Capítulo Veinte

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Al otro día, como se lo prometí a Paige, llegué con la chaqueta al colegio. Al segundo que pasé las puertas del colegio todo el mundo empezó a mirarme, unos con confusión, otros con envidia (las chicas) pero todos con el mismo asombro y sorpresa de que yo fuese la que tuviera la chaqueta. Sin querer más miradas y sin querer problemas a horas tan tempranas del día, guarde la chaqueta en mi casillero; literalmente la tuve que doblar y apachurrar para que cupiese en el bendito casillero.

Entré al laboratorio y lo primero que pude ver fue al chico sentado en una de las sillas de la primera mesa, la mía. Tenía el cabello mojado, lo que lo hacía caer y pegarse en su frente cubriendo casi completamente sus cejas. Me acerqué y me senté, el silencio que llenó nuestro espacio era uno muy raro; no era incómodo pero no era normal.

Como se supone que le diga que tengo su chaqueta en mi casillero sin sonar tan acosadora?

-Sabees- comencé sin pensarlo dos veces, ya que sabía que si lo pensaba demasiado no lo iba a decir y la chaqueta se quedaría arrugada en el casillero para siempre. Al parecer Bryan no pensó que le hablaría porque al escuchar mi voz se asustó y se le cayó el teléfono en la mesa, de verdad traté de contener mi risa pero se me soltó una carcajada -Tengo algo que te pertenece, desde hace algunos días, o semanas, no se. Sin hacerme sonar como una lunática o acosadora, lo tengo- agregué lo último al escuchar como se oía en voz alta lo que tenía planeado decir. Les juró que en mi mente sonaba más cool.

Volvió a agarrar su teléfono y lo guardó en su bolsillo -Tranquila, ya todos saben que eres una loca- dijo con un guiño de ojo y me dió esa sonrisa que les hace a las chicas para hacerlas caer a sus pies, pues mala suerte porque en mí no funciona. Aunque algo en mí se revolvió al ver sus ojos brillar, y su sonrisa perfecta salir.

-Si claro, lo quieres o no?- le dije rodando los ojos y sacando los libros y cuadernos de mi bolso para ponerlos sobre la mesa. Su mirada se volvió confusa y su sonrisa se volvió una mueca, alzó una ceja que casi no podía ver debido a su cabello y preguntó confundido:

-Pero, qué es lo que tienes?-

Por alguna razón me puse nerviosa, tal vez fue por la manera en la que me miraba tan atentamente como si me estuviese estudiando la cara y todas las acciones que hiciera, pero igual le hablé -Ahora que lo pienso, no te debes ni acordar. Fue en el último juego, que me diste tu chaqueta por el frío y se me pasó devolvértela pero veo que no te acuerdas y que a lo mejor no la necesitas pero igual te la voy a devolver porque sería raro quedármela- dije algo rápido, pero el igual entendió porque soltó una risa torpe. Como la risa que haces cuando tu crush dice algo estúpido, y sientes la necesidad de reír ya que, bueno, es tu crush.

-Ah, si, ya me acuerdo. Me la das cuando vayas a mi casa a ayudarme con la tarea hoy- dijo como si fuese lo más obvio del mundo.

-El problemita aquí es que, umm, bueno, la tengo en el casillero- dije nerviosa, cuando me pongo nerviosa hablo rápido, y les aseguro que no tengo idea como me entendió la última parte ya que lo dije de una manera inentendible.

Se volvió a reír de la misma forma de antes, y me dijo -Bueno, me la das en el almuerzo, cuál es el problema?- de lo más tranquilo. El problema es que todas las chicas me van a tirar dagas mentalmente si me ven con esa chaqueta en mis brazos, le quise decir pero me lo guardé y solo susurré un pequeño "claro".

Las clases pasaron más rápido de lo normal, y en un parpadeo ya me encontraba saliendo de Álgebra para ir a la cafetería; pero antes tenía que pasar por mi casillero.

Todos los alumnos estaban dispersos al rededor del colegio, unos pocos en los pasillos pero igual había algo de gente. Al llegar a mi casillero me quedé parada observando la puerta de metal por dos minutos como una retrasada.

Cayendo Por El OpuestoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora