Grietas en el Cielo

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- Cielo llevas una semana de fallas en la universidad, te van a sancionar, tienes que decirme qué pasa, ni siquiera has venido a verme.

- No es nada, yo arreglaré ese problema Porcelana, no puedo hablar, bye.

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- Mamá me ha dicho que vio policías salir de tu casa Sora, dime ¡¿qué está pasando!?

- Nada que no tenga solución, dile a tu mamá que se meta en sus asuntos.

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- La maestra Myers te reprobó Cielo, perdón... Estoy muy preocupada, iré a tu casa.

- No quiero que vengas, estoy bien Porcelana, debes guardar reposo.

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- ¡Ayúdame Porcelana!

- ¿Qué sucede?

He recibido una llamada de Sora, trato de hablarle pero al parecer ella no está directamente en el teléfono, estoy confundida, se escucha una discusión al otro lado, es ella y su padre, me pongo mis audífonos para escuchar con más claridad.

- ¡Necesito salir de aquí papá! ¡Déjame salir!

- ¿Para qué? ¿Correrás a ver a la loca de tu madre? Esa mujer no te quiere, entiendelo.

- ¡ tampoco me quieres! - en ese momento se escucha un golpe seco y un grito ahogado - estoy harta de ti, ¡vas a matarme un día! Eso es lo que quieres ¿verdad?

- ¡Cállate! Eres mi hija y la mujer de la casa, debes cumplir las obligaciones de tu madre también, ¿crees que ese estúpido puesto en la Feria te dará para vivir decentemente?

- ¿Te parece que vivir contigo es vivir decentemente? - de nuevo se oye un grito, esta vez Sora protesta - ¡sueltame! ¡Porcelana!

Salgo de mi casa lo más rápido que puedo, Sora vive a diez calles de mi casa, no se me permitía hacer esfuerzos físicos, sin embargo me encontraba corriendo despavorida, ese hombre podía matarla, ella me había pedido ayuda tenía que ir, pero... Una vez allí ¿qué hago? Podría golpearme a mí también, ¿llamar a la policía? Podría ser inútil, quedan tres calles y siento que mis músculos no dan más, pero la ira parece ser más fuerte que mi debilidad.

He llegado, los gritos se escuchan hasta afuera, la vecina está chismeando por su ventana, 'llame a la policía', le digo agitada, atravieso el pequeño jardín, la puerta está asegurada.

- ¡Sora! - grito golpeando la puerta - ¡Sora, abre! - los gritos son en vano, trato de asomarme por una de las ventanas pero las espesas cortinas cortan la visión - ¡Sora!

- Bienvenida niña - un hombre desgarbado, con barba de tres o cuatro días, apesta a alcohol y con una mirada de odio que perforaba mi ser, me toma del brazo y me hala dentro, Sora está en el suelo recostada en un mueble.

- ¡Sora! ¿Estás bien? - asiente, se cubre la cara con sus mangas.

- No debiste venir - susurra.

- Me pediste ayuda - el hombre se sirve un vaso con whisky, camina frente a nosotras - ya he llamado a la policía.

- Bien, esperemos a que lleguen, les serviré uno de estos cuando entren.

- ¡Cínico! - ha gritado Sora, su boca está hecha un desastre, tiene golpes cerca a sus ojos, mi cielo estaba desmoronándose - es la última vez.

- Vamos a ver que podemos hacer los tres para pasar un buen rato, me gusta la chica pálida, háblale de mis preferencias Sora, las espero en la habitación, no intenten nada, Sora sabe también que los castigos son pesados... - me sonríe y desaparece en el pasillo.

- Sora... ¿él abusa de ti?...

- Sí... Ahora sigues tú... Tenemos que salir de aquí...

Ideas de PorcelanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora