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Es sábado y son las 8:30pm. Estoy caminando hacia el "Café Leo" para recoger a Alice. No sé qué somos exactamente. Solo han pasado tres semanas desde que la vi por primera vez, y siento como si fueran meses.

Solo nos hemos besado tres veces, y eso fue el miércoles. Regrese el jueves y el viernes al café, y no pasó nada. Aunque si hablamos por horas. Incluso la vi pintar.

El jueves por la tarde, fuimos al jardín y la observe durante más de dos horas mientras su pintura tomaba forma. Estaba pintando un rosal de rosas blancas y le añadió unas semillas de café que al parecer crecían dentro de las rosas. Era hermosa, aunque no la logró terminar.

El viernes decidimos salir a dar un paseo por el Viejo San Juan. Esa vez caminamos por el puerto. Vimos los cruceros que llegaron esa tarde, y disfrutamos de la briza del océano. Al final de la velada no pasó nada, simplemente no veía el momento preciso para volverla a besar. Soy un perfecto pendejo.

Hoy iremos a Condado. Alice conocerá a mi grupo de amistades, entiéndase Laura, Moisés, Juan, y Zara.

Hoy me he decidido a volver a besarla sin importar si es o no es un buen momento. Ya no puedo seguir siento tan pendejo. Ella me quiere, no comprendo porque me da tanto miedo besarla. Sí, eso es lo que siento, miedo. Es estúpido... soy estúpido.

Al entrar al café, me encuentro con un Leo estresado. Está en el mostrador, haciendo unos apuntes.

–¿Qué tal Leo? ¿Todo bien?– pregunto después de acercarme.

Leo levanta la vista y me saluda.

–Todo bien– me dice.

–Te noto estresado– le digo.

–Sí, es que hoy no ha sido un buen día. La máquina de café se dañó, y tuve que sacar la viejita– señala una maquina más pequeña que está al lado de la otra.– El problema es que no es tan buena como la grande.

–Que mal. ¿Pero, ya hiciste los arreglos para arreglar la grande?

–Pues, eso espero. Se supone que el especialista venga mañana... hice todo lo que pude con mis conocimientos, pero, es mejor dejárselo a los expertos... mon Dieu– eso significa "Dios mío". Sigo su mirada y lo comprendo perfectamente.

Alice camina hacia acá. Lleva un vestido negro pegado a su figura, cabello suelto y unas zapatillas de tacón negras. Como siempre, su maquillaje es sencillo. Lleva los labios rojos y yo siento que voy a necesitar sostenerme de algo antes de caer al suelo. Por suerte el mostrador está cerca y me puedo sujetar de él.

Siento que está demasiado hermosa para mí. Me he puesto una camisa de botones manga larga color blanca con unas rayas verticales color negro, y unos pantalones negros.

–Te vez hermosa y elegante– digo mientras me acerco. Me he recuperado más rápido de lo que creí.

–Gracias. Igual tú. Tu barba me encanta.

Me he dejado crecer la barba desde el sábado que ella me dijo que le gustaba. Así que está más larga de lo que normalmente la dejo. Esta mañana el barbero pasó un buen rato arreglándomela. Realizo un excelente trabajo.

Llego hasta ella y le doy un beso en la mejilla. Soy un idiota... Soy un idiota.

–Bueno, yo aún no sé qué es lo más que me gusta de ti– digo después de unos segundos silenciosos.

Rosas Blancas y CaféDonde viven las historias. Descúbrelo ahora