sonriente. Helen rió, es verdad que hace tiempo no salían, y sabía que su madre necesitaba que ella le contara cosas sobre su vida para no sentir que es una mala madre o algo por el estilo. –Además, tengo que contarte algo importante... –comentó entre suspiros. 

Helen asintió con la cabeza y soltó un ligero "vale" acompañado de una dulce sonrisa. Entró a su cuarto para vestirse. Cogió el vestido por la parte de los hombros y lo alzó en aire. Al final sí que iba a estrenarlo esa noche. Pero, de pronto, la musiquita irritante que tenía como tono de llamada hinundó las cuatro paredes del cuarto. 

  –¿Sí? 

  –Helen, he conseguido convencer a Chester de salir para tomar unas cervezas un par de horas. ¿Sigues queriendo venirte? –preguntó y Helen tragó saliva nerviosa. Ahora le daba pena decirle que no, pero luego estaba su madre que la había invitado con toda su buena intención... Difícil elección, pero aún así... 

  –Vale, ¿dónde nos vemos? 

  –Ahora pasamos a por ti en un cuarto de hora. Nos vemos, cariño. –dijo y colgó al instante. 

Dejó el móvil en la cama y se sentó al lado. No quería decirle que no a su madre, pero es que no le quedaba otra. Le daba pena, pero en fin, ya quedarían otra noche. 

  –Helen, mira, ¿qué tal está este modelito? –preguntó su madre entrando a la habitación. La chica dio un sobresalto de la cama y se levantó incorporándose el camisón del pijama. 

  –Eh, sí, sí, eh... Mira, es que... Ha llamado Mathew y bueno, al final sí que van a cenar, falsa alarma... –rió en desesperación y su madre suspiró sonriente. 

  –No te preocupes, anda, que no pasa nada. –dijo ella y Helen levantó la mirada sorprendida. 

  –¿De verdad? Eres la mejor. –soltó mientras se acercaba a abrazarla. 

Era tarde, tal vez medianoche, o más, en un ruidoso bar en el centro de la ciudad, repleto de adolescentes hormonados con un par de copas de más que estaban dispuestos a todo con tal de saciar su apetito sexual, e incluso el más calladito intentaba pillar cacho para no quedarse como el lento del grupo.

Paola y Nick estaban sentados en la barra esperando a la hermana de éste último. Llevaban dos o tres copas, y hasta ahora estaba siendo una noche agradable. Quizás no era lo que Paola entendía como cita, pero tenía que admitir que estando con él comenzaba a sentirse agusto sea donde sea. Nick parecía nervioso, era normal, no había visto a su hermana hace ya mucho tiempo, y no sabía que esperarse de ella, era toda una caja de sorpresas. 

  –Hola, hermanito. –dijo esa voz demasiado grave como para ser de mujer, pero a la misma vez muy sensual. 

  –Ho-hola Vivianne... –soltó Nick aún sin poder calmar sus nervios. De pronto, sintió una mano cálida sobre el hombro, y al girarse, vio el rostro sonriente de Paola, aquello le tranquilizó bastante. Le sonrió en respuesta y se volvió a girar hacia su hermana.

  –No sabía que la zorrilla esta y tú ahora estuviérais juntos, pensaba que sólo la querías para tirártela. –agarró el vaso de ron que tenía Nick enfrente y le dio unos tragos. –Demasiada Coca-Cola, te estás volviendo muy infantil, pensaba que tú no bebías mezclados. 

  –Vayamos al grano, ¿va? –pidió Nick sonriente y Vivianne rió, segundos después, volvió a la compostura y un rostro serio apareció en ella. 

  –Quiero que traigas un poco de droga desde la costa. –comentó con seriedad, mirándole fijamente a los ojos. –La furgoneta te la proporciono yo, simplemente tendrías que ir, recoger la mercancía y venir. 

  –¿No tienes perritos falderos que lo hagan por ti? –preguntó Paola mosqueada, Nick miraba hacia su copa sujetándola con ambas manos. La chica soltó unas carcajadas. 

  –Bonita, ¡él es el mejor en esto! De no ser así no gastaría mi tiempo viniendo a una fiesta de adolescentes descerebrados. Además, él sabe que le pagaría una buena recompensa por ello, ¿verdad? –Vivianne arqueó una ceja mientras miraba al rostro de Nick. Aquel no parecía estar dispuesto a decir nada. 

  –Pues verás, Vivi, él ha terminado con eso, así que dudo que consigas algo, ve a pedírselo a otro. Nick no es tan tonto como para...

  –¿Cuál sería la recompensa? –preguntó Nick cortando a su acompañante. Paola miraba disgustada al chico, no se podía creer que aún después de todo, siguiera queriendo arriesgar tanto su vida a cambio de dinero. 

  –Así mejor... –dijo Vivianne riendo. Cogió una servilleta medio doblada y comenzó a escribir una cifra. Al terminar la arrastró por la barra hacia Nick, para que Paola no pudiera verla, por si acaso. –¿Te parece correcto? –Nick dudó, pero terminó doblando el papel fastidioso y guardándoselo en el bolsillo del pantalón. 

  –¿Dónde y cuándo? –dijo con seriedad. Su rostro estaba totalmente neutro, en cambio el de Paola expresaba rabia e incomprensión. 

  –Te llamaré. –Vivianne le guiñó el ojo y se levantó del taburete mientras comenzaba a caminar hacia la salida, dejando a la pareja solos en la barra. 

  –Podías haberle pedido otra cosa que implicara menos riesgo, sé de muchos a los que han metido a la cárcel de por vida por eso. 

  –Yo también, pero ya lo he hecho varias veces, es cuestión de aparentar muy bien. 

Paola tragó saliva. No le gustaba para nada esa idea, y preferiría antes que se dedicara a darle palizas a la gente por allí en vez de arriesgarse tanto. Acababa de recuperarlo, acababa de ganarse una persona importante en su vida, ¿y él ya estaba echándolo todo a perder de nuevo?

The Bitter EndDonde viven las historias. Descúbrelo ahora