CAPÍTULO 13: UN SUEÑO

536 56 75
                                    


Disclaimer: Axis Powers Hetalia no me pertenece; el autor es Hidekaz Himaruya.


Sentía un dolor punzante en la cabeza y los pies helados. Recogió sus rodillas hasta la altura de su cintura en busca de calor y se descubrió desnudo. Abrió los ojos abruptamente y se halló solo. Tanteó entre la sábana, aún sin acostumbrarse a la luz que se filtraba por las aberturas de la bragueta de la tienda de dormir, y al encontrar su camisa, se apresuró a ponérsela, al igual que sus pantalones. Se pasó una mano por el pelo, se talló los ojos y buscó luego sus zapatos. Una vez calzado, salió de ese pequeño espacio. La luz de la mañana le golpeó el rostro, forzándolo a entrecerrar los ojos. Ya adaptado, volvió a abrirlos y, nuevamente, se halló solo.

Extrañado, dio una vuelta alrededor, pero con lo único con lo que se encontró fue con la carpa de Francis y Antonio completamente cerrada, además de haberse esfumado el desastre que habían causado la noche anterior: no se tropezó con ninguna botella ni algún plato vacío.

La noche anterior...

—¿Francis? —llamó a través de la tela de la carpa—. ¿Estás ahí?

Cierta ansiedad empezaba a agitarlo.

—N-No se habrán marchado...

Corrió rumbo a la cabaña y llamó un par de veces. Al no obtener respuesta, se adentró en esta. Nada. Al menos le quedó claro que no se habían marchado al ver que la comida seguía guardada allí.

La noche anterior...

Con el corazón inquieto, decidió que sería buena idea echar un vistazo al río. A lo mejor se hallaban ahí, bañándose o recogiendo agua. Aunque no lo aceptara, lo cierto es que se sentía bastante nervioso ante la idea de quedarse solo en medio del bosque. No tenía cómo volver ni cómo comunicarse con ellos ya que no tenía idea de dónde había dejado su teléfono móvil; además, ¿qué motivo tendrían para hacerle esa jugada?

Todo el nerviosismo que había acumulado en su cuerpo se redujo a una sola sensación una vez que se halló frente al cauce del río.

Frenó en seco. Sintió su estómago terriblemente pesado, al igual que su cuerpo, como si pesara lo mismo que un millón de ladrillos. Perdió el aliento y, por supuesto, fue incapaz de moverse.

—Buenos días —saludó Roderich impasible. Su mirada barrió a Gilbert y luego volvió a concentrarse en la contemplación el río. Se hallaba sentado sobre una especie de toalla, sus brazos yacían sobre sus rodillas, tenía los pies desnudos y sus dedos apenas rozaban el agua clara.

—¿Sabes qué hora es? —dijo por decir algo, cualquier cosa, para poner a trabajar su mente. Su primer pensamiento coherente fue—: ¿Lo de ayer fue un... sueño?

Roderich apretó la mandíbula.

—Son aproximadamente tres de la tarde. Y no, no fue un sueño —respondió, siempre impasible—. Aunque sé que te gustaría que así sea.

—N–No he dicho nada de eso —replicó Gilbert, y a medida que lo hacía, se iba poniendo furioso. ¿Con qué derecho se atrevía a afirmar algo así? ¿Acaso tenía idea de cómo se sentía?— ¿Por qué–?

—Lo intuyo y lo adivino. —Roderich tomó una pequeña roca y la arrojó al agua—. Así que no te preocupes. Nada pasó. Todo sigue perfectamente igual.

—¿Dónde están Francis y Antonio? —espetó, y cierto dolor empezó a punzarle el pecho. No era la angustia de antes, era algo completamente diferente que le recordó de alguna forma a Elizabetha.

Sind wir freunde? (PruAus)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora