Parte V. Say You Love Me

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A/N ¡Hola! Espero estén pasando unas bonitas fiestas, no había podido actualizar, pero ya volví, que tengan un lindo fin de semana.

Ed abrió sus ojos y de inmediato los cerró por la intensa luz del sol que atravesaba la ventana; se sentó en la cama y miró a Ellington, ella seguía plenamente dormida, lucía muy tranquila así que decidió no molestarla.

        Después de darse una ducha, se dirigió a la cocina, comenzó a hacer el desayuno y por tercera, o cuarta vez en la vida, decidió prepararle el desayuno a Ellington.

        Realmente Ed jamás había sido un tipo tan romántico, era detallista pero esto sólo era en ciertas ocasiones en las que él se sentía con voluntad de ser espontáneo; cuando estuvo listo todo lo demás, tan sólo preparó el ácido de bateria de su esposa y se dirigió a su habitación.

        Por su lado, Ellington no quería salir jamás de la cama, la comodidad y la calidez del edredón la invitaban a permanecer ahí todo el día, medio despierta pudo reconocer el aroma de Ed, esto hizo que la castaña esbozara una pequeña sonrisa.

Minutos después, tal fragancia fue reemplazado por el aroma de comida, esto provocó que su estómago se manifestara, recordándole que era importante comer. Molesta con su hambre, abrió los ojos para ver a un pelirrojo al pie de la cama con una charola.

Honestamente, Ellington creyó que estaba soñando o algo parecido.

—Buenos días —Los ojos azules de él brillaban peculiarmente esa mañana.

—Hola —Recorrió su cabello con su mano y no supo si se sentía alegre o ligeramente incómoda.

—Nos hice el desayuno —Su esposa aún se miraba algo sorprendida—. Podemos desayunar en la cama.

Esta vez la sonrisa de Ellington se amplió naturalmente.

—Gracias —De inmediato tomó su taza, cabe mencionar que había escogido su favorita, y cuidadosamente se dedicó a saborear el líquido caliente.

        Tras un desayuno en armonioso silencio, Ellington sugirió que salieran a algún lado después de hacer algunas labores hogareñas.

Cuando era hora del almuerzo, decidieron ir a un restaurant que a ambos les gustaba.

—¿Quieres ir en metro? —Sugirió ella.

—Creo que es mejor, porque el tráfico en el centro de la ciudad es insoportable a esta hora.

—A ésta y a todas horas, cariño —Ed rió suavemente.

        Esta última parada se había resbalado fácilmente de la lengua de Ellington; no tendría porque haber causado impacto en ella, sin embargo lo hizo, esos apodos cariñosos estaban tan oxidados entre ellos.

 

        De la estación del metro al restaurant eran algunas calles, era un día fresco aún cuando el sol se asomaba en el cielo azul, Ed y Ellington naturalmente iban tomados de la mano.

        La mente de Ed estaba alerta ante las situaciones que los rodeaban, siempre estaba observando algo que lo pudiera inspirar a escribir; mientras tanto Ellington también observaba, sin embargo, puesto que no era muy buena con las personas, su atención era dirigida a los edificios del centro, tan victorianos y tan bellos, pensaba ella.

Cuando ya se encontraban disfrutando de sus paninis, Ellington no podía alejar su vista de un museo que estaba justo enfrente.

—¿Quieres que vayamos después? —Cuestionó Ed con una sonrisa boba en el rostro, ésta causada por la cara de Ellington que parecía una niña mirando la tienda más grande de juguetes.

—N-no, no, está bien —Regresó a disfrutar su panini, y realmente ninguno de los dos entendía por qué ella actuaba como si fueran dos amigos en su primera cita.

No se habló más hasta que ambos terminaron su almuerzo, al salir de ahí, los ojos cafés de ella estaban decididos a no voltear más hacia el museo, cuando una mano la sacó de su trance.

—¿Qué haces Ed?

—Iremos al museo, anda —Incluso él estaba ansioso por ver qué exposición tenían, miraba con un poco de enfado a los coches que pasaban y pasaban sin permitirles el paso al otro lado de la calle.

        El resto de la tarde ambos se sumergieron en el mundo del arte, la exposición vigente eran obras plásticas referentes a diferentes autores; esto fascinó a ambos, lo cual los llevó a perderse entre aquellas obras plásticas, con una que otra cita de las obras literarias, por ahí.

Cuando terminaron de ver detalladamente lo que el museo tenía que ofrecer, decidieron volver a casa, esta vez, tanto Ed como Ellington buscaron la mano del otro.

 

Ya en la noche, Ellington se lavaba el rostro, cuando terminó se aseguró de cerrar bien la puerta del baño de la habitación y buscó entre una gaveta hasta que vió sus pastillas, cogió el frasco y jugueteo con él un rato, tras varios minutos se tomó su pastilla correspondiente. Tras guardar donde mismo el frasco, salió lista para irse a la cama, donde ya se encontraba Ed.

        Al adentrarse entre su querido edredón, se percató de inmediato de una falta de calor que sólo algo, o mejor dicho alguien le podía brindar, se acercó más a Ed,, esperando que él captara el mensaje, y así fue, enseguida sintió un cálido brazo reposar sobre su cintura. Ellington quería inmensamente que Ed abriera sus ojos, quería ver sus ojos azules que la transportaban a un lugar de tranquilidad, sin embargo el pelirrojo parecía estar rendido en los brazos de Morfeo.

        Una sensación inexplicable se apoderó del pecho de Ellington, quería algo.

“Di que me amas” pensaba la castaña desesperadamente, “Di que me amas, por favor, dilo ahora”, su mente y alma le estaban gritando eso a Ed.

—Buenas noches —Un somnoliento Ed le dijo con una pequeña sonrisa y se acercó a ella, besó dulcemente su nariz y volvió a su anterior lugar.

—Buenas noches —Contestó con un hilo de voz e intentó dormir y olvidar esa sensación atormentadora que oprimía su pecho.

There Goes Our Love ||E.S.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora