Parte XIX. The Love I Thought I Knew

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Ellington esperó y esperó a Ed, sin embargo no llegaba, tras quedarse dormida algunas ocasiones durante su espera en el sofá, decidió reunir la poca fuerza que le quedaba y subió hacia su habitación, no se molestó en ponerse otra ropa, no tenía energía, se recostó en el que siempre fue su lado e intentó conciliar el sueño, lamentablemente ahora su cuerpo y mente se negaban a dormir.

En los tres años que tenían de casados, nunca habían pasado una noche separados, aunque últimamente dormir en la misma cama era más una costumbre, a veces las costumbres tienen un peso relevante en nuestras vidas, Ellington trataba de buscar una posición cómoda pero no lograba encontrarla, sin duda le era necesaria la presencia de Ed a su lado. No fue hasta altas horas de la madrugada que su cuerpo sucumbió ante la necesidad de descanso. Fueron pocas las horas de reposo que tuvo, además que comenzó a escuchar ruidos y eso fue lo que la puso alerta e hizo que se levantara rápidamente; su miedo no duró mucho ya que al dar unos cuantos pasos fuera de la habitación divisó la figura de Ed subir las escaleras.

—No llegaste anoche —Comentó afligida y aún adormilada, la única respuesta que obtuvo fue una mirada de desdén.

El pelirrojo pasó junto a ella ignorándola y se dirigió a la habitación, se sentó en la cama y se quitó los tenis, Ellington sigilosamente entró pero mantuvo su distancia.

—Me tenías preocupada —Una vez más, ninguna reacción—, Pudiste haber llamado ¿sabes?

Él se dirigió al baño y comenzó a lavarse el rostro, Ellington insistía y lo siguió hasta ahí.

—Al menos para saber que estabas bien.

—¿Bien? Crees que estaba bien después de saber que mi "esposa" me mintió durante todo nuestro matrimonio.

Cabizbaja decidió salir de ahí, sabía que no tenía razones para discutir, ella sentía que merecía todos el desprecio que Ed tuviera hacia ella.

—Me voy a ir —La voz de él la asustó—, ¿Te asusté? —Comentó en tono frío al ver su reacción—, Pues a mí me espanta el hecho de vivir con una mentirosa.

Ellington no podía mirarlo siquiera, sentía que no tenía ni la energía de sostenerse en pie.

—No tienes por qué irte —Susurró.

—Claro que sí tengo, no quiero vivir contigo ya —Otro golpe más para el corazón de Ellington.

—¿A dónde irás?

—No creo que te importe de verdad.

—Sólo quiero asegurarme de que estarás bien.

—En serio, no finjas que te importa —Las lágrimas y el nudo en la garganta de ella aumentaban conforme Ed se mostraba más distante, sin embargo se resistía a quebrarse delante de él.

—Sé que no irás con tus padres, ni con Matt, tampoco con Murray.

—¿Quién te asegura que no?

—Te conozco, vas a querer bloquearte del mundo, así eres tú, eres capaz de desaparecerte para no causar problemas o lástima.

Ed sabía que era verdad, Ellington lo conocía muy bien aún después de todo.

—Está bien, te daré la razón, me conoces muy bien, y ya que estamos en eso, me pregunto si yo te conozco a ti —El veneno salía fácilmente en las palabras de Ed, y acababa poco a poco pero brutalmente con la castaña.

—Por favor, Ed, sé que cometí una estupidez y veo que ahora eso cambió tu perspectiva de mí pero te lo juro que me arrepiento y en verdad quiero disculparme contigo por eso.

—Una disculpa no arreglará las cosas —Por el momento Ellington entendió que no tenía caso insistir, Ed estaba dolido, era entendible su actitud.

—Está bien, pero en ese caso, no te vayas, me iré yo, iré a la casa de mis padres y si sé algo sobre ofertas para la casa te avisaré.

Eso fue lo que hizo Ellington, durante los siguientes días se fue a la casa de sus padres, intentó estabilizar su vida, comenzar de nuevo a planear qué sería a partir de ese momento. Su matrimonio terminaría y necesitaba establecer qué camino tomaría después de eso, no se quedaría por siempre con sus padres, le molestaba mucho la incertidumbre de no saber qué rumbo tomaría su vida siendo una mujer divorciada.

Uno de los días cuando no se sentía tan abatida por lo que le sucedía, decidió preparar una cena agradable para sus padres, pensó en invitar a su hermana y su familia pero no estaba segura aún de querer tener tanto contacto y quería evitar las incómodas conversaciones sobre sus sentimientos; sus sentimientos estaban refugiados dentro de ella y no tenía intenciones de dejarlos salir pronto, sin embargo, sus reacciones psicosomáticas seguían presentándose, mareos, dolores de cabeza o de estómago eran recurrentes pero sólo eran una extensión del dolor emocional que estaba pasando y no se comparaban con tal, este dolor paralizaba tu vida más que los dolores físicos, ya que te impedía saber a dónde ibas a dirigirte en un futuro, qué sería de tu vida.

Se dirigió al supermercado a comprar lo necesario, estaba en el área de vinos cuando su vista periférica creyó ver a alguien, era John, el padre de Ed, en su intento de escapar caminó rápidamente por los pasillos hasta encontrar uno lo suficientemente lejos, sin embargo, antes de que pudiera enterarse en qué pasillo estaba una voz la asustó.

—Ellington, querida, no te reconocí —Al voltear se dio cuenta que era su tía Maggie, siendo honesta no era una de sus personas favoritas.

—Hola —Trató de saludar amablemente, vio que iba en compañía de otra mujer.

—Lamento lo de tu divorcio —Su comentario no parecía ser empático, al contrario parecía que lo decía a modo de burla, la mandíbula de Ellington se tensó pero su respuesta fue interrumpida ya que su tía decidió comenzar una conversación.

—Se está divorciando —Anunció a su acompañante.

—Qué pena, parece tan joven.

—Lo es, pero todos lo sabíamos —La miró con lástima fingida—, no durarían mucho.

Un escalofrío recorrió el cuerpo de Ellington, no le sorprendía mucho la actitud nefasta de su tía, siempre había sido así.

—Los muchachos de ahora, se casan sin pensarlo y creen que el divorcio es la primera opción.

—Él me agrada mucho, es una pena que deje ser parte de la familia, ay Ellington, tan tonta, debiste ser mejor esposa.

Por más enojo que la castaña sintiera, una parte de ella, sus valores inculcados por sus padres y su personalidad, le impedían responder como se merecía, así que sólo miró a ambas señoras molesta y se alejó, intentaba mantener la calma, no quería tener una crisis sentimental en el supermercado, sin embargo, era imposible reprimir sus reacciones así que apenas entró a su coche no soportó y sus lágrimas comenzaron a salir, esto ya era una costumbre, era rutinario día tras día. Manejó de prisa y llegó a casa, buscó en su bolsa y encontró las llaves, subió a su habitación y se perdió en su llanto una vez más.

Continuará...


Hola, sigo viva, sólo restan 4 capítulos de esta historia, espero no tardarme otro año en actualizar... Saludos :)

There Goes Our Love ||E.S.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora