Capítulo 19: "No dejaría a Alec."

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[...] 23:51, 24 de Diciembre del 2010. (Plaza Merdeka - Jakarta, Indonesia).

Magnus y Alex se acercaron al cuadrilátero, uno más seguro que el otro. En teoría estaban en desventaja, ya que solamente podían usar las manos (no magia), pero uno no vivía más que el humano promedio sin aprender algunos trucos. 'Cuervo' fue directo hacia Magnus, buscando engancharle un buen golpe en el estómago, pero el brujo se alejó rápidamente y le golpeó la nuca. El rubio quiso ahora golpearle en la cara, pero como había diferencia de estaturas le demoró más tiempo, tiempo que Magnus aprovechó para patearle en la rodilla izquierda, haciendo que caiga. 'Cuervo' no se levantó, sino que golpeó el interior de la pantorrilla de su contrincante para hacer que cayese con él.

Al contrario de su compañero, 'Zafiro' no parecía demasiado agresivo, aunque sí bastante directo. Alex saboreó el metálico de su propia sangre después del tercer derechazo que recibía. Para el cuarto, interceptó el brazo y pellizcó en puntos estratégicos, causando que el azabache perdiera el control de éste. Alex hizo fuerza intentando empujarle fuera del 'ring'. 'Zafiro' no se lo permitió, le pateó en el pecho para zafarse tan bruscamente que quedó espalda a espalda a Magnus, quien recién se levantaba.

'Zafiro' le cogió los codos con los suyos propios y lo levantó con intención de usarlo como peso contra el hada, pero Magnus anticipó y echó su masa hacia atrás. Causando que ahora hubiesen invertido papeles. De cerca, el brujo podía apreciar más a su contrincante, no era mucho más bajo que él (apenas unos centímetros) así que eso no lo tenía a su favor. Cargó en contra, pero le evadió con un salto. Así, la lucha continuaba pareja de ambos lados.

Eso hasta que Magnus escuchó a Alex maldecir. 'Zafiro' aprovechó su distracción para tirarlo plano contra el suelo, haciendo que perdiese. Vencido, el brujo volteó la cabeza y en la tierra vio una máscara plateada con gemas azules, volvió la mirada a 'Zafiro' para observar a su contrincante ya sin impedimento.

A poco más de diez centímetros veía un rostro de porcelana perfectamente esculpido, con facciones duras y rectas que encontraban de alguna manera una armonía quizá incluso femenina. Labios no demasiado voluptuosos y ojos grandes cubiertos por una capa de largas pestañas oscuras. Su cabello estaba bastante más corto, pero no dejaba de ser ese mismo azabache donde ya antes había enredado sus manos a forma de caricia. Había estado varias veces en una posición similar para saber que, el hombre encima de él, no podía ser otro que no fuese su Alec. O eso pensó hasta que los ojos en ese bello rostro se abrieron.

No eran el cálido azul, valga la ironía, al que estaba acostumbrado. No eran esos zafiros traslúcidos que tanto amaba. Eran ojos negros como el carbón o el hollín, los más oscuros que había visto en su vida. La pupila ni se podía distinguir en esos ojos vacíos de emoción.

A lo lejos escuchó cómo decían en su natal indonesio. "Queda un minuto para las doce." 'Alec', no se sentía del todo cómodo llamándole así, se levantó y cargó contra su amigo 'Cuervo'. Magnus se dio cuenta de que, con esa máscara y esos ojos casi igual de oscuros que los de su 'amado', no podía ser otro que Sebastian.

Sintió que alguien le sacaba del cuadrilátero, probablemente Alex u otra persona que no quería que fuera un obstáculo en la pelea de esos dos hábiles luchadores. Hace un rato, cuando se enfrentaba a quien él creía era un cazador común y corriente, no había sentido esa fuerza y rapidez. Los ataques contra Sebastian eran precisos y poderosos, más que una pelea parecía una danza. Alec, quien siempre anduvo a la sombra de su parabatai con extra sangre angelical, se encontraba perfectamente a la par del cazador más sangriento de todos. Todo esto era increíble para Magnus y luego llegó la guinda del pastel. Alec derrumbó al rubio y se finalizó la cuenta atrás hasta Navidad. A su alrededor varias personas se abrazaban y daban buenos deseos, pero sus ojos seguían fijados en el 'ring'. 'Cuervo' se quitó la máscara, revelando, -en efecto– al monstruo de cabellos platinados y rió con una alegría y familiaridad que hizo encoger el corazón de Magnus. Alec reía igual y en un descuido Sebastian le tenía contra el suelo. Lejos de sentirse atemorizado o amenazado, el azabache le sonrió con una picardía que solamente recordaba de sus encuentros más íntimos.

Ya No Una Sombra MásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora