Diario - III

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Ella vivía en un mundo creado por sus más íntimos deseos, por su más profunda conciencia; ella no solo decidía qué pasaba en él, ella lo gobernaba y lo cambiaba a su antojo.

Ella no sabía nada de leyes naturales, restricciones legales o incluso pecados capitales, ella vivía en ese mundo, donde se permitía todo y nada a la vez, ya que en medio de su falta de razón era consciente de que no era real, que no existía, a su vez era consciente también de que no quería vivir en otro lugar...

Ella veía absurdo aquel que llamamos el 'mundo real', la misma rutina, los mismos peones, las mismas copias andantes, una y otra vez, en ese mundo ella era invisible, un estorbo, en el 'mundo real' ella no era real, en su 'mundo irreal' ella era más que real.

No sólo existía, sino que de ella dependía el mismo, de ella dependía que se mantuviera el balance desbalanceado que era casi perfecto e irreemplazable a sus ojos.

¿Quién podría necesitar más? Decía cada vez que se sumergía en este imaginario placer del que sólo gozaba ella, en su delirio.

Vivía, vive, vivimos en mundos alternos.

Ideas de PorcelanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora