Capítulo 3: "El Instituto de Estrasburgo está siendo atacado."

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[...] 18:04, 6 de Agosto, 2010. (Calles - Alicante, Idris).

Una pareja caminaba por las calles de Idris dándose la mano. Un submundo y un nefilim, un inmortal y un mortal, Magnus y Alec, Bane y Lightwood. Mentir sería decir que no sentían las miradas, tanto de admiración como de repugnancia que les dirigían los demás, pero a ninguno de los dos les importaba. Quizá a uno le importaba menos que al otro, pero ya habían pasado por esa etapa de la inseguridad máxima inicial.

En Idris no había mucho que hacer. Alec apenas había vivido un par de años allí –era su tierra natal– y aun así no sabía a dónde llevar a Magnus. Quizá una pareja de cazadores podía entretenerse yendo a la tienda de armas o entrenando juntos, pero obviamente ese no era su caso.

"¿En qué piensas?" Le preguntó Magnus.

"En algo para hacer," respondió honestamente como le caracterizaba. "A menos de que quieras ir a comprar armas juntos para luego entrenar, estoy perdido."

Oyó la melodiosa risa de su acompañante. "Si bien creo que te ves muy sexy cuando usas tus armas... tengo una mejor idea."

Magnus le llevó hacia una zona que no conocía muy bien de Idris, al parecer un establo. Acarició unos caballos, uno blanco y el otro negro, y fue a buscar unas sillas.

"Estoy seguro de que nunca me has dicho que montas caballos." Dijo Alec un poco confuso y a la vez preguntándose si este establo siempre estuvo allí.

"No lo hago."

"Magnus." Siseó, sabía que su brujo no tenía la mejor cordura pero ¿Realmente iba a aventurarse tan de repente y sin experiencia a montar equinos?

"Pero tengo un novio con buenos reflejos que me salvará de caerme." Dijo Magnus y de sus manos empezaron a desprender brillos azules.

"¿Por qué de tus manos sale brillo azul?"

"Un hermoso novio en el que confío." En el ambiente se sintió el olor a azúcar quemada, Magnus estaba usando magia.

"¿Por qué los ojos de ese caballo ahora son azules?" Preguntó mientras observaba los impresionantes nuevos tonos de los ojos anteriormente oscuros del caballo blanco.

"El mejor de los novios que alguien podría pedir."

Y de pronto, Alec cayó en cuenta. "¿Estás hechizando al caballo?"

"No quiero hacer el ridículo y caerme." Admitió Magnus con un puchero con el que se veía sumamente tierno.

"¿No que confiabas en tu hermoso novio con buenos reflejos?" Alec se sonrojó al terminar de describirse como el brujo lo había hecho. Empezó a pensar que habían pocos momentos en los cuales estaban juntos donde su piel no tomaba ese tono.

"Lo hago, pero no me gusta depender de tus habilidades de super nefilim."

Alec se ruborizó aún más con esto último y para desviar la atención de sus mejillas se subió rápidamente al caballo negro y le dio una pequeña patada al lado para que avanzara.

"No le he hechizado aún."

"No me gusta depender de tus habilidades de super brujo." Imitó.

"Pero ni sabes a dónde vamos."

El oji-azul se pensó esto por un breve lapso de tiempo. La razón del corto intervalo: la adrenalina. Su cuerpo de repente le pidió a gritos drenarla, y una buena forma de hacerlo sería perderse un rato a una buena velocidad con un amigo cuadrúpedo.

Magnus pensó que el silencio del contrario significaba que por fin iba a dejar que tuvieran un paseo tranquilo y sin riesgo a caídas. Cuando estuvo a punto de hechizar al caballo ante la aparente rendición del nefilim, este último decidió patear incluso más fuerte al caballo. "Lo averiguare." Fue la respuesta que le dio junto al relincho del animal y acto seguido vio a la figura que se alejaba.

Ya No Una Sombra MásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora