los humanos conducen a la muerte

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Daniel tenía ganas de vomitar; habían pasado dos horas desde que comenzó a conducir en la ruta. Sus nervios aumentaban, la niebla le impedía ver adónde estaba yendo. Estaba perdido, o eso creía él. La furia comenzó a notarse cuando aceleró mucho más de lo permitido. No tenía paciencia, solo quería llegar a la casa de sus padres.

Intentó poner la radio, pero ninguna señal se escuchaba con claridad. Tenía frío, pero la calefacción no respondía. Aceleró aún más hasta que tuvo que frenar bruscamente cuando vio una silueta de una mujer, justo adelante de su carro. Estaba apunto de llevársela por delante, pero solo hizo contacto con sus piernas.

La mujer estaba temblando, chillando y respirando con dificultad. Se acercó a la ventanilla. Daniel la abrió y antes de que pudiera preguntar, ella habló:

— P-Por favor... Ayúdeme, me he perdido. ¿Podría llevarme a casa?

Lo pensó dos veces, pero afirmó.

— Sí, súbase.

Abrió la puerta que le parecía estar cerrada, y se sentó en el asiento del co-conductor. Dejó de temblar.

— Es por allí— señaló al único lugar que podía señalar, adelante.

— Yo voy por el mismo camino — dijo él, preocupado.

Unos minutos de silencio. Otra vez, ella habló.

— Tienes que girar a la derecha.

A Daniel le pareció muy extraño, los costados estaban repletos de niebla, y no parecía haber alguna curva como para girar.

— ¿Dónde? ¡Aquí no hay más que niebla!

— Por favor, gire, es el único lugar por donde se puede llegar a la ciudad.

Giró; en ese momento, no pudo ver el camino. Aceleró, pero la niebla no se quitaba de su vista. Hasta que sintió que no había más camino, frenó otra vez bruscamente. Los frenos no respondieron, el auto seguía en marcha sin rumbo. Sintió que su cabeza dio un golpe fuerte contra el techo de su carro.

La niebla desapareció, él era el único que gritaba horrorizado, estaba cayendo por un barranco.

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La policía encontró el auto y el cuerpo de Daniel, ambos tirados como deshechos en un río. No se encontraron huellas ni marcas de otra persona que haya estado en el escena; dedujeron que había sido un suicidio.

La víctima había conducido adonde estaba el viejo barranco, que estaba bloqueado por cintas policiales por otro suicidio que se habría cometido. Compararon el expediente con el de una turista de diecisiete años que, buscando transporte en la vieja ruta, el conductor la llevó a su muerte.

¿Tú subirías a un extraño?

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