Acercándome

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Me despierto por la brisa de la ventana que seguramente apagó la chimenea. Me levanto del sofá y me dirijo a la cocina donde Sae la Grasienta está lavando los platos. La saludo, tomo algo para comer y me vuelvo a acostar en el sofá, paso la mayor parte del día aquí, realmente hacer algo no tiene mucho sentido, no después de la muerte de mi hermana.

Porqué ella tenía que morir, porqué Prim tuvo que pagar el precio de una rebelión que ni siquiera comenzó, mi patito, mi hermana que con intención de salvar a unos cuantos niños término muerta gracias a una bombas. No puedo parar de recordar su muerte, ya que las pesadillas me la hacen más presente. Cada ves mas trágica, a veces descuartizada por los mutos de los primeros juegos, o envenenada por Snow. Sae me devuelve a la realidad.

--Niña, deberías ir a cazar, me hace falta carne fresca.

No tengo ganas de moverme, pero creo que ir al bosque me despejará un poco, creo.

--Claro, voy en un rato más- digo lo menos fríamente posible que puedo.

Me recuesto en el sofá y me vuelvo a quedar dormida. Unas paladas me despiertan, sigo el sonido y salgo por la puerta principal.

Cuando lo veo me detengo en seco. Tiene la cara roja de cavar el suelo bajo las ventanas. En una carretilla hay cinco arbustos.

--Has vuelo.- le digo.

--El doctor Aurelius no me ha dejado salir del Capitolio hasta ayer mismo- responde Peeta-. Por cierto, me pidió que te dijiera que no puede fingir eternamente que te esta tratando. Tienes que contestar el teléfono.

Tiene buen aspecto. Delgado y lleno de cicatrices de quemaduras, como yo, aunque no tiene esa mirada turbia y atormentada en sus ojos.

--¿Que estas haciendo?

--Fui al bosque esta mañana y desenterre estos arbustos para ella, pensé que podíamos plantarlos en el jardín.

Dirijo mi mirada a las flores blancas y la palabra "rosa" se viene a mi cabeza. Estoy a punto de gritarle a Peeta cosas horribles, cuando me doy cuenta que esas flores no son rosas, sino Primrouses, prímulas, la misma flor que le dio nombre a mi hermana. Asiento y corro a la casa, cierro la puerta y me encierro en mi habitación. Me acuesto en mi cama a llorar.

Le prometí a Sae carne para mañana, así que me pongo mi ropa de cazadora y bajo, aún siento el olor a esa rosa que me dejo Snow en el escritorio, esta marchita pero se nota su perfección artificial. Agarro el jarro y boto todo su contenido al suelo. Le digo a Sae que se puede ir a casa y salgo al bosque.

No logro cazar mucho, solo una pequella ardilla famélica que no tiene mucha carne. Frustrada me siento en una roca y pienso en mi encuentro con Peeta. Me alegra que él haya regresado, sin el muto que llevaba adentro. Una mitad de mi cerebro lo necesita a mi lado y la otra esta centrada en todos mis problemas. No sé lo que siento por Peeta, solo sé que lo necesito, ahora me doy cuenta que lo que dije en el vasallaje era totalmente real, no es que antes no lo era, pero ahora estoy segura, lo necesito.

Ya esta atardeciendo, así que paso la alambrada que separa el distrito del bosque y me dirijo a mi casa. Me detengo frente a la casa de Peeta por un momento y luego entro a mi casa. Pongo la ardilla en el mesón y empiezo a despellejarla, luego la meto en el refrigerador y suena el teléfono, dudo en contestar, ya que seguramente es el doctor Aurelius, pero
finalmente lo hago.

--Hola preciosa.- por su tono, sé que es Haymitch

--¿Que pasa, Haymitch?- digo desganada.

--¡Vaya forma de saludar a un viejo amigo¡

--Lo lamento, ¿Se te ofrece algo?

--Mmm... ¿Tienes algo para comer?, me muero de hambre.

--Ah, si, si quieres ven. No tengo ganas de entrar en tu pocilga a llevarte algo.

--Claro, estaré allí, adiós.- dice emocionado.

--Adiós.

Cuelgo el teléfono y pongo la mesa para esperar a Haymitch, Sae me dejó cerdo y puré en una olla, así que solo me siento a esperar a Haymitch.

Tocan la puerta y abro, esperaba a Haymitch, sin embargo me sorprendo al ver a Peeta con una bandeja.

--¿Peeta?, ¿Que haces aquí?, es decir, no sabia que venias.- estoy nerviosa y no se porque.

--Traje una bandeja con panes para Sae, cuando paso por mi casa los probó y les gustaron mucho. Si gustas puedes comer tu también.

--Gracias, dejalos en la cocina.

--Claro, permiso.- pide permiso para ingresar y yo asiento. Pasan algunos segundos y llega Haymitch. Él entra y se sienta en la mesa.

--Hola preciosa.

--En seguida me siento a comer, tu come.

Peeta sale de la cocina y saluda a Haymitch y sale por la puerta.

--Están en el mesón. Adiós Katniss.

--Adiós.- digo sonriendo mientras él camina a su casa.

Cierro la puerta y Haymitch me mira con una cara de insatisfacción, entiendo su mirada, así que salgo por la puerta he intento divisar a Peeta pero esta muy oscuro así que lo llamo y el se acerca.

--Peeta, ¿Te quedas a cenar?, es que me sobra comida y se echará a perder si nadie se la come.- miento.

--Seguro.- caminamos juntos a mi casa que no esta más allá de cinco pasos.

Al entrar noto una sonrisa en el rostro de Haymitch, yo pongo los ojos en blanco y me siento a comer. La cena transcurre normal, la conversación se da entre Peeta y Haymitch y yo solo hablo cuando me preguntan algunas cosas. Terminada la cena, Haymitch se va a su casa y Peeta y yo nos quedamos solos.

--Gracias por las flores, eran hermosas.- digo con una sonrisa sincera.

--De nada. Prim y yo nos llevábamos muy bien. Yo también la extraño.

--Si.- digo cabizbaja.

Siento sus brazos en mi y yo lo dejo. Me consola porque sabe lo doloroso que es perder a un hermano, el perdió a toda su familia en el bombardeo. Sus palabras me vuelven a la realidad.

--Si tienes algún problema en el que te pueda ayudar, solo avisame.- dice como asegurandomelo.

--Gracias.

Peeta me ayuda a recoger la mesa y se va. Decido dormir en mi cama y no en el sofá. Subo a mi habitación, me pongo el pijama y me acuesto.

Me doy cuenta de que mi relación con Peeta mejoró gracias a la mirada fulminante de Haymitch, se que puedo contar con él, que Peeta también siente dolor y que puedo confiar en el. Poco a poco reconstruiremos nuestra relación, supongo que de amigos, ¿O algo más?, no lo sé, de hecho nunca lo he sabido. Los párpados se me empiezan a cerrar y me quedo dormida.





Emprendiendo El Vuelo Del SinsajoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora