Capítulo Once.

13.2K 681 39
                                    

Le había dado un beso a Mateo, era uno de esos besos robados, pero al fin y al cabo, también contaba.
No había dicho nada, quizá no sabía que decir... ¿le habrá gustado? ¿habrá sentigo algo?
Había sido un simple roce, apenas dos segundos, pero yo no podía dejar de tocarme los labios para saber que había sido cierto, que puede que ése fuera el único contacto de sus labios con los míos, pero había existido. Era real, no me arrepentía de haberlo hecho.

También pensaba en lo que me había dicho mamá, ¿por qué cree que quiero separarlos o romper su amistad? Son mi padre y el hombre al que quiero, solo pienso en que sean felices. Mateo es raro, muy raro, tiene un carácter difícil de tratar gracias a un pasado que todavía no sé, pero yo quiero que olvide todo aquello y sea un hombre risueño, ¿podré conseguirlo?

***

Esa semana la dedico a ensayar más de lo normal, además de estudiar, claro, tan solo nos quedan unas semanas de clase para que empiecen las vacaciones de verano y con ello mi cumpleaños, tengo muchísimas ganas de cumplir diecisiete, sí, sé que no cambian mucho las cosas, pero sí para mí. Así, solo me faltaría un año para ser mayor de edad... quizá era eso lo que Mateo quiere de mí.

Aunque tampoco lo tengo muy claro, le dije que íba a esperar, él no me dijo que lo hiciera, pero tampoco que me rindiera. También le dije que haría que se enamorara de mí, y tampoco dijo nada al respecto, ¿por qué tiene que ser tan extraño?
Nunca sé qué debo hacer con él.
Le beso y... ¿qué? ¡Nada!
Es frustrante conocer a alguien así.

- Santiago... - Le digo al chófer una vez subida en el coche camino al instituto. - No me lleves a clase, ¡por favor! Solo hoy, ¿vale? - Hago pucheros de niña pequeña que funcionan con casi todo el mundo... pero no con él. - Te prometo que no le diré a papá nada.

- Hay que ser responsable, señorita - Sonríe divertido desde el asiento de conductor - Y tu responsabilidad ahora es ir al instituto.

- ¡No quiero! - Pataleo, haciéndole reír, y así contagiándome la risa a mí también.

Puntuales como siempre, llegamos, mi mejor amigo ya me espera y juntos pasamos a las aburridas clases del lunes, aunque bueno... cualquier día es aburrido. Tengo más ganas que nunca de que llegue el verano y no tener obligaciones todos los días.

- Vamos, bonita, ¡dame un beso! - Raúl me abraza en uno de los descansos entre clase y clase. Me acerco besándole la mejilla. - ¿Solo eso?

- Claro, Ra - Le sonrío, no me costaría besar sus labios, es decir, ya lo he hecho alguna vez. Pero desde que besé a Mateo no siento que quiera hacerlo. Es una tontería, pero pienso que si ahora beso a mi mejor amigo, el beso de mi enamorado se borrará. - No corras... paciencia. - No es que no quiera que corra, es que no quiero que avance, pero, ¿cómo le dices a tu mejor amigo, el que está enamorado de ti, que no quieres nada con él sin perder su amistad? Es imposible, algo cambiará, y no quiero que nada cambie entre Raúl y yo.

Salgo feliz del instituto, mañana tengo examen... y no, no estoy feliz porque lo tenga, sino porque así me libro de la clase de atletismo.
Cuando llego a casa, me aseguro de que Mateo no falte a nuestra cita de esta tarde... para ensayar, claro, pero menos es nada. Al menos lo tengo todo para mí unas horas.

- Te espero arriba, ¿vale, Mat? - Le sonrío antes de subir a mi habitación.

Asiente, guiñándome el ojo.
Cuando voy por las escaleras oigo la voz de mamá llamándole, justo como ayer hizo conmigo. Me quedo parada... no, no es capaz de hacerlo, mamá no me haría algo así, ¿verdad?
Escucho la conversación en silencio.

- Mateo... - Habla mi madre - ¿Qué está pasando con Alejandra? - ¡Mierda! Sí que ha sido capaz. ¿Cómo puede hacerme algo así? Sé que es mi madre, y que se preocupa por mí, pero en estos momentos está actuando a mis espaldas. Sin tener en cuenta en ningún momento mis sentimientos y preocupándose más de que los negocios entre papá y él siguen por buen camino.

- ¿Qué pasa con ella? - Pregunta él, y ahora que lo conozco un poco más, noto nerviosismo en su voz. Mi corazón está acelerado, impaciente por ver en qué acaba esta conversación.

¿No soy yo la implicada, la que debería participar en ella? ¿Cuándo se darán cuenta de que he crecido y puedo tomar mis propias decisiones a pesar de saber las consecuencias?
Pero ahora quito todos esos pensamientos para escuchar de nuevo.

- Los dos sabemos cómo te mira, querido. ¿sabes dónde tienes que tener la cabeza, no? Ella es demasiado joven para convencerla de lo contrario, quizá se haya encaprichado contigo y se le pasa en unas semanas, pero nunca se sabe. Sin embargo, confío en ti para que pongas el freno.

- María - Le dice serio a mi madre - No tienes de qué preocuparte - Y lo que dice a continuación ojalá no lo hubiera escuchado nunca, por que duele como mil puñales clavándose lentamente en mi pecho, concretamente en mi corazón - Soy consciente de que Ale es joven, de lo que siente... y no voy a haceros daño ni a tí ni a tu marido, no hace falta que le digas nada a él, porque todo está bajo control. Nunca os traicionaría, nunca pasará nada entre vuestra hija y yo. Nunca. Te lo prometo.

Nunca.
Nunca.
Nunca.

Ésa maldita palabra se repite una y otra vez en mi cabeza, y con eso me basta, no puedo escuchar ni una sola palabra más. Salgo corriendo de ahí todo lo rápido que puedo hacia arriba, con lágrimas recorriendo mis mejillas sin ningún control.

Nunca.
Nunca.
Nunca.

-----------------

Capítulo intenso, ¿verdad? :O

¡¡Espero que os guste!!

Quiéreme si te atreves.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora