Capítulo 3
"—Gracias al material que nos dejó el asesino del malogrado general Saljam, ahora podemos saber algo acerca de nuestros enemigos.—Así es Dimitri, pero ¿qué opinarán nuestros telespectadores de todo este asunto? ¿Nos podemos fiar de nuestro benefactor, o por el contrario, como ha dicho nuestro inteligente ministro del Interior aún no sabemos de qué lado realmente está?
—Estoy de acuerdo contigo. El anuncio del actual dirigente militar de la zona libre, el comandante en jefe Nicolaiev Alexandrovich, ha dejado estupefactos a la gran mayoría de nuestros conciudadanos. El hecho de que alguien, no sabemos quién, libere a trescientos mil de los nuestros en la zona ocupada de Francia, a más de un millar en los antiguos Estados Unidos, que sea capaz de plantar cara a los invasores, que destruya esas nodrizas gigantescas que pueblan nuestros cielos, y que encima, para colmo de males, nos enseñe la manera de poder estudiar a nuestros enemigos, a mí personalmente y supongo que al resto de nuestra audiencia también, nos llena de espanto.
—Bueno, dejémonos de sarcasmos querido colega. Es cierto que parece ser nuestro benefactor, sin embargo, no debemos olvidar que asesinó, sin mediar ninguna provocación y delante de testigos, a toda la alta cúpula militar de la resistencia.
—Que, siento interrumpirte Mike, no había hecho nada positivo en este sangriento año.
—En honor a la verdad debo decir que eso es enteramente cierto, Dimitri. Ahora, sin más preámbulos, recibamos con un fuerte aplauso a nuestro invitado especial, el comandante Jean-Jacques Dirdam, miembro del comando de resistentes que se encontraba en las refinerías de Lyon durante el rescate.
—Gracias, muchas gracias, es para mí un placer estar aquí.
—Buenas tardes, comandante, ¿debemos llamarle así?
—No, no, por favor, Jean es suficiente.
—Pues bien Jean, gracias por venir. La primera pregunta es casi obligatoria, y seguro que todo nuestro público desearía hacérsela ahora mismo. ¿Vio usted a nuestro benefactor?
—¡Sí!
—¿Como era? Físicamente claro. ¿Es humano?
—Si, por supuesto, es humano, tan humano como nosotros, por lo menos en apariencia. Lo vi tan cerca como lo estoy viendo a usted ahora mismo. Es de complexión fuerte y aspecto duro, si se me permite utilizar esta expresión. Su estatura debe de ser, según mi estimación, de entre unos ciento ochenta o ciento noventa centímetros, más o menos.
—¿No lo sabe con certeza?
—No, tenga en cuenta que iba subido a la parte trasera de un todoterreno.
—¿Y su peso?
—Quizá de entre ochenta o noventa kilos, más o menos, siempre según mi estimación personal, claro.
—¿Cómo iba vestido?
—De negro, totalmente de negro. Su uniforme era de aspecto alienígena, o eso me pareció, porque se le amoldaba perfectamente al cuerpo. ¡Ah, si! su pelo era negro y largo, lo llevaba largo y suelto, más o menos por aquí, a la altura de los hombros.
—Eso le daba un aspecto fiero ¿no?
—Así es, realmente fiero.
—Entonces comandante, el "enfant terrible" de nuestras invasores tiene un aspecto salvaje.
—Afirmativo, y su figura irradiaba fuerza, no sé como definirlo mejor, proyectaba poder. Es impresionante y creo que está de nuestro lado. Yo le miré a los ojos y no vi un enemigo, vi un aliado.
—Ya lo han oído señoras y señores, la "Bestia Negra de los Sutras", es de los nuestros."
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—¿La Bestia Negra de los Sutras?, ¿no crees que nos hemos pasado Nicolaiev?
Sentado en un mullido sillón victoriano de color rojo, con los dos codos apoyados en los laterales y las manos entrelazadas frente a la boca, el Comandante en Jefe de la resistencia miraba con desaprobación a su ministro del Interior.
—El comandante y Dimitri, tan sólo, han tratado de arreglar lo que tú jorobaste.
Hubo un pequeño murmullo de asentimiento, Sin Xinei se movió inquieto en su asiento. No estaba acostumbrado a que le llamaran la atención, y mucho menos alguien más joven que él. En su país natal la edad era un grado y no se acostumbraba a la idea de que su país ya no existía como tal.
—La "FGA", es nuestra aliada —dijo el Comandante en Jefe, a la vez que se levantaba y se encaraba con todos los presentes—, necesitamos un héroe, alguien en quien el pueblo pueda poner esperanzas, alguien con quien soñar.
—Eso es un arma de doble filo —especuló el ministro de Refugiados, que desde su asiento en el borde del sofá buscaba apoyo a sus palabras con la mirada—, cuando sea eliminado, pues creo que nadie en esta sala duda de ello —volvió a ojear a los presentes—, las ilusiones de los nuestros se partirán por la mitad, y no sabremos si el remedio es peor que la enfermedad.
—Señores —el Comandante trataba de tomar las riendas del asunto—, no tenemos nada que hacer contra "ellos" —asenso general y respetuoso silencio—. Nuestras fuerzas armadas combinadas no aguantaron ni ocho horas de reloj —las miradas se inclinaron vergonzosamente—. No somos nada ni nadie contra "ellos", y si vivimos es porque, "ellos", tienen un tratado intergaláctico que les impide, por lo menos en principio, barrernos del Globo. ¿No es así? Todos estamos enterados de las informaciones que contenía la bolsa de materiales. Así pues quién nos dio la información para que relajáramos las tropas en la "Línea" fue él. Entonces señores, si no tenemos otra cosa, seamos, cuando menos, agradecidos con la "Bestia Negra", o la "FGA", o como quieran llamarlo.
—¿"FGA"?, ¿porqué "FGA"? —la Ministra de Sanidad rompió el incómodo silencio que se produjo tras las palabras del Comandante en Jefe. Todos sabían que gracias a la acción de la "Bestia Negra", Nicolaiev había subido a lo más alto.
Maurice miró al Comandante en Jefe y viendo que no contestaba se levantó, y colocándose delante de la pantalla de televisión para llamar la atención, se apresuró a responder.
—Son las siglas que aparecían grabadas en la mochila que dejó caer a los pies del difunto comandante Saljam.
—Nos pareció —interrumpió Luis, que en una esquina del salón y con una copa de coñac en la mano, hasta ese momento, había permanecido en silencio—, que debíamos ponerle nombre propio a nuestro benefactor —y subrayó la última palabra con un leve movimiento de cabeza.
Todos asintieron a su vez aunque, a la mayoría, el nombre no les pareciera demasiado acertado. Sin embargo, nadie ponía en duda que el director de los Servicios de Inteligencia Luis Beteta, era el más apropiado para hacerlo.
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HISTORIA DE LAS GRANDES GUERRAS. "G - 2° Gran Guerra"
Science FictionSegunda parte, de las seis que consta, la saga: "Historia de las Grandes Guerras". Esta obra se presentó completa a los premios "Minotauro" de ciencia ficción en su apartado de novela larga. Recomiendo leerla en su orden correspondiente para que no...