Capítulo Cuarenta y Uno.

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Vale, no creo que vaya a ser capaz de coger, mirarlo a los ojos y decirle que no siento nada por él, es demasiado para mí, no sé hacer estas cosas, ¿lo peor? Es que Ángel ya esta aquí, esperando a que le abra la puerta.

Bajo las escaleras con lentitud y, sobretodo, con cuidado, ya que mis piernas tiemblan incontroladamente, ¿por qué tiene que ser tan difícil?
Solo tengo que pensar en las palabras de Mateo, eso es, seguro que Ángel lo entendera, ¿no?

El timbre vuelve a sonar, con insistencia. Si, estoy tardando demasiado, pero ya me encuentro frente a la puerta, agarrando el picaporte con las manos sudorosas.

- Hola, Ángel - Lo saludo con una media sonrisa al abrir y encontrármelo.

- Hola, reina - Su sonrisa es mucho más ancha. Entra sin que le diga nada y se acerca a mi mejilla, donde deposita un pequeño beso - ¿Por qué tenías tantas ganas de verme?

- Creo que debemos hablar...

- Bien, ¿aquí o... ? - Alza ambas cejas, balanceándose.

- No, subamos, estaremos más tranquilos.

Camino a su lado hacia arriba, pensando palabra por palabra todo lo que quiero decirle... en un momento estamos cruzando el pasillo del segundo paso hasta llegar a una de las salas de la casa, tiene varios asientos, por lo que es la que elijo.

Ambos entramos, cerrando la puerta a nuestra espalda. Ángel es el primero en sentarse para mirarme espectante desde abajo.

- Tu dirás, Ale... - Comenta echándose hacia atrás - Date prisa, he quedado con una pelirroja. - Intenta bromear y yo, dado que no me hace gracia, también hago un intento, solo intento, de sonrísa.

- Quería hablarte de nosotros - Me arranco - Veras... Ángel, yo siempre he soñado con una gran historia de amor, ¿sabes?

- Lo sé - Asiente - Por eso te mostré cómo sería la nuestra.

- A eso me refiero - Suspiro, nerviosa y entrelazando una mano con otra - No quiero una gran historia de amor planeada, ¿entiendes? Quiero una historia que... a ver, no quiero un amor de ir a restaurantes a comer o de parques a darnos besos.

- Y entonces, ¿qué se supone que quieres? - Se levanta, llegando hasta mí y cogiéndome las manos - Porque puedo dártelo, Alejandra. Sólo pídemelo.

- No, Ángel, veras... - Doy un paso hacia atrás para separar nuestros cuerpos - ¿Tú nunca has vivido nunca una historia de amor verdadera? De esas que se te suben a la cabeza y casi no te dejan respirar, de las que te tienes que tocar el corazón para comprobar si es verdad que late de esa manera porque la persona a la que quieres está cerca.

- Pues... - Comienza a decir, pero con un gesto le pido que me deje seguir.

- No, Ángel, es difícil decir esto, déjame continúar - El asiente, por lo que sigo hablando - Bien, pues yo sí tengo ese gran amor, que pase lo que pase no se olvida, porque se ha quedado a vivir en un trocito de mi corazón. Y... no puedo evitarlo, porque siento que siempre seré suya, no puedo ofrecerte nada, porque pertenezco a otra persona.

Lo miro a los ojos, y por unos segundos mantiene mi mirada, aunque ninguno decimos nada. Lo último que hace es chasquear la lengua antes de decir algo en voz baja que no entiendo. Por último, gira sobre sí mismo y se va, dando un portazo al salir.

Respiro hondo cuando me quedo a solas. Ya está hecho, aunque sinceramente, pensé que se lo tomaría mejor.
Sonrío aliviada, si, es como si me hubiera quitado un gran peso de encima.

Narra Mateo.

No sé como librarme de Jesús, no para de hablar de números y negocios de los que no me entero.

Lo último que sé de mi niña es que íba a hablar con Ángel, ¿lo habrá hecho ya? Sigo sin creerme que no anteponga nada a mí, es sorprendente que yo siempre sea el primero para ella. Ojalá yo fuera de la misma manera, por que la quiero más que a nada en el mundo.

- ¿Hola? - Una voz suena en la puerta del despacho, haciendo que Jesús deje un momento sus papeles y sacándome a mí del trance en el que me encontraba. Es Ángel.

- ¡Eh, hola muchacho! - Exclama Jesús, levantándose ilusionado para saludarle - ¿Qué te trae por aquí? ¿Hay algún problema?

- Eh... ¿podemos hablar? - Pregunta incómodo, echándome una rápida mirada.

- Os dejo a solas - Intervengo yo. No me perdería por nada la conversación, pero Alejandra debe estar abajo y yo tengo más ganas de disfrutar de ella que nunca.

Ambos me observan hasta que salgo. Los dejo a solas, con Jesús desconcertado por la inesperada visita de Ángel.

Busco por toda la segunda planta a Alejandra, hasta que la encuentro en nuestra sala, la del piano. Hacía tiempo que no la veía ahí y es todo un alivio que vuelva a pisarla.

- Hola, mi niña - La saludo al verla sentada frente a las teclas.

- Hola Mat - Una bonita sonrisa que echaba de menos aparece y le ilumina la cara. Cierro los ojos para disfrutar de nuevo de mi nombre en su boca.

- ¿Has hablado con Ángel?

Asiente, levantándose para acercarse a mí. Me derrito solo al verla caminar.

- Todo solucionado, Mateo. Soy tuya, el amor somos tú y yo, ¿no?

- Claro que sí, mi niña preciosa - Suspiro al notar su aroma de nuevo en mis fosas nasales - Tú me das todo lo que necesito, no te imaginas cómo estaba al pensar que nunca te tendría de nuevo entre mis brazos. Era una tortura verte sabiendo que no serías mía.

- Siempre he sido tuya, aunque lo haya querido evitar - Me dice a milímetros de mi boca - Eres un imán que me atrae inevitablemente, ahora mismo tus labios... están llamando a los míos.

- ¿Ah, si? - Alzo las cejas, poniendo una mano sobre su suave mejilla - ¿Y qué vas a hacer entonces, pequeña?

- Supongo que... atender su llamada.

Sonrío, pero esa sonrisa pronto me la borra absorbiendola con sus tiernos labios, que ahora rozan los míos.
Me dejo hacer aunque sé que no debería.... pero esta sensación es, simplemente irresistible, todo mi cuerpo reacciona de golpe, como por arte de magia y solo puedo intensificar ese increíble beso.

Con ambas manos en su cara, devoro sus labios una y otra vez, sediento de ella. Necesito respirar pero no quiero separarme. Varios jadeos salen de su garganta haciendo que ansíe tenerla toda para mí, en su plenitud.

No sé si me he dejado la puerta abierta o simplemente no la hemos escuchado cuando Ángel la abría, pero oímos su voz en la sala cuando todavía nuestros labios son solo uno.

- Te estaba buscando, Alejandra, tu padre dice que... - Se interrumpe al ver semejante escena. Nosotros nos separamos de golpe y respirando con dificultad nos atrevemos a mirar hacia él, que con su cara desencajada lo dice todo - Vaya... - Tuerce la cabeza, mirándonos con lo que parece asco - Creo que he visto todo lo que necesitaba ver. A Jesús le encantará saberlo.

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Aquí os dejo un nuevo capítulo, como leeréis, intenso.

¡Ale y Mateo vuelven a estar juntos! ¿Qué os parece? ¿Los separará Ángel?

Os dejo al guapísimo Mat en multimedia para que os alegre la vista :) :)

¡Gracias por leer!

Quiéreme si te atreves.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora