Capítulo 8: "Deseo mostrarte una verdad, tu verdad."

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[...] ¿?

"Si estás muerta... ¿Cómo es que podemos hablar?"

Luzbel se rio. "Piensa en un demonio mayor cuando muere y va a su dimensión de origen. Aplica una lógica parecida."

Alexander asintió lentamente. "¿Qué hago yo aquí?"

"Lucifer pensó que necesitabas saber la verdad."

"¿Qué verdad?"

"Ya lo sabrás, acompáñanos."

La puerta sin manilla de la habitación se abrió y Jonathan fue el primero en salir. Luzbel miró expectante a Alec, quien tras levantarse de la cama le ofreció casi instintivamente su brazo como caballero. La joven casi con una emoción infantil puso su mano en ese hueco de su brazo y ambos salieron del cuarto. Se encontraron con un pasillo que aparentaba ser muy largo, ya que llevaban unos buenos minutos caminando y no se acababa. Estaba apenas iluminado por unas antorchas en las paredes y tenía un espectro peligroso, el nefilim caminaba recto y ligeramente por delante de Luzbel en una posición de defensa que se le hacía natural. Eventualmente se encontraron con Jonathan quien miró a Luzbel con una mala cara. "¿Te diviertes?"

"Un poco, sí," Alexander no entendía de que hablaban. "Mira, allá está la salida."

Tal como la azabache lo había dicho a unos pocos metros se encontraba una puerta que tuvieron que forzar para entrar a una gran sala con decoraciones góticas y lúgubres. En el centro había unas escaleras enormes dirigidas a un trono. En el trono estaba un hombre alto, de rasgos fuertes y angulosos, cabello oscuro y piel clara, de ojos negros.

"Él es mi padre." Le susurró Luzbel a Alec con una especie de orgullo.

El nefilim tragó saliva. Definitivamente lo había contemplado. Que ella era una bruja y por ende hija de un demonio, los cuales tendían a tomar formas humanas al presentarse frente a otros.

"No solamente el de ella." Respondió el hombre.

Con el eco de los pocos muebles de la sala se sintió estruendosamente el sonido de un chasquido de dedos. Alec cerró los ojos de la impresión y al abrirlos dio con una sala más llena, había pinturas, candelabros de piso, alfombras, sillas y mesas llenas de distintos demonios, incluso algunos que no reconocía. También se fijó en que ahora junto a Jonathan y Luzbel se encontraba en la escalera a pocos escalones del hombre sentado en el trono.

"Es un placer conocerte, Alexander. Si me lo permites, deseo mostrarte una verdad, tu verdad. Después podrás irte a tu dimensión, ¿Alguna duda?"

"¿Quién eres? ¿Por qué quieres decirme 'mi verdad'?"

"Soy el padre de Luzbel, un demonio mayor. Se refieren a mí con miles de nombres, Belcebú, Satanás, en fin, prefiero Lucifer. Respecto a la última pregunta, te la responderás tú mismo una vez haya acabado de enseñarte todo lo que quiero."

Alec jadeó al escuchar la identidad del demonio. Había visto a demonios mayores antes, pero este era en definitiva el más poderoso y temible. Asintió levemente, pues no quería saber qué resultaría de contradecirlo. Lucifer le sonrió de una manera poco natural y le extendió su mano. Ambos se vieron envueltos en una nube negra y desaparecieron.

Luzbel y Jonathan observaron sin moverse. El segundo suspiró y la bruja le sonrió de lado. "¿Qué? ¿Temes que le haga daño?"

"¿Debería? Apenas y he intercambiado palabras 'amables' con él. Lo único que quiero es que se apresuren para volver finalmente a mi dimensión a continuar con mis planes."

"Respecto a eso... creí que Asmodeus te había dejado en claro que él te detendría si intentabas hacer la misma estupidez en su dimensión. Y si bien no lo ha dicho, estoy segura que a mi padre tampoco le hizo gracia." Luzbel le ofreció la mano a Jonathan, ambos cerraron los ojos y al abrirlos se encontraban ya en los pies de los escalones al trono.

Ya No Una Sombra MásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora