Capitulo VIII

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Nos encontrábamos frente a la casa de Lord Massingam otra vez, hace unas horas que no hablaba con Sherlock, por lo que aún no sabía a qué habíamos venido. Y no iba a preguntarle. Tocó el timbre de nuevo, ya que nadie atendía. Suspiró desesperado y le dió la espalda a la puerta, quedando frente a mío. Clavó sus ojos en los míos, intentando decir algo. Pero antes de que pudiera, la gran puerta de madera se abrió.

— Oh, hola. No esperaba su visita hoy. — dijo Roberta, la hermana de la difunta con ojos rojos e hinchados. — Sean bienvenidos.

Abrió por completo la puerta. Sherlock me miró, indicándome que pasára. Entré a la casa seguida de él, quién cómo siempre, observó todo el lugar. 

— ¿Y qué los trae por aquí?— interrogó Roberta, sentándose sobre el diván.

— Mañana es el funeral de tu hermana, ¿no es así?— ella asintió—. Me enteré de que bailaba balett, y me encantaría poner sus zapatillas en la cruz de flores, ¿te parece bien?

Roberta sonrió nostálgica, salió de su trance y subió a la habitación de Georgina a por las zapatillas. Sherlock se acercó diescretamente, parándose a mi lado. Yo comencé a caminar por la sala. Él suspiró pesadamente. Segundos después, Roberta bajó con una caja rosa en manos, se acercó a Sherlock y se las entregó.

— Muchas gracias, Roberta.— dijo Sherlock, seco cómo siempre. 

Caminó velozmente a la puerta, pero antes de que pudiera abrirla, Roberta habló:

— Sr. Holmes...Por favor...Encuentre al asesino...— pidió ella entre lágrimas. 

Me acerqué a ella y la consolé un poco antes de decirle que sería mejor que fuese a su habitación. Cuándo Roberta subió, Sherlock y yo nos fuimos. 

(...)

Ibamos en el taxi camino a casa, cada uno iba en una esquina, separados por un grande espacio en el asiento. El conductor nos miró por la ventana y sonrió negando con la cabeza. Lo miré con el ceño fruncido. El se dirigió a Sherlock diciendo:

— Problemas de pareja, ¿a que sí? — el hombre rió fuertemente. 

Sherlock lo miró por el retrovisor con una mirada fría.

— Ojalá— reí, contestándole al taxista.

(...)

— ¿Cómo supiste que era bailarina?— dijo intentando romper el hielo.

— ¿Te vas a dignar a hablarme ahora?— me miró.

Reí sarcásticamente y le dí la espalda, él rápidamente caminó hasta quedar frente a mi, a escasos centímetros de mi rostro. 

— No me cuentes, puedo quedarme con la curiosidad.— levanté los hombros.

— Te contaré.— dijo volviendo a su postura firme. — Al analizar el cuerpo de Georgina noté que tenía los dedos de los pies estirados, uñas del pie magulladas, callosidades, ha sufrido varias fracturas y tendinitis, ¿quién sufre, comúnmente, éstas dolencias?

— Una bailarina de...balett.— sonreí levemente.

— Así es, Watson. Una bailarina de balett. Sin embargo, sus pies seguían siendo perfectos. Medidas ideales. Limpios, suaves.

 — ¿Y para qué has ido a por las zapatillas? 

— Verás, Jane. Creo que su asesino la eligió por sus pies. 

(...)  

Finalmente habíamos llegado a casa, me quité las botas y el abrigo, dejándolos en el suelo y en el perchero, respectivamente. Sherlock se echó en el sillón y bufó.

— Jamás debí haber tomado éste caso. ¡Es demasiado aburrido! — gritó molesto. 

Rodé los ojos con una sonrisa y me dirigí a la cocina, abrí las puertas de la nevera, suspiré al ver...nada. No había absolutamente nada. Me dí la vuelta, me encontré con Sherlock mirando a la nevera, pegué un pequeño salto del susto que él había provocado. Bajó la mirada, topándose con la mía. 

— ¿Cuánto mides? 

— ¿Eh? ¿Porqué quieres saber eso?— fruncí el ceño.

— ¿Cuánto. mides?— repitió pausadamente. 

— 1, 68. — dije mirando al techo, confundida

Sonrió levemente y caminó hacia la puerta. 

— Toma tus cosas. Te llevaré a cenar. 

Dicho ésto, Sherlock salió del piso. Confundida, tomé mis botas y mi abrigo, me los puse y corrí hacia el piso inferior. Me topé con la señora Hudson.

— ¡Oh! ¡Hola, Sra. Hudson! Em...Tengo que irme, ¡nos vemos luego!

Ella asintió risueñamente, y entró a su piso. Abrí la puerta del edificio, Sherlock ya estaba en el taxi, esperándome. Entré sonriente en él y cerré la puerta. Sherlock le dió la dirección de un restauran y nos llevó ahí. Le dediqué una sonrisilla y me giré hacia la ventana,

(...)

— ¿No quieres un poco?— dije acercándole mi hamburguesa.

— No.— dijo sin mirarme, ya que estaba bastante concentrado en la ventana.

— Cuándo dijiste "Te llevaré a cenar", no me esperaba...ésto.— dije con la boca llena de comida, me estaba muriendo de hambre.

Sherlock me miró con una sonrisilla, para después girarse de nuevo a la ventana. Suspiré y seguí comiendo. 

¿Será verdad lo que me dijo? ¿Será que sólo necesito sentirme amada? 

Mi celular sonó, sacándome de mis pensamientos. Sherlock me miró con el ceño fruncido. 

— ¿Hola? — dije después de tragar todo

—¿Está Sherlock contigo?

— Si...aquí está. ¿Qué pasa? — dije mirando a Sherlock, él me veía fijamente.

— El asesino...se ha llevado a otra chica.  

Sherlocked (BBC Sherlock & Tú).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora