Epilogo

55 5 11
                                    


Regrese a Puerto Rico hace dos días. Es una hermosa mañana aquí en las calles del Viejo San Juan. Es la segunda vez que vengo desde que llegue. Es martes, y como son las ocho de la mañana, veo personas casi corriendo hacia sus trabajos. A pesar de que quiero llegar a mi destino lo más antes posible, camino a un paso normal disfrutando del lugar.

No esperaba que fuera tan pronto, pero, al llegar al "Café Leo" veo que el letrero de abierto esta encendido. No dudo en entrar.

Allí esta ella, preparando un café en la máquina de su padre. Vestida como una empleada más del lugar. Noto que está sola, y que solo hay tres clientes.

Ella no se voltea a mirarme hasta que estoy en el mostrador. El lugar goza de un nuevo espíritu, del espíritu de Alice. Las mesas tienen floreros llenos de rosas blancas, incluso hay un florero aquí al lado de la caja registradora.

Al verme mantiene una expresión serena, justo como lo hago yo. Se acerca y me muestra una pequeña sonrisa.

–¿Qué desea?– me pregunta.

–Un late por favor– digo, ella asiente.– Y...– tomo dos rosas del florero– algunas rosas blancas.

Ella frunce el ceño.

–Eso es injusto– me dice.

Pongo un gesto confuso.

–¿Por qué?

–No es justo que te quedes con el café y las rosas blancas.

–¿Entonces que sería justo, señorita?

Se acerca un poco a mí.

–¿Qué tal si yo me quedo con el café, y tú con las rosas?

Busco en mi bolcillo y saco el anillo.

–¿Qué tal si compartimos?

Su sonrisa me dice que es el momento de colocar el anillo en donde pertenece y así dar por terminado estos malos momentos.

Alice se ha recuperado, y sé que ahora está en donde pertenece. No porque yo diga que es así, es porque la amo, y sé que es lo que quiere en su vida. Por suerte, quiere lo mismo que yo.




Rosas Blancas y CaféDonde viven las historias. Descúbrelo ahora