Epílogo

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[...] Mañana. (Caminos - Feéra).

Un grupo importante de personas estaba siendo escoltado por los caminos de Feéra hacia la que sería la sala del trono. Si bien los pasadizos hasta cualquier zona específica de Feéra parecían laberintos, Jace notaba que el camino parecía más largo que de costumbre.

"Disculpe," dijo tratando de sonar lo más imponente posible, el glamour de por sí le hacía la voz de Robert. "Estoy más que seguro que este no es el camino que se suele tomar al trono de la Reina."

"¿Así que ya ha venido antes?" Le preguntó el joven alto de cabellos naranjas atados en una media coleta y ojos azules carentes de pupila que les había guiado desde la entrada del Central Park, se había presentado como Fernias, el nuevo caballero de la Corte. Mikaël y Jonathan lo habían reconocido como uno de las hadas que había estado aquella vez en Croacia, así que ambos se mostraron atentos de evitar llamar demasiado su atención. No dejaban de preguntarse qué hacía ahí, y en el exclusivo caso del primero, luchaba contra las ganas de querer preguntarle cosas sobre Alex, como la interrogante que más se había preguntado en el reciente mes, ¿Dónde estaba?

Isabelle, que conocía igual o mejor que Jace este reino, insistió. "Responda la pregunta."

"Por supuesto señora Cónsul. Ustedes pidieron ver a quien tomaría decisiones. La Reina que ustedes conocieron no tomó las mejores en su tiempo."

Jonathan frunció el ceño ante esto, pues hace no mucho se había comunicado con ella y parecía tener la misma autoridad.

"¿Quiere decir que ahora el Rey no-seelie será el representante?"

"La paciencia es la madre de más de una ciencia."

Siguieron caminando por más tiempo para llegar a una estructura nunca antes vista por ninguno de los presentes, ni Magnus quien creía conocer mejor Feéra podía identificarla. Parecía un gran invernadero, estaba hecho de alguna especie de vidrio, pero este no traslucía. Unas ramas blancas se enredaban entre cristal y cristal creando todo tipo de bellas formas, desde flores y hojas hasta simple decoración. Tras entrar no se decepcionaron con el interior, las paredes de cristal estaban llenas de enredaderas de distintas plantas con flores coloridas, varias lianas caían del techo y había hasta estanques y ríos. Encima de unas escaleras de mármol se encontraba un trono hecho de madera y plantas que daba un estilo mimbre y de exterior que no dejaba la elegancia. A su lado derecho había otro parecido, quizá para el caballero real.

La persona sentada en el trono principal era un hombre y solamente dejaba ver un perfil. Tenía la piel clara, su larga cabellera azabache le llegaba a la cintura, sus ojos negros carecían de pupila y poseía la increíble belleza hada clásica. Sobre su lacio cabello llevaba una corona que estaba formada por lianas, ramas y hojas, además de algunas piedras preciosas, que parecía hecha de acero, aunque de ser así heriría a su portador. Magnus lo identificó rápidamente como el Rey No-Seelie.

Al menos pensó esto hasta que les miró de frente. Se sabía que el Rey tenía herido el otro lado del rostro, con un ojo faltante y en general un aspecto deshecho, lo contrario a su hermosa contraparte, pero esta vez el lado era parejo. Los mismos labios gruesos, la misma nariz ligeramente aguileña y los mismos ojos almendrados. Las diferencias recaían en las tonalidades, pues el iris del ojo del otro lado era azul y el cabello se rizaba y tornaba rojizo.

"Buenas tardes, les deseo." La voz del joven apuesto combinaba perfectamente con su apariencia, fría y, de alguna manera, falsa.

"Buenas tardes," saludó Jace. "¿Quién se supone que es usted?"

El lado derecho del joven elevó una ceja oscura. "Podría hacerle la misma pregunta," Jace se encontraba ligeramente atemorizado, pensando que el glamour no funcionaba. "¿Quién se supone es usted, inquisidor Lightwood, para preguntar algo así en mis dominios?"

Ya No Una Sombra MásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora