8

25K 1.9K 44
                                    

Como todas las mañanas, me rehúso a dejar la comodidad de mi cama y la tibieza de mis cobijas. Ruedo los ojos cuando escucho la molesta alarma recordarme que ya perdí veinte minutos.

—Ya voy, ya voy. —murmuro al aire—. Odio pretender ser una adulta.

Durante mi adolescencia sólo pensaba en crecer para poder hacer lo que quisiera, y, aunque técnicamente soy mi propia jefa y pongo mis horarios, me he obligado a ser un poco más adulta, poniéndome un horario.

Horario de persona adulta.

Resoplo mientras salgo de la cama a regañadientes. Técnicamente salí hace poco de la universidad, tengo derecho a sentir la necesidad de dormir hasta no saber de mí, ¿o no?

Me baño, cambio y bajo a desayunar. Para mi sorpresa, mi tía está esperándome, y lo sé, porque sólo toma café cuando está esperando por mí.

—¡Buenos días! —exclamo al entrar a la cocina.

—Buenos días, cariño. ¿Cómo amaneciste? —dice tía Anne mientras me da un beso a modo de saludo.

—Bien. Estoy un poco ansiosa y nerviosa... —comento. Veo que Lena entra a la cocina—. ¡Buenos días, Lena!

—Hola Ellie. —Frunce el ceño—. ¿Por qué no estás con tu humor de perros de todos los días? ¿Dormiste bien, linda?

Suelto una carcajada.

—La ducha calmó mi humor.

La verdad es que la expectación por lo que vaya a pasar el día de hoy me tiene con los nervios a flor de piel. No hay espacio para el mal humor, sólo para un nerviosismo desmedido, —y un poco exagerado, si me lo preguntan—.

Tras desayunar, tía Anne se va al hospital, Lena continúa con la interminable limpieza de éste enorme lugar y yo...

Sonrío. Tengo todo lo que pudiera desear, ¿cómo es que no sé qué hacer ahora?

El clima parece idóneo para darme un chapuzón en la alberca, pero apenas desayuné; tengo que esperar dos horas para poderme meter al agua. Descarto la idea de la alberca y me voy a mi habitación a leer un rato.

•••

Encuentro gracioso el hecho de que mi madre cree que hay una edad mágica cuando la mujer finalmente ha resuelto toda su mierda. Pero debo admitir que una de mis citas favoritas es una que ella inventó.

"Nunca serás capaz de encontrarte a ti misma si estás perdida en alguien más."

Mi celular vibrando interrumpe mi lectura. Bajo el libro y coloco el marcador en donde me quedé antes de responder la llamada. Contesto sin ver quién es.

—¿Hola?

—Señorita Hamilton, un gusto volver a escuchar su voz.

El aire escapa de mis pulmones cuando escucho su voz y ese deje cautivador que me atrapa como araña a su presa, envuelta en su telaraña. Así me siento cuando Chris Bennett está cerca de mí y saber eso me hace sentir un poco atemorizada.

—Ig... Igualmente, señor Bennett. Dígame, ¿está listo para mi visita? —pregunto, dejando el libro sobre la mesa de noche. Dios, esto requiere especialmente mi atención.

—En realidad, quería decirle que estoy afuera de su casa. Iremos juntos.

Frunzo el ceño. ¿Qué?

—Esperaba poder verlo más tarde, en éste momento estoy un poco ocupada.

Te Pertenezco (Borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora