CAPÍTULO 17: DESENCANTO

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La forma de querer tú
es dejarme que te quiera.

El sí con que te me rindes
es el silencio. Tus besos
son ofrecerme los labios
para que los bese yo.
Jamás palabras, abrazos,
Me dirán que tú existías,
que me quisiste: jamás.
Me lo dicen hojas blancas,
mapas, augurios, teléfonos:
tú, no.
Y estoy abrazado a ti
sin preguntarte, de miedo
a que no sea verdad
que tú vives y me quieres.
Y estoy abrazado a ti
sin mirar y sin tocarte.
No vaya a ser que descubra
con preguntas, con caricias,
esa soledad inmensa
de quererte solo yo.

La voz a ti debida - Pedro Salinas

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—¿Tienes sueño?

—No, no realmente... —Un bostezo escapó de sus labios—. Solo necesito descansar un poco...

—Sabes que puedes quedarte todo el tiempo que quieras, no pasa nada. Aún van a tardar bastante mis papás. Aunque incluso si regresaran, no pasaría nada... —susurró contra su oído, y su índice recorrió la piel pálida y delicada del brazo de quien yacía a su lado.

—No, no puedo...

—A mí me gustaría que te quedes...

Antonio, que se hallaba detrás de él, lo apretó contra su pecho con fuerza y hundió su nariz en su nuca, aspirando su aroma, a la par que repartía pequeños besos y los cobijaba con las sábanas.

—Solo un rato más... —insistió, más y más perdida su nariz entre los suaves y fragantes cabellos de Roderich.

—Sabes que tengo que ensayar... —susurró, satisfecho con las atenciones que recibía. Con una de sus manos acariciaba las de Antonio, mientras que la otra terminó perdida en la nuca de este.

—Tal vez... si llamo a tu casa... tal vez así te dejen quedarte a dormir aquí, conmigo... —jadeó, y se inclinó sobre la cama para poder acceder a su cuello y mandíbula. Roderich se giró despacio, de modo que Antonio quedó prácticamente sobre él y podía verlo a los ojos—. Quédate... Quiero estar contigo...

Decidió callar, como si estuviera sopesando su propuesta. Como consecuencia, quizá a modo de convencerlo, los dedos de Antonio se deslizaron por la piel expuesta de su pecho, y cuando estaban a punto de llegar demasiado lejos, este deshizo el camino hasta llegar a sus labios, los cuales besó al instante.

—Aún no nos hemos aseado —comentó, dispuesto a devolverlos a la calma—. No me gusta estar así luego de–

—¿Luego de lo que hicimos? —interrumpió Antonio, atrevido, con su sonrisa pícara dibujada en su rostro. Otro beso. Roderich lo fulminó con la mirada.

—Debo irme —anunció serio. Tomó la sábana que lo cubría, se enroscó con esta y se sentó sobre la cama. Antonio, que no se esperaba esa reacción, colocó una mano en su hombro en un intento de detenerlo.

—¡L-Lo siento! ¡No era mi intención incomodarte! —se apuró a decir, envolviéndolo en un abrazo necesitado—. ¡Fue una broma! Es solo que... incluso ahora no termino de creer que de verdad hayas... accedido a hacer... ya sabes...

—Prefiero no hablar sobre eso —respondió él, y cogió los anteojos que había dejado en la mesita de noche—. En todo caso, no entiendo tu sorpresa. Según entendí de lo que me decías cuando nos veíamos, queríamos que lleguemos a este punto.

—¡Claro que quería! —exclamó, sonriente, y le dio un beso detrás de la oreja—. ¡Pero es que eres tan recatado y tímido para estas cosas, que siento que me gané la lotería! Aún no puedo creer que te haya convencido.

Sind wir freunde? (PruAus)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora