- En serio, Mat. No es necesario... - Le digo, aunque quiero que lo haga y se abra conmigo, por su expresión sé que puede ser demasiado duro para él.
- Déjame hacerlo, Ale. - Me mira a los ojos, esbozando una pequeña sonrisa, eso sí, muy triste. Ésa sonrisa no llega a sus ojos. - Verás... yo nunca he sido buena persona, nunca. De adolescente, cuando tenía unos trece años, comencé a meterme en líos.
- ¿Qué clase de líos? - Pregunto impaciente, aunque no quiero incomodarlo no puedo contenerme. Decido calmarme ahora que ha dado este gran paso conmigo.
- En... drogas, peleas... ya sabes, cosas de las que ahora no estoy orgulloso - Se frota los ojos con nerviosismo - Pero entonces me creía el rey, pensaba que nadie podría conmigo, me drogaba cada día, no tenía control. La policia llamaba cada noche a mis padres, ya que yo era menor. Ellos tenían una paciencia increíble conmigo, como si un día todo fuera a cambiar, ¿sabes? Como si en todo lo que me había convertido solo fuera una etapa y pronto pudiera volver a ser el de antes. - Tiene los nudillos blancos de la fuerza con la que está apretando los puños, cojo sus manos, llevándolas a mis labios y besando cada uno de esos nudillos, uno por uno. - Pero no, Ale. Yo solo íba a peor, cuando tenía catorce años me metí en una pelea, pero no como las demás, ésa fue la peor. Yo íba hasta arriba de droga y... acabé dejando inconsciente a un tío.
- Tranquilo, Mat - Acaricio su mejilla, su pelo, notando sus pechones entre mis dedos. Él cierra los ojos sintiendo mi contacto. - ¿Quieres seguir, o prefieres parar?
- Ya que he empezado, te contaré todo, Alejandra. - Yo asiento, dejándolo continuar en silencio - Bien, después de esa pelea, me metieron a un centro de menores, ya sabes, a una cárcel para los que todavía no tienen dieciocho años. Mis padres venían cada Sábado sin falta, ¿sabes? Como si me mereciera que me visitaran después de todo lo que había hecho. Y yo empecé a rehabilitarme, a darme cuenta que había echado a perder mi vida con solo catorce años, mis padres fueron los que me convencieron que podría salir de todo aquello, que me quedaba mucho por vivir y debía hacerlo de otra manera, que no podía volver a toda aquella mierda. - Respira hondo y yo solo puedo sentarme sobre sus rodillas y abrazarlo, para que no solo él pase por ése dolor, para que me dé aunque sea un poco. - Pasé seis meses ahí dentro, pero me recuperé, sabía que lo había hecho. Sería el buen chico que mis padres se merecían que fuera. Ése Sábado era el último, ya no tendrían que recorrer doscientos kilómetros cada semana para ver a su hijo, porque yo estaría con ellos en casa. - Se queda callado, mirando al suelo y respirando con dificultad... - Pero... ese Sábado nunca vinieron a por mí, Alejandra. No pudieron llegar porque en el viaje chocaron de frente con otro coche que íba en dirección contraría y ambos murieron. Los siguientes años fueron un horror... hasta que conocí a tu padre.
No me esperaba algo así, me esperaría cualquier otra cosa. Sus padres murieron cuando él solo tenía quince años, no imagino el dolor que debe llevar en su interior.
- Lo siento, Mateo. - Mis ojos se empañan de lágrimas al verlo así y comienzo a llorar, mi Mat está demasiado dolido. - Pero ahora eres un buen hombre, ¿sabes? El mejor que he conocido.
- No, Ale. Alguien que lleva la muerte de sus padres en su conciencia nunca es buen hombre, nunca. Murieron por mi culpa, por ser un jodido loco y meterme en todo aquello. Ellos no tenían porqué hacer aquel viaje, yo los obligué haciendo que me metieran en ese centro.
- De eso nada, Mateo. Tú no llevabas el coche que chocó con ellos.
- Nunca debieron venir a verme, no lo merecía...
- ¡Tenías catorce años! ¿Quién no hace estupideces a esa edad?
- ¿Estupideces que llevan a tus padres a morir?
- No, de eso nada. No es tu culpa, ellos lo saben allá donde estén. Cuando se fueron tú estabas bien, eras el mismo, estarían orgullosos de ti si ahora te vieran.
- Lo único que sé es que mi vida era una constante caída por un precipicio, ¿sabes? Cada día caía un poco más, pero nunca había visto un fondo en el que darme impulso y así volver a subir - Respira hondo, mirándome a los ojos. - Hasta que empezaste a quererme.
Lo miro absorta por lo que acaba de decir, no tengo palabras. Él continúa.
- La primera vez que me dijiste que me querías fue como si te asomaras por el borde del precipicio y me dijeras: "Eh, Mateo, ya es hora de subir, ¿no crees? Te estoy esperando". Entonces, creí que podría ser feliz. Que tú me harías feliz.
Lloro incontrolablemente por sus palabras. Sí, sé que debería consolarlo, pero solo puedo llorar y abrazarle sin parar y con fuerza.
- Ya está pequeña, ya lo he soltado. Ahora tú decides si quieres esperarme o no sabiendo la persona que he sido - Seca mis lágrimas con paciencia, con dolor en su mirada.
- ¿Bromeas? - Sonrío, sorbiendo por mi nariz - Ahora es cuando sé que eres el hombre de mi vida. Si algo quiero hacer, es que tú seas feliz a mi lado.
- Gracias por ser como eres, mi niña. Por ser dulce conmigo, por querer esperarme y dar una oportunidad a esto. Ojalá un día pueda yo hacer que seas la chica más dichosa del mundo.
- Ya lo haces
- Te conformas con muy poco... estoy seguro de que te podrías haber enamorado de un chico que te diera todo lo que necesitas.
- Créeme que no. - Cojo sus manos, apretándolas con suavidad - Que estés ahora aquí, contándome todo esto y queriéndo que lo nuestro funcione, es todo lo que necesito. Nadie puede darme lo que tú me das, Mat. Nadie.
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¡Ufff! Capítulo intenso y emocionante, ¿verdad?
Espero que os guste, he pensado mucho en él y he necesitado mucha inspiración :)Os dejo una bonita canción que va muy bien en esta historia.
Gracias a todos.
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Quiéreme si te atreves.
RandomAlejandra es una chica de dieciséis años con un secreto. Un gran secreto que nadie conoce, ni siquiera su mejor amigo, Raúl. Alejandra está enamorada, pero quizá no de la persona que debería. ¿Te atreves a saber lo que pasará? Portada hecha por @nat...