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A la mañana siguiente cuando Javy me pregunta sobre la cita no le doy muchos detalles. Él se da cuenta de que no quiero dárselos, así que se pone a trabajar. Yo estoy preparando desayuno para ambos. Tenemos mucho trabajo para entregar el miércoles. Esto hace que casi no pueda hablar con Alice durante los primeros días de la semana. Me hace sentir mal ya que quisiera visitarla, pero, trabajo es trabajo, y ella lo entiende.

El lunes cuando hablamos por la noche le prometo que saldremos el próximo sábado. Ella me dice que le parece excelente. Luego, nos vamos a dormir, ya que ambos trabajamos al día siguiente.

Por fin es miércoles, día de entrega. El Sr. Gonzales prefirió esta vez vernos en un restaurante en el Viejo San Juan a eso de las cuatro de la tarde. El restaurante seria "Aguaviva" ubicado en la calle "Fortaleza".

Javy y yo llegamos cortos de tiempo, son las 3:55pm cuando salimos del Mazda 6 color rojo de Javy, y estamos estacionados lejos del restaurante.

–Tenemos que correr– digo mientras bajamos las escaleras del multi-pisos.

–Correr es poco– acierta Javy.

No corremos literalmente. Pero, si caminos muy de prisa.

Cuando salimos a la calle, noto que está a punto de llover. Por suerte traigo mi paraguas. Una vez siento las primeras gotas en mi cabeza, abro el paraguas. Javy y yo no queremos estropear nuestra elegante vestimenta. Pero al parecer el día de hoy no es nuestro. Una ventisca voltea el paraguas haciendo que este se rompa.

–Excelente– dice Javy después de detenernos.

–Esta cosa ya no nos servirá– digo y me acerco a un zafacón que está cerca.

–Oiga, compre una rosa y llévesela a la chica de sus sueños– escucho la voz ronca de un hombre mayor.

Justo al lado del zafacón hay un señor vendiendo rosas blancas.

Esas rosas automáticamente me recuerdan a Alice. Me recuerdan su color de piel, y de seguro que su aroma es igual al de ella. Es el regalo perfecto para Alice. Debería comprar una y llévasela. Pero, tengo reunión.

Como siempre, cuando se trata de Alice, mi cuerpo actúa sin que yo lo autorice.

–Deme una– le pido mientras busco mi billetera.

–Serian cinco dólares– ciento que me quiere asaltar. Pero, al ver su aspecto decido ayudar.

Saco el dinero.

–Tenga, diez dólares. Guarde el cambio para usted.

El señor toma el billete.

–Muchas gracias joven. Que el señor lo bendiga– está muy feliz por la cantidad que le he dado.

–¿Qué demonios estás haciendo?– me pregunta Javy, quien está parado como un tonto justo detrás de mí.

Ha comenzado a llover más fuerte. Por suerte en la zona que estamos no nos mojamos. Estamos cerca de una tienda.

–Creo que tengo algo muy impórtate de hacer– digo.

–¿Crees?– me pregunta confundido.

Creo que estoy muy seguro de que es lo que quiero hacer.

Rosas Blancas y CaféDonde viven las historias. Descúbrelo ahora