La leyenda, que se repite insistentemente en distintos grimorios y libros prohibidos de la Edad Media, sostiene que cuando alguien padece de insomnio, o bien despierta repentinamente a causa de una pesadilla, está siendo atormentado por un duende procaz, llamado Buffeto.
Buffeto encuentra un macabro placer al perturbar nuestros sueños. En general, oprime la nariz del durmiente, impidiéndole respirar correctamente, a la vez que susurra terribles historias al oído, capaces de forzar horrorosas pesadillas.
En casos más severos, el Buffeto no se conforma con provocar sueños sobresaltados y pequeñas irregularidades respiratorias; de hecho, es capaz de sofocar al durmiente con sus propias manos.
Dicho esto, resulta justo admitir que las intenciones de Buffeto rara vez buscan la muerte, sino más bien que sus víctimas alcancen un estado sonambúlico que permita la inserción de pesadillas realmente pavorosas.
Se cree que todos los objetos religiosos son útiles para ahuyentar al Buffeto, ya que este duende es un prolífico pagano que detesta y teme cualquier símbolo católico. Si este recurso no fuese suficiente para alejar al Buffeto, se recomienda distribuir imágenes apasionadas, preferiblemente explícitas, en los dormitorios, ya que el Buffeto aborrece al amor en todas sus manifestaciones, en especial la física, por la cual siente el más profundo rechazo.
Esta última sugerencia ha generado cierta controversia jurídica, por la cual muchos adolescentes justifican la posesión de material inadecuado amparándose en la leyenda del Buffeto.
El Buffeto se alimenta del miedo y, en segundo lugar, de las pasiones bajas, del sudor de quienes padecen atroces pesadillas. A veces incluso logran materializarse dentro del sueño, aunque es fácil reconocerlos por su afectada teatralidad y su pésima imitación del habla humana.