CAPÍTULO 22: INEVITABLE

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Quiero, en primer lugar, pedir disculpas por la ausencia. Luego, si hay algún error, agradecería mucho que lo hagan saber. Lamento que este capítulo no sea taan extenso como otros previos, pero contiene lo necesario para avanzar.

Disclaimer: Axis Powers Hetalia no me pertenece; el autor es Hidekaz Himaruya.

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Debió saber desde el inicio, porque había antecedentes, que nada saldría como tenía planeado. Desde que decidió embarcarse en esa aventura de la que volvió con más sinsabores que satisfacciones, desde que abordó ese avión con la intención de cumplir con un cometido y al volver a subirse a uno con las manos vacías debió tener claro o al menos presentir que, si nada había salido como quería, las cosas no cambiarían su rumbo.

El acuerdo había sido muy claro. Lo acompañaría, lo orientaría, le ayudaría a conseguirse un lugar sencillo donde dormir —aunque por lo visto medirse con los gastos no sería necesario: el niño parecía contar con dinero más que suficiente, o eso concluyó al ver que todas las prendas que traía encima eran de marcas importantes— y eso sería todo. Hasta ahí llegaría su padrinazgo y su súbito acto de altruismo. Pero nada salió así.

Ni él mismo entendía cómo todo había cogido ese rumbo. Es más, ni él mismo comprendía por qué no echaba de su casa a ese niño que precisamente se hallaba tendido sobre su mueble, muy suelto de huesos, hojeando un libro y canturreando alguna canción.

Quizá era que veía en él algo de sí mismo. Quizá le recordaba lo perdido y abandonado que se sintió en esa ciudad extraña, lo mucho que le habría gustado que alguien le brindara una mano amiga a pesar de su orgullo. Quizá era que ciertos ademanes suyos le recordaban a su persona, lo cual le parecía sumamente extraño. Ni siquiera Ludwig, su propio hermano, le recordaba a sí mismo. No tenía sentido.

El caso es que no lo echó ni lo apuró a buscarse un buen lugar. Abandonaron el avión, lo llevó hasta su casa —las cejas de Ludwig al verlo casi llegaron hasta el techo— y no le dijo más por tres días. Para esas alturas, según había planeado durante su viaje de regreso en avión, el niño ya tendría que haber desaparecido en busca de quien sea por quien haya viajado. Más bien, el chico pasó la noche en casa, acomodado en la pequeña habitación de huéspedes y al día siguiente, en lugar de aparecer con su maleta en una mano y una despedida en los labios, decidió permanecer en perpetuo silencio. Para lo único para lo que abrió la boca fue para aceptar la comida que Ludwig le llevó hasta la cama a regañadientes.

Si bien sentía cierta compasión —así decidió llamar a ese curioso sentimiento—, tampoco pretendía darle oportunidad de que piense que podía quedarse todo el tiempo que se le antoje. La presencia de alguien tan joven en su casa también despertaba cierta sospecha en su ser, mucho más en el de Ludwig que no hacía más que echarle miradas de soslayo como si todo aquello se tratara de un secuestro, así que si quería evitarse cualquier problema, lo mejor sería cortar ese asunto de raíz.

—¿No que venías a buscar a alguien?

El chico hizo a un lado el libro y por fin lo miró a los ojos. A Gilbert le pareció ver que se sonrojaba de forma casi imperceptible y trataba de ocultar ese hecho con ayuda del libro que aún tenía entre las manos.

—Has estado ocupado... —confesó con ciertos tapujos, como si recordarle aquello le generara la vergüenza que no le provocaba estar desparramado sobre un sofá ajeno—. Ayer iba a pedirte que me acompañes, pero no estabas.

Eso era cierto. En cuanto llegaron del viaje, lo primero que hizo luego de señalarle dónde podría quedarse fue tomarse el tiempo de contactar a Antonio para verse y contarle cómo se habían desarrollado los hechos y que había fracasado. No hubo oportunidad de ver a Francis y la verdad, lo agradecía, pues pese a que Antonio le había explicado todo, no se sentía listo para hablar con él. Ese día volvió muy tarde y al siguiente, tras su ausencia, decidió hacerse cargo de unas ajustadas compras con las cuales pensaba abastecer su despensa, así que, en sí, no hubo muchas oportunidades de que lo ayude a orientarse como había planeado. Aunque, pensándolo bien, nada le costaba recordarle su promesa de ayudarle.

Sind wir freunde? (PruAus)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora