Parte XVI. Still Chasing Shadows

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“¿Soy yo o eres tú? ¿O son los tiempos por los que estamos pasando? ¿Fue difícil? ¿Tu corazón se rompió? ¿Tu mente sigue en control? Todos necesitamos a alguien que nos guíe… Necesitaba a alguien como tú, alguien que me hiciera saber que podía perderlo todo.”

 

Era hora de levantarse, Ellington lo sabía sin embargo se negaba alejarse de Ed, se mantuvo ahí por otros minutos hasta que se vio en la difícil tarea de despertar completamente. Al abrir sus ojos, lo primero que vio fue el tranquilo rostro de aquel hombre, sus cejas y pestañas que eran casi invisibles, sin embargo, ella las amaba. La marca de  nacimiento que estaba junto a su ojo, la sutil cicatriz en sus labios, sus pecas, todo estaba en su memoria, pero le agradaba examinarlo más, aunque para muchas personas éstas podrían ser imperfecciones, para Ellington eran parte fundamental de Ed, lo caracterizaba y amaba cada una de esas características.

        Mientras intentaba reunir fuerzas, recordó el beso que le había dado Ed la noche anterior, sintió como el fantasma de sus labios permanecía aún en su frente, sonrió como una niñita avergonzada, el cosquilleo en su estómago le fue familiar, a pesar de que hace mucho no se presentaba en ella. Inconscientemente comenzó a jugar con los mechones pelirrojos, y sin pensarlo se acercó a besar su nariz, después intentó salir de la cama.

        Pero unos brazos se lo impidieron.

—¿A dónde vas? —Aún adormilado preguntó él.

—Por café.

—No vayas —La atrajo un poco más a su cuerpo.

—Ed, tengo que levantarme, quedé de ir con Regina hoy.

—Sabes cómo es tu hermana, si vas a esta hora se molestará.

Se quedaron ahí por unos minutos, cuando Ed decidió abrir sus ojos, Ellington se sintió incómoda a partir de ese momento, sus penetrantes ojos eran lindos sin embargoellos estaban divorciándose, no se suponía que tenían momentos así.

—Christopher, en serio, necesito levantarme.

—Está bien, ve —La liberó de su agarre y Ellington casi huyó de la habitación, comenzó a preparar el desayuno, moría de ganas por tocino, amaba el tocino.

        Un poco más tarde, ya con el desayuno servido, ambos estaban en el desayunador algo callados hasta que Ed habló.

—Ellington ¿cómo te sentiste ayer? —La miró cautelosamente.

—¿A qué te refieres?

—Por lo que dijo la señora Pope.

—¿Sobre qué? —La castaña no entendía a qué rayos se refería Ed.

—Ya sabes… Sobre los hijos —Apenas fue audible el comentario, ella rodó los ojos, entendía por qué Ed era cauteloso con el tema pero a veces le molestaba que creyera que caería en depresión cada vez que alguien hablaba de niños.

—No sé cómo me sentí, pero sé que no me sentí mal, no tengo porque hacerlo, ya superé ese tema, desde hace mucho —”Y eso mismo deberías hacer tú” pensó Ellington.

—¿En serio? —Ed no entendía cómo era que alguien podía vivir tranquilamente frente a la realidad de no poder tener hijos, formar una familia.

—En serio, por más cliché y desgastado que esté el dicho, las cosas pasan por algo, fin —Molesta, ella se levantó y casi arrojó el plato al fregadero, tomó su taza y subió a su habitación, tomó sus carpetas y salió, pasaría a dejar unas cosas al trabajo y después iría a visitar a su hermana.

There Goes Our Love ||E.S.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora