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—No llores, hija —dice mi padre, limpiando mis lágrimas con sus grandes pulgares—. Aun tienes mucho que aprender, hay muchos peces en el agua.

—Pero yo no quiero un pez, papá —me quejo, sorbiendo la nariz.

—Yo sé que tú encontrarás a tu hombre ideal. Es sólo cuestión de tiempo, pero antes, debes vivir ciertas cosas. —Se gira en su desgastada silla de oficina y toma una maceta con una planta—. Tu eres como esto, Ellie.

Me tiende la maceta y la tomo con desconcierto.

—¿En qué nos parecemos? —le pregunto. Mi estado de ánimo de desconsolación ha sido reemplazado por la curiosidad.

—Ambas necesitan tiempo para florecer. En el camino aprenderás cosas nuevas, Ellie. No te cierres a la oportunidad de ampliar tus conocimientos, vivir nuevas experiencias. Cuando éste pequeño botón se convierta en una hermosa flor, sabrás que estás lista.

Mientras recorro el vivero por la tarde, viene a mi mente la ocasión en la que mi padre consoló mi corazón roto; tenía 14 años.

Cuando mi padre murió, algunas plantas y flores del vivero murieron, incluso la que me había entregado aquél día, que ya había dejado de ser un botón.

Lo tomé como un tipo de señal, tal vez mi padre tenía razón y debía abrirme más, aprender cosas nuevas sin temor, vivir nuevas experiencias. Incluso creo que me ha enviado una señal el mismo.

Acaricio los pétalos de uno de mis tulipanes favoritos de color rojo cereza. Es hermoso. Creo que verlo florecer es una señal que mi padre me manda; estoy lista.

A sabiendas de lo que mi madre es capaz, jamás he dejado que ponga un solo pie dentro de éste lugar, para mí es relajante y tranquilizador saber que hay un pedacito de mi padre conmigo aquí en la tierra, en cada una de las plantas que él adoraba.

Desde que desperté en la mañana no he dejado de darle vueltas a lo que ocurrió anoche con mi madre. Sigue pareciéndome sorprendente que su interés esté por encima de su familia, de su sangre...

De estar mi padre entre nosotros, creo que jamás hubiese sabido la clase de persona que realmente es mi madre; una mujer manipuladora capaz de lo que sea con tal de tener lo que desea.

—Adiós, chicas. —les digo a las plantas antes de salir del vivero. Mi padre siempre hacía eso.

Cuando estoy cerrando la puerta tras de mí, el celular vibra en el bolsillo trasero de mi pantalón. Respondo sin mirar.

—¿Sí?

—Señorita Hamilton. —la voz de Chris me llega como un susurro, pero definitivamente logra poner todos mis sentidos en alerta.

Lo sorprendente de esto es que me habla de usted de nuevo.

—Hola —carraspeo—. ¿Todo bien? —le pregunto, nerviosa.

—No... Sí... Yo sólo... Quería saber cómo esta.

—Estoy bien, gracias por preguntar. ¿Y usted? —camino de regreso a mi habitación, siguiéndole la corriente.

—También. —hace una pausa y suspira—. Quería hablarte sobre lo del otro día...

Sus palabras me tienen algo extrañada. ¿De qué va todo esto? Ha pasado una semana desde lo ocurrido y no había recibido ninguna llamada suya y mucho menos, algún mensaje. Lo tomé como un mensaje claro: "Aventura de una noche".

—Claro, dime, ¿qué sucede? —quiero restarle importancia con mi voz, pero ésta me traiciona y se quiebra un poco. Demonios...

—Lamento la manera en que sucedió. No debí haber ido de improvisto a tu casa —suena tenso y escucho a lo lejos el claxon de un coche.

Te Pertenezco (Borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora