Capítulo Cuarenta y Nueve.

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Capítulo FINAL.

Mateo y yo nos hechamos rápidas miradas mientras nos encaminamos despacio hacia el despacho de papá.
Nos damos la mano, como si así, de alguna manera, nos transmitiéramos fuerza el uno al otro para un momento tan difícil como este.

Yo estoy nerviosa, pero a Mateo creo que incluso le va a dar algo. Noto su mano sudada y temblorosa, y cuando estamos a punto de llegar, su vista se fija en el suelo.

- Vamos, Mat - Le doy un pequeño apretón en forma de ánimo y él asiente, haciéndome una mueca que en nada se parece a una sonrisa.

Nos acercamos a papá, sentado en su silla y absorto en sus manos, entrelazadas sobre la mesa, ¿por qué tiene que ser todo esto tan tenso?
¿No se supone que el amor es algo que debe entenderse y ya está?

Soy yo la que abre la puerta y prácticamente arrastro a Mateo hacia adentro, sentándonos ambos frente a papá, que todavía no ha levantado la vista para mirarnos.

- Ya estáis aquí... - Susurra - Lo primero que quiero, Mateo, es porqué demonios estabas besando a mi hija.

Vaya, empezamos fuerte. Voy a contestar cuando Mat me pone una mano sobre el brazo, haciendo que me calle y así hablar él.

- Jesús, estaba besando a tu hija porque la quiero. Porque es lo mejor que me ha pasado en la vida - Dice serio, mirando a papá directamente, que ante sus palabras ha alzado la cabeza.

- ¿Os habéis vuelto completamente locos? - Pregunta con una mueca de asco que hasta a mí me sorprende.

- Pues quizá sea eso, papá - Mascullo enfadada - Me habré vuelto loca de lo muchísimo que quiero a Mateo, ¿qué tiene eso de malo?

- ¿Cómo puedes preguntarme eso, Alejandra? - Apoya el puño con fuerza sobre la mesa, sin dejar de apretar los nudillos - ¿Que qué tiene de malo? ¡Todo! - Exclama - Ahora dime tú, ¿qué tiene de bueno?

- Oh, papá - Sonrío de verdadera felicidad - Parece mentira que no sepas lo que estar enamorado te hace sentir.

- Claro que lo sé - Gruñe - Pero nada tiene que ver con lo sentís... vosotros.

- Jesús... - Habla ahora Mateo en voz baja, haciendo que ambos lo miremos - Yo... no sabía lo que era estar profundamente enamorado de alguien hasta que apareció ella, Alejandra - Esboza una pequeña sonrisa - Ella es... como el mejor sol en los días calurosos de verano, como una luz en mitad de un callejón oscuro, no sé, amigo, ¿qué quieres que te diga, que lo siento? Pues no, no lo siento, es más, estoy enamorado de ella, y cada día que la veo feliz por los pasillos de la casa, solo consigue enamorarme todavía más, y por eso quiero verla todos los amaneceres de mi vida, porque quiero esto, justo esto. Y lo quiero con ella. ¿Y estoy loco? Pues quien sabe, lo estaré, pero he aprendido que no existe mayor locura que estar enamorado. Y no sé qué es exactamente lo que hace Alejandra conmigo, pero, sea lo que sea, es maravilloso.

Sin apenas darme cuenta, varias lágrimas comienzan a recorrer mis mejillas, mientras escucho palabra por palabra a Mateo. Nunca me habían dicho cosas como esas. Papá muestra una expresión... indescriptible. No sé lo que puede estar pensando.

- Yo no... no puedo - Dice al fin.

- ¿Qué es lo que no puedes, papá? - Me atrevo a preguntar. 

- No puedo... veros juntos, Alejandra, ¿es que no lo entiendes? Mi hija y mi mejor amigo... es algo que no podría asumir nunca. 

- ¿No podrías asumir que dos personas a las que quieres estén juntos y felices, papa? - Pregunto indignada.

- Pero... Mateo- Mira ahora hacia él - Tu...¿tú te das cuenta de lo que dirá la gente al enterarse?

- Pues, amigo - Suspira ahora hondo, mirando a mi padre directamente a los ojos - Si te soy sincero, me da igual. Me da igual que seas su padre, me da igual que tenga diecisiete años y me da igual todo lo que pueda decir la gente. 

- Necesito... tiempo - Pone ambas manos en su cabeza, revolviéndose el pelo.

- No te hemos dado una mala noticia, papá. No te hemos dicho que alguien ha muerto, ni que alguno de tus negocios ha caído, ¿sabes? 

- Para mí... es así.

Esas palabras me duelen en lo más profundo, me toco el pecho, como si también me doliera por fuera y pudiera comprobar la herida. Miro a mi padre con una expresión de desprecio, mezclada con confusión... 

- Me temo que... - Continúa - Debes alejarte un tiempo, Mateo. Al menos hasta que... pase todo esto. 

- Si él se va, yo me voy - Me levanto furiosa, haciendo ruido con la silla - ¿Quieres eso, papa? ¿Quieres que tu mejor amigo y tu hija se vayan de tu vida por no ser capaz de afrontar que están juntos? Pues debo decirte que eres un cobarde. - Dicho esto, me doy la vuelta, dándole la espalda, y salgo de su despacho. 

***

Narra Mateo

- ¿Por qué, Mateo, por qué? - Me pregunta mi amigo, o ya mi ex-amigo, con la cara demacrada - ¿Por qué tenéis que hacer todo tan complicado?

- Creo que esto no tiene nada que ver contigo, Jesús - Me encojo de hombros - En esto somos ella y yo, y como tú dices, somos dos locos enamorados de la persona equivocada, pero dos locos que saben que esa persona es la que va a estar ahí cada día, ¿sabes? Alejandra es la que me ha abrigado en los días más fríos, cuando todo parecía derrumbarse, porque aparecía e irradiaba un calor especial, único, solo ella podía hacer algo así. La quiero, Jesús, la quiero como nunca creí que iba a querer a nadie, si ahora mismo hubiese un terremoto y se llevara todo por delante, pero a mí me pillase abrazado a ella, me daría lo mismo. 

- Entenderos es algo imposible para mí - Sentencia él sin más.

- Entonces... - Hablo en voz baja - Me temo que me iré, y, sintiéndolo mucho cogeré a Alejandra de la mano para llevarla conmigo, Jesús. Para despertarme con su sonrisa cada mañana y darme cuenta de lo que es vivir. 

Acto seguido y dado que él no abre la boca, salgo por la puerta con la cabeza alta. Sintiéndome por primera vez en la vida orgulloso de mí mismo, orgulloso por haber sacado pecho y encarar las cosas como venían.

Y ahora, por fin, y aunque no tenga dieciocho años, estaré con mi niña. La que convierte mis pesadillas en sueños increíbles, la que enciende mi luz en los días oscuros y apaga con un simple soplido todos mis malos recuerdos. 

- ¿Vamos, pequeña? - Me asomo a la puerta de la sala del piano, donde está sentada, esperándome. 

- ¿Dónde vamos, Mat? - Se levanta de un salto, acercándose a mí con su dulce y encantadora sonrisa de oreja a oreja. 

- Al paraíso, mi niña. Tú y yo. 


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MAÑANA PRÓLOGO.

Bueno, bueno, buuueno, ¿qué os ha parecido? Espero que no os haya defraudado el final, he pensado mucho en la conversación y me ha costado un poquito inspirarme tanto, jajaja. 

Mañana, seguramente, publicaré el prólogo que será el final definitivo. 

Me da mucha pena despedirme de una historia tan bonita como esta :( pero mañana, junto al prólogo, os pondré la sinopsis de la nueva novela. Y espero que os guste :D

¡Gracias por leerme! ¡OS QUIERO! 

Quiéreme si te atreves.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora