New

97 14 0
                                    

- Es hora de un cambio, no puedo seguir así - le dije a mamá frente al espejo - han pasado cuatro años, sigo sangrando, seguimos consternadas y preocupadas, hoy empieza una nueva etapa.

- No creo que cortar tu cabello haga mucha diferencia, ni siquiera deberías hacerlo, es hermoso.

- Mamá, el corte de cabello es sólo un paso, espera a ver los siguientes - ella no sabía que yo sospechaba mi diagnóstico, ese que los médicos no habían podido averiguar, ese que titubeaban al verme en los controles mensuales, yo sabía que estaba enferma, así que era hora de vivir la vida antes de que ella se esfumara - te veo en la noche - la besé en la frente y salí.

- ¡No olvides llevar tus pañuelos y las compresas para tus piernas! - le hice una seña de aprobación. Tan cuidadosa como siempre, la había escuchado llamar a miles de médicos, muchos tratando de adivinar lo que podía tener, pero a veces el hecho de ser tan asintomática no ayudaba en nada, hubo días en que parecía un roble, sin ningún problema, hubo otros en que vivía con las piernas y brazos morados, constantemente mi nariz sangraba, en una de sus llamadas logré tomar el nombre de un doctor cuyo consultorio está situado en Londres, bastante lejos de aquí, sus referencias eran perfectas, según las notas de mi madre él estaría en un seminario de Salud Pública el próximo viernes, mi caso había sido expuesto, nuestra esperanza era que se interesara en él y pudiera hacer una investigación más detallada. Por ahora... celebrar mis dieciocho.

**

- Dame las tijeras - eché mi cabello hacia adelante, comencé a cortar tanto como pude, al levantarme lo tenía un poco más arriba de los hombros - sólo un poco más - tal vez combinar vodka y cigarros a las once de la mañana me tenía atrofiada, necesitaba enloquecer, tantas especulaciones sobre mi estado me tenían paranoica, necesitaba olvidar quien era, olvidar cuanto tiempo me podría quedar de vida - ahora... ¿lo teñimos? - le pregunté a la perdida de mi amiga, ella estaba metida en una bañera escuchando música - somos un desastre - pulgares arriba - ¿de qué color?

- Un color feliz, a ver si se te mejoran las ideas niña porcelana.

- ¡Hecho!... negro.

- ¿Qué clase de color feliz es ese?

- A estas alturas, es mi color feliz.

**

Las calles se entrelazaban con otras, parecían laberintos que me llevaban en círculos, sí, era consciente que no era la mejor manera, era consciente que Effy, la chica de la bañera no era para nada una buena influencia, pero me sentía tan abrumada, ansiosa, además de todo, mañana era un nuevo día lleno de preguntas sin resolver, era mi primer día en la universidad, cómo responder cuando de repente comience a sangrar sin previo aviso, cómo responder cuando me sienta fatigada con sólo dar tres pasos, cómo responder los incesantes mareos y arritmias, además, cómo explicar los "golpes" en mi cuerpo sin tener que mentir, sin hacer que la gente piense que soy víctima de violencia doméstica o alguna estupidez así, se había creado una imagen de mí en todo el vecindario, posiblemente, en toda la ciudad también, todos creían conocerme, muchos decían que era una muerta viviente, o que seguramente moriría algún día sin más ni más.

En la primaria estaba vetada en deportes, mamá temía que me golpeara y me pudiera romper algún hueso, caminaba a todas partes con un cubrebocas y gafas enormes, no fueron días fáciles, de hecho, nunca fueron fáciles, y lo que faltaba, no era una excepción.

No tenía ni la menor idea de qué hora era, pero estaba tan oscuro que ni siquiera podía ver mis pies, di tres golpes secos en la puerta, mamá no tardó ni tres segundos en abrir.

- ¡Me tenías preocupada! - gritó eufórica - no hagas esto princesa, no quiero que te pase nada, ¡entiende! - rompió en llanto, sí entendía, por supuesto, pero ¿me entendía ella a mí? - mira lo que te hiciste en el cabello, está muy corto, es negro, ¿qué pasó con tus rizos dorados?

- Es mi color feliz... - cerré mis ojos y lo último que recuerdo fue haber sido cubierta por una manta térmica, mamá dejó la puerta entre abierta igual que siempre y dejó una pequeña luz en forma de sirena encendida en un rincón, junto a mi cama había una campanita que debía tocar en caso de presentar algún problema, fundida en sueño rogué igual que todas las noches amanecer sana, debía estar a las ocho en la universidad, por cierto, eran las cuatro de la mañana.

Ideas de PorcelanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora