CAPÍTULO 15: PRESENTIMIENTO

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Disclaimer: Axis Powers Hetalia no me pertenece; el autor es Hidekaz Himaruya.

—¿Me has dado tu número?

Roderich se incorporó despacio, apoyando su codo sobre el mullido sofá, y volvió el rostro para mostrarle a Gilbert con su expresión cuánto le extrañaba su pregunta.

—¿A qué viene eso?

Gilbert clavó la mirada en el techo para esquivarlo, pero sus brazos envolvieron con más fuerza su cintura para acercarlo a su pecho.

—Las veces que has llamado ha sido al teléfono de la casa. Como dijiste que esperemos, pensé que sería mejor... Ya sabes...

—Lo siento. Pensé que lo tenías...

Roderich dejó a un lado el libro que leía y se pasó ambas manos por la cara.

Sabía perfectamente que Gilbert se refería al asunto de Elizabetha. Habían pasado ya alrededor de tres semanas desde que acordaron no decirle nada al respecto, y desde ese entonces, pese a que seguían viéndose para repasar algunos libros, no habían vuelto a hablar sobre eso seriamente. De alguna forma, el tema parecía haberse vuelto tabú entre ellos y la sola mención de su nombre los ponía tensos e incómodos, como si quebrara el agradable ambiente que se había formado. Además, debido a lo espinoso del tema, no se habían tomado el trabajo de planear cuál sería su estrategia para que todo aquello que venía ocurriendo entre ellos no levante la más mínima sospecha o suspicacia.

—Te lo daré ahora mismo —anunció Roderich, extrayendo de su bolsillo su teléfono—. Es mejor porque–

—Es mejor comunicarnos directamente... No por el teléfono de casa... —completó Gilbert, sacando el suyo también.

Recostados sobre el sofá como estaban, uno detrás de otro, abrazados, fingían leer. Roderich le regañaba a menudo su falta de concentración, la cual era una constante todos los días que estaba en su casa, pero a veces no podía resistirse y se dejaba llevar por la espiral que era Gilbert. Pese a que en verdad quería empeñarse en estudiar, bastaba que este roce sus dedos con los suyos o se acerque para empujar sus anteojos que ya resbalaban por el puente de su nariz para que pierda toda voluntad y no piense más que en sentarse en su regazo, abrazarlo y desconectarse del mundo todo el tiempo que le sea posible.

—¡Guardado! —exclamó Gilbert, y metió en un segundo el móvil nuevamente en su bolsillo trasero. Al hacerlo, como quien no quiere la cosa, acercó su rostro al cuello de Roderich para iniciar un camino de besos que se vio frenado por un quejido de este.

—No... —regañó, pero ya una de sus manos se hallaba en la nuca de Gilbert. En un rápido movimiento, este se colocó encima de él—. Oye...

—Solo... es un beso... —jadeó, cerrando los ojos, a la par que cumplía lo dicho. Roderich se dejó ir por un instante, como siempre, hasta que su mente difusa, quién sabe cómo, alcanzó a oír algo en el pasillo. Al intentar empujarlo un poco, Gilbert replicó—: ¿Qué pasa?

—T-Tu hermano... Está andando por aquí... Escucha. —Con su índice, señaló la puerta. Gilbert comprendió a qué se refería, porque en el acto se separó de él y se sentó con propiedad en el sofá.

Permanecieron tranquilos unos minutos al tener la mente despejada, pero Gilbert, al ya no oír nada, intentó volver a la carga.

—Quiero decirte algo —frenó Roderich, colocando una mano en su pecho—. Es importante.

—¿Qué es?

—Quizá no lo recuerdes, no te culparía si así fuera porque ha pasado ya mucho tiempo desde que te lo dije, pero... ¿Recuerdas que te conté sobre el Symphony Hall? Es una sala de conciertos que está en Boston, una de las mejores del mundo... Te dije que habría un concurso.

Sind wir freunde? (PruAus)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora