CAPÍTULO 5: EL TRÍO

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Disclaimer: Axis Powers Hetalia no me pertenece; el autor es Hidekaz Himaruya.

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—Niño, se está mojando la ropa con toda esta lluvia tan repentina. Pase a la casa, por favor —pedía una muchacha vestida con un bonito vestido negro que le llegaba a los tobillos, cubierto, o más bien protegido, con un delantal decorado en los bordes con encaje blanco. Tenía ambas manos sobre la cabeza y frente en in intento inútil por protegerse de la lluvia, desesperándose un poco al no obtener respuesta alguna, cada vez más mojada. El pelo se le iba a echar a perder. No solo a ella.

—¿Por qué está... llorando? —dijo él, señalando con su pequeña manita al frente. Solo entonces su nana reparó en ese detalle, alarmándose de inmediato.

—Oh, no... —suspiró, llevándose ambas manos al pecho, consternada. De pronto la lluvia dejó de ser una preocupación—. Escuche, niño, pase a la casa. No es buen momento–

—¿Por qué... llora? —insistió, o más bien repitió, ya que había ignorado completamente lo que había dicho su nana—. Él nunca lo hace...

—Es... Es difícil de explicar, mi niño...

Él no la oía, y si acaso lo hacía, apenas le parecía un murmullo ininteligible. Sus lindos ojos estaban clavados en la persona que estaba visitando; porque verlo ahí, postrado en el suelo fangoso, con la ropa hecha un desastre no precisamente por los motivos habituales –causar alboroto por todos lados–, le preocupaba. Muchísimo; y no entendía por qué.

No escuchaba a su nana, pero oyó con perfecta nitidez un gimoteo proferido por ese niño tan "odioso", y entonces sintió deseo de acercarse a él para averiguar qué estaba pasando, porque le pareció incluso que estaba temblando, como si estuviera conteniéndose de romper en llanto. Pero su nana colocó una mano sobre su hombro en un gesto cariñoso, y se acuclilló para poder hablarle al oído:

—Niño, verá... Su padre solo aceptó que vengamos de visita porque usted insistió mucho, pero... La verdad es que el niño no quería ver a nadie hoy; su abuelo nos contó. Estaba ocupado.

—¿Por eso estaba más huraño que nunca? —interrogó, sintiendo cierta paz al descubrir que no era que lo odiaban un poco más, sino que se trataba de un estado pasajero de ese chico bullicioso—. ¿Haciendo qué?

—Pues... ¿Recuerdas ese pajarito tan lindo que tenía y cuidaba mucho?

—Por supuesto. Siempre decía que era su orgullo [1] —dijo, repentinamente conmovido y dejando escapar un pequeñísimo sollozo sin, nuevamente, saber por qué. Quizá era un presentimiento—. Gilbird es muy obeso.

—Sí, tiene razón... —sonrió con nostalgia, acariciándole los castaños cabellos, ya muy húmedos—. Pero Gilbird ya no... Verá —dijo, reuniendo aire y fuerzas para exponerle todo con claridad y dulzura al muchacho que tenía a su cargo—. Gilbird enfermó hace unos días. —Él se estremeció, suponiendo lo que estaba por venir—. ¡Hicieron todo lo que estuvo en sus manos! —se apuró a aclarar al notar que los ojos del niño se abrían más y más—. Pero no fue suficiente... Hoy Gilbird... Por eso está así. Seguramente acaba de ocurrir. Debe tenerlo entre sus manos ahora... Esto es espantoso —concluyó afligida, cayendo en la cuenta de que esa era la primera vez que los niños tenían alguna experiencia sobre la vida y la muerte.

De sus lindos ojos brotó una única lágrima, pero se deslizó por su redonda mejilla tan rápido que su nana solo alcanzó a ver que sus ojos se habían humedecido.

—Debemos entrar, niño —continuó ella, reprimiendo el impulso de abrazarlo y de echarse a llorar, no solo por solidaridad sino también por sufrir al ver a un niño tan activo en ese estado por causa del dolor que le generaba su mascota. No le estaban permitidos demasiados mimos, porque los padres del niño pensaban que terminaría por malcriarse—. Podría enfermarse.

Sind wir freunde? (PruAus)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora