CAPÍTULO 12: SIND WIR FREUNDE? II

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Disclaimer: Axis Powers Hetalia no me pertenece; el autor es Hidekaz Himaruya.


—Muñeca, le estábamos hablando a él. Será él quien decida qué hará, no tú.

Gilbert vio a Francis disparar esa respuesta a Roderich y solo pudo concluir con un resoplido que, sea cual sea el asunto que tenían pendiente, no tenía pinta de acabar pronto, lo cual lo incomodaba. Esos ataques lo tenían nervioso.

Claro. Era eso. Las opciones que le había dado Francis no tenía nada que ver.

Una mano comprensiva de Antonio, quien sabía —o al menos suponía— cómo debía estar sintiéndose, se colocó sobre su hombro, pero en lugar de relajarlo, le hizo dar un respingo.

—Dado que estoy involucrado en esto, es bastante evidente que tengo derecho a, cuando menos, opinar, si no es que decidir.

—No, no tienes derecho porque, uno —Francis elevó un dedo, enumerando—: las carpas son mías —Antonio estuvo a punto de protestar, pero la fulminante mirada de su amigo lo detuvo, a la vez que elevaba otro dedo— y dos: la cabaña me la prestaron a mí, y yo decido quién se queda ahí y quién no.

Roderich rodó los ojos y se cruzó de brazos, incrédulo de lo infantil del comportamiento de Francis.

—En tus buenos tiempos, sabías discutir. Ahora no puedo tomar tus palabras más que como berrinches de niño. —Gilbert dio un paso al frente, dispuesto a negociar con ambos porque, claro, el problema no era fácil de solucionar; de forma vaga comprendía cómo se sentía el Señorito, obviamente no estaba nada contento con lo que le estaban proponiendo; pero se congeló apenas había hecho el primer movimiento al oír lo que dijo Roderich a continuación—: Pero, como sé comportarme como el huésped que en este caso soy, les permito decidir. Sería absurdo discutir al respecto y no haría otra cosa que rebajarme a tu nivel.

A Antonio le pareció oír cierta vacilación, apenas perceptible, en la voz de Roderich al final de su oración, además de que su mirada violeta se perdió en el cielo. Era su forma de defenderse, lo sabía. ¿Pero de qué?

—Decide, Gilbert.

Francis, cruzado de brazos también, apuró a Gilbert. Pese a haber estado discutiendo con Roderich, tenía cierto brillo en los ojos y los labios ligeramente curvados en un intento de reprimir una sonrisa.

La solución en ese punto era sencilla, porque ahora todo dependía de él. Si deseaba, podía tener la carpa para él solo, dormiría tranquilo y podría también platicar con sus amigos. Si mandaba al Señorito a la cabaña —que era lo que su sentido común le estaba gritando que haga— el campamento sería tal como era cuando solo lo hacían los tres.

Pero no. No se sentía capaz de responder. Su frente, húmeda de sudor, se fruncía más y más al ver la urgencia de Francis por una respuesta. En ese momento no se sentía capaz de mirar a Roderich tampoco.

—Pero esta noche íbamos a desvelarnos para ver las estrellas y el amanecer, ¿cierto? Entonces, cuando amanezca ya vemos eso —intervino sonriente Antonio, y solo entonces Gilbert descubrió que estaba conteniendo la respiración—. Además, seguro para ese entonces estaremos tan cansados que no vamos a querer ni levantarnos.

—¡C-Claro, ya lo pensaremos luego! —rio estruendosamente Gilbert—. ¿Qué hora es?

—Ya es más de medianoche. Ninguno está cansado, ¿verdad? —preguntó Antonio, tumbándose en la hierba, pero a los pocos segundos se incorporó—. Oh, está un poco húmedo, vamos a necesitar un mantel o las bolsas de dormir para no pescar un resfrío.

Sind wir freunde? (PruAus)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora