CAPÍTULO 8: VIDEOJUEGOS [1]

360 50 65
                                    


Disclaimer: Axis Powers Hetalia no me pertenece; el autor es Hidekaz Himaruya.


—Buenas tardes, Gilbert —volvió a saludar Roderich al ver que no recibía respuesta alguna y, lo peor, no le permitía pasar.

—¿Qué haces aquí? —espetó al fin, frunciendo el ceño. No entendía qué pretendía el señorito presentándose en su casa luego de lo que había ocurrido entre ellos. No era que lo considerara algo relevante o grave, ni una pelea realmente seria, pero estaba en su derecho de sospechar de esa repentina visita dado que Roderich nunca se pasaba por su casa, precisamente porque si lo hacía, terminaban como el día anterior, en discusión ¿Qué podía querer?

—Permíteme pasar primero, que este no es un buen lugar para hablar contigo. Ni con nadie.

—¿Qué si me niego?

—Me demostrarías que eres un bestia de lo peor y que es imposible razonar contigo.

—Tu opinión no me importa.

—¿Por qué preguntas por las consecuencias entonces?

—¡Agh! —renegó, haciéndose a un lado para darle espacio—. Pasa de una vez.

Gilbert tomó nuevamente el mandil que había colgado en el perchero y se lo anudó a la cintura, encaminándose a la cocina a través del pasillo. Roderich, que no se ubicaba muy bien luego de tantos años sin visitar esa casa, se limitó a seguirlo en silencio, escrutando todo a su alrededor.

—Francis está preparando algo muy rico y Antonio está con él... —comentó al sentir que le estaba siguiendo. Volvió el rostro y entonces reparó en un detalle—: ¿Qué es eso que traes entre las manos? ¿Qué hay en esa caja?

—Un pastel.

—¿Lo has comprado?

—Pude haberlo preparado yo mismo, pero eso supondría mucho esfuerzo.

—E-Espera... ¡¿Lo has comprado?! Es decir, ¡has gastado dinero! —replicó, patidifuso. Antonio y Francis salieron de la cocina a ver qué ocurría al oír su voz.

—Sí, realicé una transacción, lógicamente. No veo razón para tanta sorpresa.

—¡Que eres el señorito avaro, cómo que no ves razón para mi sorpresa! Espera... ¡Seguro lo has envenenado!

—No digas ridiculeces, por favor —bufó—. Dime en dónde puedo dejarlo, que ya me pesa.

—¡Oh, un pastel! —exclamó Antonio, acercándose a Roderich para tomar la caja entre sus manos—. ¡Será un excelente final para la comida! ¿No te alegra, Gilbert? Ahora todo está completo para cuando llegue nuestro chico.

—¡Debe estar envenenado, no comeremos eso!

—¡Pero si está precioso, Gilbert! —se sumó Francis, destapando la caja que sostenía Antonio— Sería un crimen no aprovecharlo.

—¿Qué chico va a llegar? —inquirió Roderich, estirando los brazos para relajarlos luego de sostener el pastel todo el camino hasta esa casa—. ¿Esperan a alguien? Quizá he sido inoportuno...

—No te preocupes —dijo Antonio, muy risueño, palmeándole la espalda—. Mientras más seamos, mucho mejor. Francis y yo volveremos a la cocina; que Gilbert te cuente en lo que terminamos de cocinar. ¡Va a quedar sabroso, porque le hemos puesto bastante tomate a la salsa!

En un segundo, Antonio y Francis ya habían huido a la cocina con la caja entre las manos, y Gilbert quedó paralizado en medio del pasillo, con Roderich a su lado. Así que, sin más remedio y sin nadie que lo salve, porque los que se hacían llamar sus amigos lo habían abandonado, fulminó con la mirada al señorito y le indicó que avance para platicar al menos en la sala.

Sind wir freunde? (PruAus)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora