Epílogo.

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Sherlock Holmes había perdido la cuenta de cuánto tiempo había pasado desde entonces.
No había comido, ni bebido. 
No se había levantado del sofá en el que siempre encontraba a Jennifer, siempre se había preguntado que era lo que veía por la ventana, y desde que lo descubrió, no podía dejar de verlo.

Sólo desde ese punto se podía ver una hermosa pieza de arte en la pared en un callejón, era una pareja derritiéndose entre ella, volviéndose una sola. Holmes extrañaba a Watson con cada fibra de su ser, y nada ni nadie podía cambiar eso. 

Metió la mano en su abrigo, y sacó la pequeña cajita en la que guardaba el anillo que supuestamente cambiaría el resto de su vida, de la vida de ambos. 
Había sido sumamente difícil conseguir la medida exacta del dedo de Jenn, ya que ella nunca se quedaba quieta, o llevaba guantes, o se cubría las manos con las mangas de su suéter. 

Extrañaba ver las raras manías de las que nunca se había dado cuenta, hasta que ella no estaba. Apenas se daba cuenta de que jamás juntaba la comida de diferentes colores, de que siempre guardaba las sobras y las regalaba a alguien necesitado. Ella siempre cogía un mechón de cabello y lo rizaba con el dedo, era zurda, no le gustaba la televisión, amaba los gatos, tocaba el piano. 

Todo parecía recordarle a ella, todo. La ventana, la cama, su habitación, el sofá, las mariposas, las flores. Sherlock había intentado ahogar su dolor resolviendo casos, pero no le funcionaba, ni siquiera podía hacer lo que más le gustaba. 

Pero un día, cuándo todo parecía hundirse, cuándo todo parecía haber llegado al final, Sherlock escuchó el timbre sonar un par de veces. Esa secuencia le parecía conocida, demasiado conocida, sin ganas, se puso de pie, caminó hasta la puerta, y la abrió. 

Pasó lo que era imposible, detrás de aquella secuencia de exactamente tres timbridos de dos segundos, se hallaba la persona que lo había matado y revivido repetidas veces sin hacer nada. 

Jennifer Harriet Watson se encontraba al otro lado de aquella puerta destrozada por los balazos, Sherlock se quedó helado, las palabras no salían, sólo las lágrimas, que por primera vez, eran de felicidad. 

— ¿C-cómo...? — dijo él, con un hilo de voz. 

Ella sonrío, el decidió dejar las dudas de lado. La cogió en sus brazos y la abrazó, para después plantar un tierno y desesperado beso en sus labios. Sherlock dió vueltas con ella en brazos, quién sólo reía y disfrutaba del momento. Él sonreía por primera vez en mucho tiempo, finalmente estaban juntos, cómo debería ser. Sherlock la miró de pies a cabeza mientras una lágrimas de alegría resbalaba por su mejilla.

Jenn iba vestida completamente de blanco, Sherlock sabía que ella odiaba ese color, pero decidió pasarlo por alto. 

Sherlocked (BBC Sherlock & Tú).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora