Umibozu

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En un país compuesto por casi 7000 islas – entendiendo isla como superficie de tierra con más de 100 metros cuadrados- es lógico que los mitos y leyendas relacionados con el mar cobren especial importancia.

Japón no es una excepción, ni mucho menos, océanos y mares de todo el planeta han maravillado y aterrorizado a diferentes culturas a lo largo de la historia de la humanidad.

Quizás, una de las figuras más curiosas e impactantes – si tienes la mala fortuna de encontrarte con una de ellas- es el Umibozu.

Los monjes del mar, si traducimos del japonés de forma literal, no tienen mucho que ver con los religiosos, más que con el aspecto de sus cabezas redondeadas que recuerdan a la cabeza afeitada de un monje budista.

Curiosamente, se manifiestan en aguas calmadas, e invierten el dicho de "tras una tempestad siempre viene la calma". Son muchos los signos que presagian la llegada de uno de estos yokai y los marinos más veteranos, una vez detectados estos presagios,se negarán a izar velas hasta que el mar vuelva a su normalidad.

De la misma forma que las sirenas u otras criaturas marinas, las formas que pueden adoptar los Umibozu varían según los testimonios. La más habitual, es la que se representa de forma genial en la ilustración superior, del siempre genial Shigeru Mizuki:

Grandes cabezas negras, redondeadas con ojos amenazantes que emergen de las profundidades del mar y causan estragos a incautas embarcaciones, pero los testimonios hablan de monstruos peludos que recuerdan a los cachalotes, insinuantes figuras femeninas – tradición de la prefectura de Miyaki-, e incluso una versión en miniatura que queda atrapada en las redes de los pescadores.

Su poder reside en el agua, capaz de crear grandes remolinos que engullen a cualquiera que pase por su lado. Sus apariciones, como comentaba antes, están ligadas a fenómenos atmosféricos como tormentas o tifones, por lo que si tienes la desdicha de estar en el momento y hora justa ya puedes empezar a rezar, porque todo está en tu contra.

Algunas historias hablan de que estos monstruos no sólo son cabezas, sino que bajo el mar, sumergidos, residen grandes brazos que pueden utilizar para destruir embarcaciones de un sólo golpe. Otras, hablan de umibozu de tamaño medio que se aventuran en tierra firme, adoptando formas humanoides y conviviendo con nosotros durante unos días.

Existen figuras similares alrededor del globo, en China tienen al Kikokutan, en Mongolia, el Mokuri Kokuri y en Europa tenemos dos variantes, el monje del mar y el obispo del mar- curioso "sireno" que parece sacado de un episodio de Futurama.

Los más escépticos asocian a estas criaturas con fenómenos naturales como las cumulonimbus, nubes de desarrollo vertical formadas por una columna de aire cálido y húmedo que les permite adoptar formas caprichosas que pueden recordar a las de una gran cabeza humana.

No pensaban igual en Japón hasta hace cuatro días, ya que a finales del siglo XIX, en 1888, en el vigésimo primer año de la era Meiji, el periódico Miyaku Shinbun, informó del avistamiento de una de estas criaturas, describiéndola como un monstruo de 2.4 metros de largo, 263 kilos, de color marrón claro, de grandes ojos con boca de lagarto, una gran cola con forma de gamba y voz de vaca. Bizarro es poco...

También en 1971, el periódico Mainichi Shinbun habló del encuentro de unos pescadores japoneses con una extraña criatura marina. Se encontraban pescando en Nueva Zelanda, cuando una gran cabeza emergió a la superficie. De color marrón, piel arrugada, ojos de 15 centímetros de diametro y sin boca visible. Uno de los pescadores implicados informó a los medios que la parte que apareció ante ellos medía ya más de un metro y medio de largo.

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